El BCE no debe repetir su errónea alza de tipos de 2008; urge reformar el mercado energético
Los últimos datos de la coyuntura europea auguran un nuevo peligro: la combinación de una inflación superior a la prevista, con un crecimiento menor del deseado.
Y en algunos países con mayores desequilibrios, como España, ambos estándares amenazan con multiplicarlos.
Ese escenario reeditaría la estanflación, inaugurada a raíz de la crisis del petróleo de los años setenta. En versión más suave: ni tanto aumento de los precios, ni tanta caída de la actividad.
Es cierto que una inflación moderada puede constituir un buen signo, como anticipo o expresión de un mayor ritmo de crecimiento. El aumento del 2,2% exhibido por la eurozona en diciembre se inscribiría, por exceder solo en dos décimas el objetivo del BCE, y por ser un dato parcial, en ese enfoque más bien positivo.
Pero puede augurar también un aumento sostenido de los precios más allá de lo aconsejable. El dato español, del 3% -con un alza de siete décimas- en términos interanuales, es una señal de alerta. No solo porque castigue más a los asalariados y a los sectores más desfavorecidos, sino también porque entraña un posible desequilibrio futuro de mayor entidad.
Ello es así porque el ritmo del crecimiento es inferior al que resultaría capaz de absorber sin traumas el aumento de los precios. Es cierto que el PIB alemán creció en 2010 más que cualquier año tras la reunificación: el 3,6%. Pero en esa virtud se agazapan pecados. Ese 3,6% sucede a un descenso, muy superior, del 4,7%, en 2009, con lo que todavía la locomotora europea no ha recuperado el nivel anterior a la recesión. Y prefigura un dato del 2% este año. Y duplica el ritmo de sus vecinos. En suma: con ser esperanzador, no despeja todas las inquietudes.
La lectura que el BCE ha hecho de los datos de inflación es preocupante.
Aunque aún no se ha precipitado hacia el error, como hizo en 2008, justo antes del cénit de la crisis, agravándola con un alza de tipos, ha declarado que esa errónea actitud era una referencia de calidad.
La interpretación de los Gobiernos ni siquiera se ha percibido.
Alguien debería subrayar ahora la necesidad de acelerar la reforma del mercado energético, dado que el incremento del coste de los carburantes es componente esencial del aumento inflacionario; de modificar el mix de generación; de abrir paso a una fiscalidad verde global; de fraguar un verdadero mercado común energético: con competencia.
sábado, 15 de enero de 2011
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