SI los que recaudan más reciben también más, ¿de dónde va a salir para los que recaudan menos?
Al inaugurar con el bombo que se merece la nueva terminal del aeropuerto del Prat, el presidente del Gobierno anunció que Cataluña recibirá por encima de la media nacional en la nueva financiación autonómica.
¿Cómo va a conseguirlo? Pues la media sólo se logra quitando a los ricos para dárselo a los pobres, con el gobierno en el papel de bandido generoso que le corresponde en todo Estado social de derecho.
Pero esta norma aritmética tan elemental no parece regir para nuestro presidente, que anuncia, con una seguridad que produce escalofríos, que todas las comunidades saldrán favorecidas en su nuevo sistema de reparto.
Un imposible matemático, porque si todas reciben más que la media, la media se convierte en utopía inalcanzable. No se puede percibir más por perder población, y por aumentarla. Por tener más renta, y por tener menos. Por envejecimiento y por rejuvenecimiento. Pero es lo que ha prometido.
Y, una de dos, o toda la economía que Miguel Sebastián enseñó a Zapatero en tres tardes eran las cuentas del Gran Capitán, o Zapatero está de nuevo engañando a todo el mundo.
La única manera de salir de tal disparate es volver a una contabilidad real, en vez de hacer constantemente las cuentas de la lechera. Y lo primero que necesitan nuestras cuentas públicas es una reordenación del sistema tributario, para hacerlo más lógico y más justo. En vez de recaudar el Estado todos los tributos, para repartirlos a su antojo entre las Autonomías, debe limitarse a recaudar lo que necesita para sus gastos, mientras las comunidades autonómicas recaudarán lo que necesitan para los suyos. Si, además, quieren tener teatros de ópera, orquestas, exposiciones, premios literarios y otros extras, perfectamente: que suban sus impuestos, y ya veremos lo que dicen sus contribuyentes. Lo que no puede ser es que las Autonomías sigan disparando con pólvora del rey (el rey, hoy, es el contribuyente), gastando sin responsabilizarse de recaudar. La democracia, a la postre, es eso: tributos y gastos de los mismos en libertad y responsabilidad tanto por parte del Gobierno como de los ciudadanos. Cualquier desequilibrio de esa ecuación nos llevará a una forma u otra de dictadura.
Aunque ahora me doy cuenta de que tal equilibro no puede darse en España por haber mantenido unos derechos forales que permiten a unas comunidades recaudar todos los impuestos, chollo al que aspiran, naturalmente, las demás. Un residuo del viejo régimen -me refiero al medieval, no al franquista-, que condena a nuestras Autonomías a una eterna minoría de edad y convierte nuestra democracia en confrontación permanente. Y encima, el presidente prometiendo más a todos. Ése sigue sin enterarse de que hay crisis.
La única manera de salir de tal disparate es volver a una contabilidad real, en vez de hacer constantemente las cuentas de la lechera. Y lo primero que necesitan nuestras cuentas públicas es una reordenación del sistema tributario, para hacerlo más lógico y más justo. En vez de recaudar el Estado todos los tributos, para repartirlos a su antojo entre las Autonomías, debe limitarse a recaudar lo que necesita para sus gastos, mientras las comunidades autonómicas recaudarán lo que necesitan para los suyos. Si, además, quieren tener teatros de ópera, orquestas, exposiciones, premios literarios y otros extras, perfectamente: que suban sus impuestos, y ya veremos lo que dicen sus contribuyentes. Lo que no puede ser es que las Autonomías sigan disparando con pólvora del rey (el rey, hoy, es el contribuyente), gastando sin responsabilizarse de recaudar. La democracia, a la postre, es eso: tributos y gastos de los mismos en libertad y responsabilidad tanto por parte del Gobierno como de los ciudadanos. Cualquier desequilibrio de esa ecuación nos llevará a una forma u otra de dictadura.
Aunque ahora me doy cuenta de que tal equilibro no puede darse en España por haber mantenido unos derechos forales que permiten a unas comunidades recaudar todos los impuestos, chollo al que aspiran, naturalmente, las demás. Un residuo del viejo régimen -me refiero al medieval, no al franquista-, que condena a nuestras Autonomías a una eterna minoría de edad y convierte nuestra democracia en confrontación permanente. Y encima, el presidente prometiendo más a todos. Ése sigue sin enterarse de que hay crisis.
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