jueves, 17 de abril de 2008

La única obligación que tenemos en la vida: "no ser imbéciles".

La pregunta nos la hace Fernando Savater: ¿Sabes cuál es la única obligación que tenemos en esta vida?.
Nos da la respuesta: Pues no ser imbéciles.

Pero "Hay imbéciles de varios modelos, a elegir:

a) El que cree que no quiere nada, el que dice que todo le da igual, el que vive en un perpetuo bostezo o en siesta permanente, aunque tenga los ojos abiertos y no ronque.

b) El que cree que lo quiere todo, lo primero que se le presenta y lo contrario de lo que se le presenta: marcharse y quedarse, bailar y estar sentado, masticar ajos y dar besos sublimes, todo a la vez.

c) El que no sabe lo que quiere ni se molesta en averiguarlo. Imita los quereres de sus vecinos o les lleva la contraria porque sí, todo lo que hace está dictado por la opinión mayoritaria de los que le rodean: es conformista sin reflexión o rebelde sin causa.

d) El que sabe que quiere y sabe lo que quiere y, más o menos, sabe por qué lo quiere pero lo quiere flojito, con miedo o con poca fuerza. A fin de cuentas, termina siempre haciendo lo que no quiere y dejando lo que quiere para mañana, a ver si entonces se encuentra más entonado.

e) El que quiere con fuerza y ferocidad, en plan bárbaro, pero se ha engañado a sí mismo sobre lo que es la realidad, se despista enormemente y termina confundiendo la buena vida con aquello que va a hacerle polvo.

Todos estos tipos de imbecilidad necesitan necesitan apoyarse en cosas de fuera, ajenas, que no tienen nada que ver con la libertad y la reflexión propias.

Conclusión: ¡alerta! ¡en guardia!, ¡la imbecilidad acecha y no perdona!

Por favor, no vayas a confundir la imbecilidad de la que te hablo con lo que a menudo se llama ser «imbécil», es decir, ser tonto, saber pocas cosas, no entender la trigonometría o ser incapaz de aprenderse el subjuntivo del verbo francés aimer.

Uno puede ser imbécil para las matemáticas (¡mea culpa!) y no serlo para la moral, es decir, para la buena vida. Y al revés: los hay que son linces para los negocios y unos perfectos cretinos para cuestiones de ética.

Lo contrario de ser moralmente imbécil es tener conciencia. Pero la conciencia no es algo que le toque a uno en una tómbola ni que nos caiga del cielo.
Admito que para lograr tener conciencia hacen falta algunas cualidades innatas, como para apreciar la música o disfrutar con el arte. Y supongo que también serán favorables ciertos requisitos sociales y económicos pues a quien se ha visto desde la cuna privado de lo humanamente más necesario es difícil exigirle la misma facilidad para comprender lo de la buena vida que a los que tuvieron mejor suerte. Si nadie te trata como humano, no es raro que vayas a lo bestia... Pero una vez concedido ese mínimo, creo que el resto depende de la atención y esfuerzo de cada cual. ¿En qué consiste esa conciencia que nos curará de la imbecilidad moral?

Fundamentalmente en:

a) Saber que no todo da igual porque queremos realmente vivir y además vivir bien, humanamente bien.

b) Estar dispuestos a fijarnos en si lo que hacemos corresponde a lo que de veras queremos o no.

c) A base de práctica, ir desarrollando el buen gusto moral de tal modo que haya ciertas cosas que nos repugne espontáneamente hacer (por ejemplo, que le dé a uno «asco» mentir como nos da asco por lo general mear en la sopera de la que vamos a servirnos de inmediato.

d) Renunciar a buscar coartadas que disimulen que somos libres y por tanto razonablemente responsables de las consecuencias de nuestros actos.

¿Por qué está mal lo que llamamos «malo»? Porque no le deja a uno vivir la buena vida que queremos".

Siempre que hemos manejado en clase este texto de Savater, los que lo leen llegan a plantear que se reconocen en varias categorías de imbéciles (cosa alentadora, por otra parte). El realmente imbécil (en el sentido de Savater) casi seguro que no se reconoce en ninguna de ellas..
Cada vez que veo este texto, me viene a la mente aquella "pintada" en una pared (con enormes letras de color fuerte) que veía todos los días cuando iba camino de la la Universidad en mi querida Zaragoza. El texto de la pintada era todo un programa de vida: ¡"NO SÉ LO QUE QUIERO PERO LO QUIERO CON TODAS MIS FUERZAS"!.

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