martes, 10 de mayo de 2011

La Concordia fue posible. ¡Aquellos tiempos!. ¡Aquellos Políticos que no tenían abuelos!.

«La Generación de la Concordia que representó el sustento ideológico y social de la Transición, que ha permitido a España los treinta años de mayor libertad, democracia, desarrollo económico y justicia social, expresa de todo corazón nuestro homenaje a Adolfo Suárez»

La Universidad de Salamanca rindió, el pasado 29 de abril, un homenaje institucional al ex presidente del Gobierno Adolfo Suárez González, descubriendo un vítor en el Claustro del Edificio Histórico, con la inscripción de su nombre y recogiendo las palabras «La concordia fue posible», que él mismo ha reconocido como base de su pensamiento. La idea de realizar este homenaje surgió hace meses en el ámbito de la representación estudiantil, y la propuesta inicial fue hecha por el presidente del Consejo de Asociaciones de Estudiantes.
Antes de presentar el contenido del homenaje es preciso comentar la singular ubicación del vítor dedicado a Suárez.
Al entrar en el Edificio Histórico, antes de llegar al Claustro, se encuentra a la izquierda el vítor, en latín, a la Corona de España, otorgado a los Reyes Don Juan Carlos y Doña Sofía, en una sesión histórica en el Paraninfo, en 2002 —año en que Salamanca tuvo la capitalidad europea de la cultura—, y como muestra de gratitud por los ocho siglos de apoyo de la Monarquía a nuestro Estudio General.
Y a continuación, y en primer lugar, ya en el Claustro, se encuentra el vítor a Adolfo Suárez, el más próximo a los Reyes y sobre la puerta del aula del destacado jurista Dorado Montero.
Luego siguen, en el recorrido hasta el Paraninfo, el aula Miguel de Unamuno y la emblemática de Fray Luis de León, increíblemente conservada.
En sus muros se suceden vítores a destacados profesores de la Universidad, vinculados algunos a la Transición, como Enrique Tierno Galván, Francisco Tomás y Valiente o Lamberto Echevarría.

Como presidente del Consejo Social y ex ministro de la Transición me correspondió glosar en una síntesis la obra política y la personalidad humana del ex presidente. Este fue mi homenaje: «Si el Rey Juan Carlos fue el motor del cambio, Adolfo Suárez fue su conductor, el líder político indiscutible de la Transición».
A un presidente hay que enjuiciarlo, ante todo, por su obra de gobierno. Y el balance del de Suárez asombra por su profundidad y grandeza. Su acción de gobierno se basa en dos principios esenciales y complementarios en su pensamiento: democracia y concordia. En más de una ocasión proclamó su objetivo de «levantar el edificio de la concordia nacional».
Y lo inició estableciendo la amnistía, articulada progresivamente con tres textos legales, que supuso la salida de la cárcel de presos políticos y la posibilidad de retorno de los exiliados, reconociéndoles sus derechos. Avanzó al conseguir aprobar por las últimas Cortes del Régimen anterior la Ley de Reforma Política, que representa el tránsito legal de la Dictadura a la Democracia, y la devolución de la soberanía política al pueblo español, y se consolidó en un referéndum aprobado por el 92 por ciento de los votantes, el mayor consenso logrado, en libertad, en la historia de nuestra patria.
Y la concordia se afianzó asentando su Gobierno los pilares esenciales de la democracia: la recuperación de la libertad de prensa y de los medios de comunicación social efectuada de forma gradual; la libertad de reunión, manifestación y de asociación, que abrió la puerta a la legalización de los partidos políticos; la libertad de sindicación de empresarios y trabajadores, dejando sin efecto la sindicación obligatoria y el desmontaje de la estructura del Movimiento Nacional.
En el ámbito estrictamente político la concordia se asentó en tres acuerdos fundamentales:
El diálogo con todos los dirigentes políticos representativos, pactando las normas electorales con la llamada Comisión de los Nueve, que permitió la convocatoria de las primeras elecciones democráticas del 15 de junio de 1977.
La legalización del Partido Comunista, la más difícil y arriesgada operación política de la Transición, con la oposición casi unánime del estamento militar y de buena parte de la derecha.
Y la formación de la coalición UCD, que supuso una increíble capacidad de negociación con quince grupos políticos de la derecha, del centro y de la izquierda moderada, incluyendo a varias organizaciones regionales. Y fue esta Unión de Centro Democrático la que venció en las primeras elecciones democráticas.

