martes, 18 de octubre de 2011

Javier Gomá: «El niño va al colegio a ser feliz, no a ser mejor»

El estereotipo «el esfuerzo es de derechas» ha convivido con otro con el que se contrapone: el de «el burgués rentista». A. MARTÍNEZ-FORNÉS.- Día 13/10/2011


—¿Cómo se ha podido llegar a creer que «el esfuerzo es de derechas»?.
Los estereotipos son móviles y no intentan ser congruentes. De hecho, el estereotipo «el esfuerzo es de derechas» ha convivido con otro con el que se contrapone: el de «el burgués rentista», en contraposición, a su vez, con los «trabajadores».
Pero tiene su origen en la evolución de las políticas de educación, que también han experimentado una transición. Se pasó de una política de educación muy tradicional, paternalista, militarizada, basada en el esfuerzo y la disciplina, que se aplicó hasta las décadas de 1960 y 1970, a otra basada en la naturalidad, la espontaneidad, la creatividad y la imaginación, en la que no se debía aprender nada de memoria, que empezó a aplicarse en los años 80.
A partir de ese momento, comenzó a desprestigiarse el valor del esfuerzo y también el sacrificio, que tenían cierto resabio al antiguo régimen, y quedaron anticuadas las ideas de virtud.
Como si el colegio fuera un lugar al que el niño va a ser feliz, no a ser mejor (debería buscar ambos objetivos). Ello tenía que ver con la conquista de la libertad. Por tanto, detrás de este falso estereotipo había un elemento de verdad.

—¿Pero habrá que corregir el paso que se ha dado de un extremo a otro?.
—Ahora el problema no es cómo ser libres sino cómo convivir, cómo vivir juntos. Eso implica esfuerzo, disciplina, y está pendiente una nueva legitimación del esfuerzo. Cuando Pilar del Castillo fue ministra de Educación se aprobaron varias leyes basadas en el esfuerzo, pero fueron derogadas inmediatamente. Las leyes actuales permanecen en el paradigma anterior. Además de leyes, en las que lo más importante sería la exposición de motivos, lo verdaderamente necesario es que la sociedad se impregne del valor del esfuerzo.

—Pero los españoles seguimos esperando que la crisis la resuelva Merkel, y no nosotros con nuestro esfuerzo.
—El primer signo de la mediocridad es el desplazamiento de la responsabilidad: que hagan el esfuerzo otros. Pero no podremos resolver nuestros problemas si no aspiramos a ser ejemplares. Depende de una actitud moral. Se ha sacralizado la idea de la vida privada que, como derecho, es un bien absolutamente importante, pero la vida privada no es moralmente neutra. Es un dislate pensar que los problemas se pueden arreglar sin que se involucre la vida privada.

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