viernes, 18 de abril de 2008

El ministerio de la Verdad

Hoy Justino Sinova escribe en El Mundo:
El Ministerio de la Verdad no está en la lista del Gobierno pero existe. Es un Ministerio transversal que dirige el propio Presidente y del que participan todos los miembros del Gobierno y cargos adláteres.
"Su objetivo consiste en establecer la verdad que debe ser aceptada", "no pretende difundir la verda sino crear la verdad"
Sería más exacto llamarlo Ministerio de la Ficción, o de la Apariencia, o de la Mentira, pero entonces empezaría por su mismo título a incumplir sus objetivos.

"No podía sospechar Orwell hce 60 años como el futuro iba a confirmar sus alucinaciones.
"En sus novelas pretendió denunciar las Dictaduras comunistas... pero dejó también sugerencias que puede cometer cualquier poder, incluso en las democracias liberales".

Por eso la democracia, que no se fía del poder, ha inventado la "división de poderes, la institución de la llamada Oposición y la libertad de Información y de prensa, que son contrapuntos necesarios. Anúlese cualquiera de ellos y se resentirá la democracia gravemente".

"El MINISTERIO DE LA VERDAD actúa sobre el caudal de información que acumula el ciudadano con el propósito de despegarle de la realidad".

En la fábula de Orwell, exhibía desde sus fachada tres consignas:
*.- La Guerra es la Paz.
*.- La Libertad es la Esclavitud.
*.- La ignorancia es la fuerza
y su objetivo eran las noticias, los espectáculos, la educación...

"Orwell sabía lo que decía: el arte de la dominación no consiste solo en prohibir, sino también en fingir. La censura no siempre es suficiente porque la gente tiene la manía de comunicarse al margen del poder. Es necesario actuar sobre el mismo concepto de la realidad".

"Como los trasvases fueron eliminados como solución para el necesario reparto de agua entre los españoles, e incluso se hizo por escrito, (...) ahora el Gobierno ha tenido la ocurrencia de negar que el trasvase decidido sea un trasvase, (...) es una "captación temporal de agua", "una transferencia", "una conexión de redes".

"Efectivamente la ignorancia de la gente es la fuerza del Gobierno".

También las negociaciones con los terrorista fueron "un proceso de paz" y la actual crisis económica en la que estamos es simplemente "una desaceleración de la economía".

"Acudir al diccionario de la Lengua va siendo un acto de subversión política".


Yo añado

Control social
El sistema político presentado por Orwell está encaminado a alienar al individuo, a hacerlo virtualmente incapaz de pensar por sí mismo
en una sociedad cerrada sobre sí misma, que se presenta como la sociedad perfecta. Sólo aislando las influencias externas se podrá realizar el ideal del Pensamiento correcto.
El exterior, lo extraño, sólo puede ser malo.
Sólo el Gran Hermano y el Partido son capaces de ofrecer algo bueno al ciudadano.
La guerra exterior frente a dos enemigos identificables (un enemigo físico y un enemigo ideológico: Goldstein) es el factor de cohesión, que llega adonde el Gran Hermano no alcanza con sus eslóganes.
Existen medios coercitivos para asegurarse este control. El Ministerio del Amor dispone un aparato represor sin fisuras. No es infrecuente que tu propio hijo te delate, a semejanza de los jóvenes camisas pardas nazis. Así pues, vemos que existen diversos niveles de control social:

La guerra exterior contra el enemigo físico e ideológico, es la razón de ser última del Estado. Hay que odiar al "enemigo ideológico"; sólo así, por contraposición, se podrá amar al Gran Hermano.

La guerra interior contra el crimental (crimen mental, el más grave, fomenta la participación de los propios ciudadanos en su sistema represor. Pasa ineludiblemente por el aprendizaje y repetición de las consignas fundamentales del Partido. Es el segundo nivel de cohesión: el amor al Gran Hermano.

La guerra contra la verdad (orquestada por los medios de comunicación) consiste en un lavado de cerebro permanente de las masas. Configura la realidad que el Partido quiere imponer. A falta de pruebas en contrario, termina por ser La Verdad.

Es un nivel más profundo de cohesión del sistema: si el recurso al enemigo externo y a la desviación ideológica no son suficientes, se encarga de anular las últimas manifestaciones espontáneas de contestación.
No sólo hay que amar al Gran Hermano: además hay que agradecerle el bienestar actual.
Todos los adelantos, sean de la índole que sean, son obra exclusiva del Gran Hermano.

La guerra contra las costumbres. Consiste en dar apariencia de virtuosismo a todos los actos cotidianos. Ninguna conducta puede ser considerada errónea, so pena de incurrir en el crimental.

*.- Hay que practicar la abstinencia sexual.
*.- Hay que acudir a los autos de fe contra los enemigos del Partido y del Estado. *.- Hay que gritar en los Dos Minutos de Odio.
*.- No hay que dar pie a conductas ambiguas en la calle.
*.- Hay que estar siempre visible para la telepantalla.

El Gran Hermano te vigila y, como corresponde a una figura fuertemente paternalista, está dispuesto a castigar al hijo descarriado que traiciona su confianza y desprecia su amor.

