domingo, 24 de abril de 2011

Elecciones mayo 2011 (II)

"Con esto llegamos como por la mano a determinar los factores que integran esta forma de gobierno y la posición que cada uno ocupa respecto de los demás.

Esos componentes exteriores son tres: 1º, los oligarcas (los llamados primates, prohombres o notables de cada bando que forman su “plana mayor", residentes ordinariamente en el centro); 2º, los caciques, de primero, segundo o ulterior grado, diseminados por el territorio; 3º, el gobernador civil, que les sirve de órgano de comunicación y de instrumento. A esto se reduce fundamentalmente todo el artificio bajo cuya pesadumbre gime rendida y postrada la Nación.


Oligarcas y caciques constituyen lo que solemos denominar clase directora o gobernante, distribuida o encasillada en “partidos". Pero aunque se lo llamemos, no lo es; si lo fuese, formaría parte integrante de la Nación, sería orgánica representación de ella, y no es sino un cuerpo extraño, como pudiera serlo una facción de extranjeros apoderados por la fuerza de Ministerios, Capitanías, telégrafos, ferrocarriles, baterías y fortalezas para imponer tributos y cobrarlos".


Joaquin Costa, político y jurista aragonés, denunció en "Oligarquía y Caciquismo" la corrupción del sistema político establecido por la la Restauración y la Constitución de 1876, el de la alternancia pacífica de los partidos dinásticos en los que se agrupan los dirigentes que subordinan los intereses de la nación a los suyos propios. Dirigentes que ni representan a la nación ni, por extraños, forman parte de ella.


En este sistema político, Costa distingue entre el cacique (el personaje importante en lo social y económico en un territorio) y el oligarca (el político profesional de la nación que necesita del cacique para lograr sus fines).
El funcionamiento de este sistema, según Costa, se apoya en los oligarcas y en los caciques.
Los oligarcas residen en el centro (Madrid) o ahora también en los centros de sus territorios (Comunidades Autónomas) y son los que deciden.
Los caciques diseminados por la periferia, y en diversos grados, ejercen el control del territorio bajo su influencia.
El Gobernador Civil de cada provincia (en la Restauración), en cuanto representante e instrumento del gobierno central en ella, sirve de nexo entre oligarcas y caciques.
El Gobierno organiza las elecciones y decide su resultado.



Los oligarcas, agrupados en partidos que les representan en las Cortes, se reparten regionalmente la nación en áreas de influencia política y por ello, según Costa, ni los partidos ni las Cortes representan al país y la nación no es libre ni soberana por estar prisionera de un régimen oligárquico y caciquil servido por instituciones aparentemente constitucionales y parlamentarias.
Un sistema político en el que los intereses de los electores quedan subordinados a los de los que fraudulentamente han sido elegidos.
Unos, abusando de su autoridad, y otros, aprovechándose de su posición y de sus riquezas, son los corruptores de un régimen que, pretendidamente representativo, ignora la voluntad de los que dice representar. Así, falseando el sufragio de los electores, se reparten y adueñan de todas las instituciones administrativas y de gobierno para actuar a través de ellas en beneficio propio.

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