Lo que la gente cree que es su opinión, ha sido fabricado en centros lejanos de creación de ideas para la propaganda de los poderes establecidos.
A semejanza de las campañas de promoción de un producto comercial, precedidas de un proceso de creación publicitaria, las mercaderías políticas llegan al consumidor adaptadas a cada país por sus propios medios de comunicación.
Para que existiera verdadera opinión pública se necesitaría, en primer lugar, que tuviera la naturaleza de las opiniones, no la de simples creencias, y en segundo lugar, que fuera la opinión del público, no la difundida por opiniones privadas en el público. Esas condiciones hacen extremadamente difícil que pueda existir auténtica opinión pública. La que pasa por tal es la opinión hegemónica de la información dominante, repetida como un eco sin fin por la desinformación dominada.
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