El régimen así caracterizado es, evidentemente, una dictadura.

No se contempla ninguna institución de participación ciudadana, ni siquiera un parlamento ficticio en el que exista una democracia fingida. No hay que convencer a nadie de las bondades del régimen. Al estar cerrado al exterior, el Estado no tiene que rendir cuentas a institución o potencia extranjera alguna. Al ser la dictadura perfecta, la opinión pública es irrelevante. Es más: la opinión pública no existe.

Orwell está criticando todos los tipos de totalitarismo. Su crítica es de carácter universal, y tanto da la forma que este totalitarismo adquiera: comunismo, nazismo, fascismo o Ingsoc.

Falseamiento de la realidad
La única manera de perpetuar un régimen dictatorial como el presentado por Orwell es falseando la realidad, perpetuando la mentira.
Para que el sistema funcione, hay que acabar con la disidencia. Hay que manipular el pasado, hacerlo inexistente si es necesario.

"Quien controla el presente controla el futuro. Quien controla el pasado controla el presente." Este axioma tiene una interpretación evidente: el futuro será de quienes han manipulado el pasado hasta el punto de modelarlo a su antojo.

Mediante la anulación de cualquier tiempo que no sea el mismo presente se podrá evitar la contestación al régimen: la disidencia suele recurrir a factores históricos, a un pasado en el que las cosas no eran como ahora, y ese recurso al pasado conduce a rectificar el presente y mejorar el futuro.
Anulando la línea temporal se atajan de raíz estas posibilidades. El único pasado existente es aquel que el Partido dispone, y puede cambiarlo a su antojo, si una cifra de producción de chocolate no cuadra, si un objetivo del plan trienal no se cumple, si tres líderes antirrevolucionarios deben ser vaporizados.
Cualquier discordancia entre el pasado y la propaganda oficial puede inducir a pensar que el presente no es perfecto o no está completamente controlado.
Ante la imposibilidad de viajar en el tiempo para modificar esos parámetros descontrolados, la única manera posible de eliminar el problema es borrándolos de la memoria. Si se manipulan y adulteran, los nuevos registros pasarán a ser la única verdad. La antigua verdad nunca habrá existido, luego no será verdad. No será. Una persona incómoda para el régimen, un culpable confeso de crimental (pues el crimental siempre conlleva una confesión de culpabilidad), será anulado como persona, primero se le despojará de su personalidad y más tarde, cuando su ejemplo viviente ya haya sido interiorizado por el súbdito, será vaporizado, será una nopersona. No será. No habrá sido nunca.

Esta realidad configura un futuro perfecto. El pasado, en perpetuo movimiento, dará lugar a un futuro inmóvil, en el que no quepa la disidencia porque ya no existirá palabra para la disidencia.

La neolengua se encargará de ello.
El lenguaje modelará la mentalidad de los hombres y mujeres futuros, en la misma medida que la manipulación de la Historia. Llegará un momento en que el tiempo se estanque, pues, como todo cuerpo perfecto, la entropía habrá desaparecido y se encontrará en estado de reposo absoluto. Sólo en ese momento darán igual el pasado y el futuro, puesto que sólo se vivirá en el presente. Ese momento no está lejano.

Pero este ideal puede no alcanzarse. En tanto no se hayan borrado todos los registros del pasado que puedan comprometer el presente, y en tanto no se haya perfeccionado la estructura mental de los habitantes de la Oceanía futura, existe el riesgo del libre pensamiento. Y sólo con la violencia se puede erradicar el germen del individualismo.

Violencia
El Estado debe ejercer la coerción para asegurarse el cumplimiento de las leyes. Esto es aplicable a cualquier tipo de Estado, sea totalitario o democrático. Sólo el nivel en que se ejerce esa coerción determina el tipo de régimen político. Un Estado en el que priman los mecanismos violentos de coerción es un Estado totalitario.

en desgracia. El crimental es arbitrario, no respeta a nadie, padres de familia o miembros del Partido. Ni siquiera Syme, el ideólogo de la neolengua, escapa a la prisión, a las siniestras mazmorras del Ministerio del Amor. La violencia es el último recurso, al que tarde o temprano llegarán todos los culpables de crimental, y se ejerce de una manera desmedida. El Gran Hermano parece un dios bíblico, ejerciendo su castigo. O'Brien es una figura casi paternalista, intenta por todos los medios enseñar a Winston sus errores, convencerlo de lo erróneo de su actitud, modelando su mente al antojo del Partido, induciéndolo al doblepensar. Para ello, Winston ha de traicionar aquello que más quiere y, pese a que Orwell se recrea sin piedad en las escenas de tortura física (las referencias a la Inquisición son abundantes), lo más terrible de la novela es lo que acontece dentro de la habitación 101, donde Winston se enfrenta a lo que más teme. Violencia intelectual y violencia física van unidas en un binomio indisoluble que sólo tiene una finalidad: perpetuar el Estado de terror y opresión, y no sólo eso, sino hacerlo con el beneplácito y la firme adhesión y convicción de los ciudadanos oprimidos. En palabras de O'Brien: «Si quieres hacerte una idea de cómo será el futuro, figúrate una bota aplastando un rostro humano... incesantemente».

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