miércoles, 23 de abril de 2008

¿A qué llamamos España?.


No me "resisto" a "copiar" un artículo de Paco Umbral, del 1 de febrero de 1997, en su columna diaria de "Los placeres y los días" del diario "El Mundo", con el título "A qué llamamos España":
La ministra Esperanza Aguirre ha reaccionado con oportunidad y energía ante el último desparrame nacionalista, que es que nos pegan sustos desde todos los puntos de la rosa de los vientos. Ahora va del señor Ardanza.
Hay un amago o realidad para que los textos de Historia y Geografía de España desaparezcan de la enseñanza en determinadas comunidades autónomas, mayormente la del País Vasco. España, ya saben, es el enemigo, y la vía más rápida para deshacerse del enemigo es decir que no existe, hacer como que no está. ¿Y si no existe una cosa, cómo puede ser esa cosa el enemigo?
La determinación del Gobierno vasco no es política, sino psicológica, y quizá psiquiátrica. Borrar al adversario (adversario que nos hemos creado nosotros previamente) no es una solución diplomática, sino una solución clínica. La mejor manera de no acudir al médico que nos va a decir el cáncer está en desacreditar al médico, decir que no da hora. Lo hacen muchos locos de paisano. Algunas autonomías están llegando a la esquizofrenia administrativa con España, y los más osados han decidido que no hay tal España. La borran de los textos como la Enciclopedia Soviética borraba a Dostoiewski por reaccionario. A determinados políticos festoneados (del festón de la península, quiero decir), no les conviene nada que Madrid salga en el mapa.
Se lucha con violencia o con dialéctica contra esa realidad histórica abrumadora que es España, resumida o no en Madrid, administrativamente, y como no hay manera de ignorar la catedral de Burgos, el sepulcro del Cid, la generación del 27, la II República, Averroes, los diarios de Azaña, ocho siglos de moros y otros ocho de cristianos, entonces lo que se hace es arrancar la página:
- Eso de ahí abajo no se da, niños, que es tierra de infieles, y además infieles de secano.

Yo no sé ya a estas alturas si hay o no hay España, pero sé que ha habido unos cuantos españoles cojonudos: Velázquez, Fernando el Católico, Manolete, Goya, Valle-Inclán, Larra, Juan de Herrera, Federico García Lorca y por ahí seguido. Bueno, pues nada de esto lo van a dar los niños de la crestería periférica, porque Velázquez pintaba reyes adúlteros y que encima montaban mal a caballo, don Fernando el Católico era un chulo de putas, Manolete asesinaba bueyes, Valle-Inclán estaba manco, Larra era un histérico adúltero que se suicidó, Juan de Herrera se sacó una arquitectura militar, opresora (asombrosa respuesta al gótico) y García Lorca, ya se sabe, era maricón. En cuanto a la geografía, la sierra de Gredos no es tan alta como decía Unamuno, a las cabras de Gredos las llaman locas por no llamarlas putas, la Giralda tiene pluma, como cosa de árabes, el Acueducto lo hicieron los romanos, no los españoles, el Ebro es el Mississippi vasco, en el Tajo se templan espadas para matar abertzales y Toledo es un sitio donde los obispos judíos, y no etarras, están siempre enterrando al Conde de Orgaz.
¿Vale la pena conocer toda esa ferralla histórica, toda esa punta de aventureros expansionistas, dominadores, fornicantes y retóricos? Al niño crestado de la crestería periférica se le limpia la mente y se le abrevia el curso manteniéndole en la absoluta ignorancia de esa larga vergüenza llamada España. Por ahí por las orillas van a tener unos niños ágrafos, inútiles, pero de mente limpia y aptos, muy pronto, para incendiar autobuses. Donde esté un autobús/antorcha que se quite el AVE.

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