Su desprestigio ha crecido a tal ritmo que poco le queda por hacer en su juzgado. Tal vez consciente de ello, un sector del Gobierno se ha planteado buscarle una salida digna.
Garzón está buscando, con apoyos de dentro y fuera del Gobierno, una recolocación fuera de la carrera judicial.
Muy mal anda ya la credibilidad del juez estrella de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón, cuando el propio Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero ha salido a su rescate y ha estudiado la posibilidad de facilitarle una salida de su juzgado.
Muy mal anda ya la credibilidad del juez estrella de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón, cuando el propio Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero ha salido a su rescate y ha estudiado la posibilidad de facilitarle una salida de su juzgado.
Los argumentos de un sector del Ejecutivo se refieren a la delicada situación en la que se encontraría el magistrado por la animadversión que acumula entre muchos de sus compañeros de la judicatura.
Además de un intento de favorecer a un juez que ha mostrado una notoria sintonía con el Gabinete de Zapatero, influye otro punto que no se llega a expresar abiertamente: el reconocimiento del poder que Garzón acumula y del que ha dispuesto a lo largo de su carrera de un modo no siempre previsible.
Así las cosas, desde el Ejecutivo se ha barajado la posibilidad de ofrecer a Baltasar Garzón el puesto de magistrado de enlace con un país hispanoamericano, según desvela el diario El Mundo. Los jueces de enlace son designados directamente por decisión gubernativa y están al frente de la cooperación judicial entre dos países. Dos ejemplos de este cargo los personifican Ángel Llorente, que desempeña esta función en Marruecos, y el ex instructor de la Audiencia Nacional Manuel García Castellón, que desde 2000 se encuentra destinado en París.
Los jueces que acceden a este puesto se encuentran en comisión de servicios especiales, sin plazo definido y conservan su plaza en sus respectivos juzgados como titulares.
Al Gobierno le llegó, no obstante, la impresión de que al magistrado no le convencía este cometido, y se planteó la opción de crear un puesto más genérico, ampliando la representación del juez a otros países en la mayor parte de los cuales su figura ha sido admirada. Las fuentes consultadas aseguran que Garzón no vio con malos ojos esta segunda opción, pero encierra algunos inconvenientes técnicos.
El puesto requeriría del visto bueno de otras instituciones y ese trabajo llevaría su tiempo. No es la primera vez que miembros del Ejecutivo abordan con interés la posibilidad de facilitar la salida de Baltasar Garzón de su juzgado.
El Gobierno valora el trabajo de Garzón en la lucha antiterrorista, pero también es consciente de que tiene en su poder datos sobre asuntos delicados cuya trascendencia depende sólo de su control. En cuanto al magistrado, entre sus allegados aparenta estar tranquilo, a pesar de los procedimientos que le tienen en el punto de mira. Enfadado, explica a quien quiera escucharle que buena parte - si no toda su situación - se debe a la instrucción del caso Gürtel, que ha despertado la mayor de las reacciones entre los jueces llamados conservadores. Pero Baltasar Garzón omite que, entre los juristas que han dado el visto bueno a proseguir con las investigaciones que le conciernen, los hay con marcado sesgo progresista.
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