Desde la base del indiscutible apoyo electoral, Adolfo Suárez levanta, con su segundo Gobierno, el gran edificio de la concordia nacional: el Estado Social y Democrático de Derecho bajo la forma de la Monarquía Parlamentaria que se asienta en cinco acuerdos históricos:
La apertura a la nueva estructura del Estado de las Autonomías, que se inicia mediante el restablecimiento de la Generalitat de Cataluña y el retorno de Tarradellas logrado en los denominados Acuerdos de Perpiñán, que, por primera vez en la Historia de España, consiguen la unanimidad de todos los partidos políticos catalanes y de todos los de ámbito nacional.
El establecimiento de las bases de una economía social de mercado, que significó la implantación consensuada de una nueva política económica y laboral, y permitió encauzar, a través de los Pactos de la Moncloa, la situación económica gravemente deteriorada.
La definición del carácter no confesional del Estado y la desaparición de las tensiones habidas al final del Régimen de Franco con la Iglesia Católica, estableciéndose una relación de sincera y fructífera colaboración mediante los Acuerdos Iglesia-Estado.
La apertura de la política internacional a todos los países del mundo, estableciéndose relaciones diplomáticas plenas con Rusia y con los demás países del Este, así como con México. Y, sobre todo, aprobando en las Cortes con la unanimidad de todos los partidos políticos la iniciación de las negociaciones para el ingreso de España en la Comunidad Económica Europea.
Y finalmente, la aprobación de la más compleja y atrevida manifestación de la concordia, la Constitución de 1978, cuyos avatares negociadores han llenado las páginas de muchos libros, y que logró ser apoyada —por primera vez en la Historia de España— por todos los partidos políticos, con la abstención lamentable del nacionalismo vasco.
Adolfo Suárez ha sido un hombre honesto y coherente en su pensamiento político, con una gran capacidad de seducción y de convencimiento en las relaciones personales, con un entrañable sentido de la amistad hacia sus colaboradores y de absoluta lealtad al Rey.
Todos los que hemos compartido con él las responsabilidades de Gobierno durante la Transición, y hemos vivido juntos los momentos apasionantes de la construcción de la democracia; pero también hemos sufrido las horas de incertidumbre y de derrota política; y las de dolor ante los terribles atentados del terrorismo; todos los que nos comprometimos junto a él en el proyecto de una sociedad superadora de los enfrentamientos del pasado y de una España esperanzada que mirara al futuro con una concepción abierta y moderna e integrada en el espíritu europeo; todos los que cumplimos con nuestra obligación de servicio al pueblo español sabemos de la inteligencia de Adolfo Suárez, de su profunda intuición política, de su gran capacidad de diálogo, de su saber esperar con paciencia el momento oportuno, de su trato exquisito y de su simpatía arrolladora
Como última expresión del homenaje a Adolfo Suárez quiero acabar diciendo que su gran objetivo —fallido— de construir y consolidar un partido de Centro ha sido elogiado por muchos historiadores, entre los que cabe destacar al hispanista Stanley G. Payne, que le ofreció esta emocionante dedicatoria en su libro «El colapso de la República»: «A Adolfo Suárez / y a los líderes y militantes / de Unión de Centro Democrático / quienes demostraron cómo construir / una democracia en España. / Su Historia fue breve, pero gloriosa».


La Generación de la Concordia que representó el sustento ideológico y social de la Transición, que ha permitido a España los treinta años de mayor libertad, democracia, desarrollo económico y justicia social, expresa de todo corazón nuestro homenaje a Adolfo Suárez. Y pedimos a todos los dirigentes políticos y sociales de la hora presente que vuelvan a retomar la senda del consenso y que este lema «la concordia fue posible» grabado ya en los muros seculares de la Universidad de Salamanca ilumine siempre la vida pública española.
SALVADOR SÁNCHEZ-TERÁN FUE MINISTRO DE LA TRANSICIÓN Y ACTUALMENTE ES PRESIDENTE DEL CONSEJO SOCIAL DE LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA

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