La fuerte sanción a un centro escolar por no haber atendido adecuadamente una situación de acoso reverdece un problema del que hemos hablado, escrito y debatido mucho a raíz de la muerte de Jokin hace unos años, pero del que ya hablamos mucho menos.
Podría parecer que nos hemos olvidado o que el acoso escolar ha desaparecido.
No es así. Lamentablemente, siempre habrá acoso escolar, como habrá otros tipos de maltrato a los menores, y es importante que aprovechemos cualquier aldabonazo para reciclar nuestro conocimiento y compromiso con el menor y verificar si todos los que tenemos relación con los menores vigilamos, percibimos e intervenimos de forma adecuada para evitarlos cualquier daño.
Renuevo mi admiración hacia la escuela. Hoy tiene un papel crucial en la transmisión de valores a nuestros hijos y, por tanto, en la estabilidad presente y futura de nuestra sociedad. Es imprescindible que todos renovemos nuestro compromiso en sabernos educadores, con la palabra y el ejemplo. Nuestro silencio nunca puede ser cómplice del maltrato físico y psicológico hacia cualquier persona y menos hacia un menor. Esta sanción confirma que hoy tenemos los instrumentos adecuados para que ningún caso pase desapercibido.
Sorprendentemente, nos preocupa más la situación del agredido que la del agresor.
El agresor que demuestra falta de empatía y predisposición a la violencia presenta un comportamiento mucho más difícil de corregir y que puede ir en aumento. Muchos padres no quieren reconocer la realidad de sus hijos y tratan de camuflarla en una «fuerte personalidad», para no evidenciar que no conocen a unos hijos que «se les han ido de las manos».
Ante esta sanción, debemos trasmitir un mensaje de tranquilida, pero nos debe hacer pensar si cada uno de nosotros, los más próximos a los niños, hacemos lo posible por evitar tanto maltrato silente que se da hacia los menores. Pedro NÚÑEZ MORGADES.
jueves, 7 de abril de 2011
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