lunes, 10 de enero de 2011

La Cataluña de Zapatero

26.11.2009

POR UN PLATO de votos, Zapatero vendió la primogenitura española, cuando, en plena campaña electoral, tuvo una ocurrencia y prometió a los políticos catalanes que respaldaría la reforma del Estatuto de Cataluña, siempre que estuviera votado por una mayoría de relieve. Una macroencuesta demostró que ni al 5% del pueblo catalán le interesaba la reforma estatutaria. Pero los políticos la llevaron al Parlamento regional y la aprobaron por el 85%. Era un Estatuto abiertamente anticonstitucional que los barones socialistas, al llegar el texto al Congreso de los Diputados, acotaron certeramente haciendo que Zapatero se envainara sus promesas. ERC se rebotó. CiU decidió votar que sí, aunque anunció públicamente para que no hubiera lugar a dudas: «Este Estatuto es sólo un peldaño más hacia la independencia de Cataluña». Que se reformara el Estatuto no interesaba ni al 5% de los catalanes y, tras dos años de propaganda y parafernalia, no acudió a votarlo ni el 50%. En una buena parte de las naciones democráticas hubiera quedado deslegitimado. El Estatuto sólo interesaba de verdad a la clase política de Cataluña, que quiere mandar más. Esa es la pura verdad.


Tras la criba del Congreso de los Diputados, los artículos eventualmente anticonstitucionales que permanecen en el Estatuto están pendientes de sentencia del Tribunal Constitucional que se retrasa y retrasa, acosados los magistrados de forma coactiva y a veces brutal por los políticos catalanes. Entre tanto, la operación secesionista continúa imparable su marcha. Este periódico tuvo el acierto de llevar a su primera página anteayer la creación del Tribunal Constitucional de Cataluña y una soflama del presidente de la Generalidad, el socialista José Montilla, contra la Constitución de todos. Si el Tribunal Constitu-cional de España no se hinca de hinojos ante el espíritu y la letra del Estatuto, vino a decir Montilla, destrozaremos la Constitución.


Ésta es, en fin, la Cataluña de Zapatero. Con la educación y los medios de comunicación en manos de los secesionistas, las concesiones zapatéticas sólo puedan conducir, y en un plazo tal vez no demasiado largo, al desafío final de la independencia. «Se aprobó el Estatuto y aquí no pasa nada», ha declarado varias veces el presidente circunflejo con su inevitable sonrisa. Claro, a plazo inmediato, no pasa nada. A medio y largo plazo sí van a pasar muchas cosas. Están pasando ya.


El problema de fondo, además, no radica sólo en la Cataluña de Zapatero sino en la España de Zapatero. Para algunos de los intelectuales que forman el think tank monclovita, la Historia de España es una vergüenza y la unidad de la nación, inspiradora de la actual Constitución, una desgracia abismal. No sé ahora, porque la presidencia del Gobierno enseña mucho y hay que dar a Zapatero el beneficio de la duda, pero hace diez años la España que tenía en la cabeza el líder socialista era una República confederal formada por los Estados de Galicia, País Vasco, Cataluña, Baleares, Canarias, Gibraltar y Andalucía. El resto es el País Español. Una fórmula, en fin, entre la Suiza cantonal y los Balcanes.


Que los dibujantes de este proyecto de España se van a tropezar con muchas dificultades está claro. Que un país con cinco siglos de unidad nacional tiene mucha capacidad de resistencia, parece evidente. Que Zapatero el embustero caerá algún día, a pesar de las facilidades que le da Rajoy para permanecer, resulta más que probable. Pero también es un hecho que la Cataluña de Zapatero camina hacia la secesión y que, salvo las apelaciones de Rosa Díez, los grandes partidos se dedican a sus intereses electoreros de pitiminí sin el menor proyecto para hacer frente a lo que se avecina.
Luis María Anson es miembro de la Real Academia Española.

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