lunes, 6 de junio de 2011

Historiadores de medio pelo o la falta de rigor en la investigación histórica.

La polémica artificial que se ha generado con la extraordinaria aportación historiográfica que representa el Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia ha puesto sobre la mesa las carencias que existen en nuestro país.
Hemos visto cómo alborotaban historiadores de medio pelo que consiguieron la cátedra con unas trayectorias manifiestamente mejorables.
Algunos con tesis doctorales sobre sucesos acaecidos en comarcas o trabajos de mesa camilla.
Muchos se convirtieron en especialistas sobre la Guerra Civil y el franquismo con un sesgo de izquierdas que les impide cualquier análisis objetivo del triste periodo que va de 1931 a 1975.
La Academia de la Historia, empezando por Gonzalo Anes, está compuesta por historiadores de gran calidad y prestigio.
No encontramos en ella a historiadores de medio pelo con pretensiones.
La otra grave carencia de ese otro sector de la historiografía es su provincianismo e incluso localismo.
Nada que ver con lo que existe en Estados Unidos, Francia o el Reino Unido, donde los historiadores estudian el mundo.


Un ejemplo personal:
Publicar este artículo supuso que mi tésis doctoral, estando en prensa para su publicación, jamás fuera publicada.
Trancripción del texto:
Aclaraciones históricas sobre el nacimiento de “la Pepa”.

Ramón M. Gonzalvo Mourelo. Catedrático de Instituto de Bachillerato José María Albareda” de Caspe (Zaragoza). Diario de Teruel, viernes, 27 de marzo de 1987.
(La publicación de este artículo ocasionó el que no viera la luz mi Tésis Doctoral, estando ya en prensa para ser editada por una Editorial aragonesa).
"He seguido con atención cuanto se ha escrito sobre la Constitución de 1812, cuyo 175 aniversario acaba de celebrarse.
Ante imprecisiones o errores de bulto observados, quisiera aportar algo a lo ya dicho sobre el tema.
La afirmación de que nuestra región aragonesa ocupó un papel destacado en la elaboración de la Constitución de 1812 creo que es muy arriesgada.
Decir, como lo ha hecho Manuel Pérez Rivera en el Diario de Teruel, que “la Pepa”sin Isidoro Antillón y sin Vicente Pascual sería a estas horas “non natus”, es un grave error histórico.
Continuar afirmando que Vicente Pascual “desde su principal puesto (de Presidente de las Cortes) interviene decisivamente en su filosofía, elaboración y redacción, para luego, solemnemente ser su primer firmante y presentador oficial”, es ya un atrevimiento imperdonable.
Mi Tesis Doctoral trató sobre la Representación Aragonesa en la Junta Central y en las Cortes de Cádiz.
Se defendió hace tres años en la Universidad de Zaragoza y fue fruto de cinco años intensos de investigación. Desde su lectura he seguido ocupado en el estudio del trasfondo aragonés de la “revolución” de comienzos del siglo XIX.
A través de la investigación se llega a una primera conclusión: los diputados aragoneses tuvieron que ver muy poco con el contenido y la elaboración de la “Pepa”.
Sólo algunos datos que avalan lo que digo:
Fue firmada por 185 diputados, de los que solo cuatro representaban al Reino de Aragón.
Solo Vicente Pascual, Pedro María Ric, Juan Polo y Catalina y José Aznarez estuvieron presentes en el Congreso al discutirse el Proyecto Constitucional.
Durante la discusión del Proyecto sus intervenciones fueron escasas:
Polo intervino directamente en cinco artículos y solo se tomaron en consideración sus propuestas en tres.
Ninguna de las propuestas de Vicente Pascual (en tres artículos), Aznarez (en uno) y Ric (en uno) fueron atendidas.
Afirmar que Antillón intervino en la elaboración de la Constitución de forma directa significa ignorar que este diputado se incorporó al Congreo a finales de mayo de 1813 (más de una año después de haberse promulgado el texto constitucional).
Un solo Diputado Aragonés en la Comisión Constitucional.
El único Diputado aragonés que formó parte de la Comisión Constitucional fue Pedro María Ric.
Su informe sobre Cortes revela que éste, aún siendo partidario de grandes reformas, no consideraba aquél como el momento mas oportuno para hacerlas.
A la luz de las Actas de la Comisión, salvo al tratarse del tema de la Inquisición, no parece que librara grandes batallas en su seno.
Una carta de su mujer al Duque de Villahermosa decía que Ric y los demás diputados del partido sano, realista y verdadero español estaban disgustadísimos, no se les hacía caso y ni siquiera se recogían sus discursos en el Diario de las Cortes tal como los pronunciaban; le anunciaba que la Constitución se iba a presentar pronto al Congreso y que no salía como debía y que aún temía que la echasen a perder todavía más en su discusión en las Cortes.
Hablar de diputados que luego fueron serviles y que se volvieron contra la Constitución, implica simplificar la realidad histórica de manera arriesgada; afirmar que la Constitución de Cádiz nació sobre todo impulsada por una necesidad sentida a la razón por el pueblo y por quienes decretaron sus deseos de independencia, de libertad, de afirmación propia frente a los abusos seculares de los estamentos dominantes, significa conocer muy poco la historia del momento.
Sostener estas afirmaciones y ensalzar la representación aragonesa en las Cortes de Cádiz es ya incoherente.
Sin hacer apología de unos u otros y después de estudiar un poco el asunto, la realidad no aparece tan clara como para establecer la dicotomía entre buenos y malos, liberales y serviles o pueblo y estamentos dominantes.
El discurso de Vicente Pascual al presentar la Constitución, y a la luz de sus posteriores intervenciones en las Cortes, manifiesta una ingenuidad sorprendente y solamente con el paso del tiempo –a fuerza de contradicciones internas- llegó Pascual a alcanzar el significado de lo aprobado en aquel venturoso 19 de marzo de 1812.
Aznarez manifestó que sin los Diputados suplentes (aquellos que habían sido nombrados a dedo) muchos Decretos de las Cortes no hubieran salido adelante; que éstos no encontraban una oposición en el Congreso porque los diputados votaban sin saber exactamente el significado de los términos que se empleaban (al votarse el tema de la soberanía nacional, dirá, en la inteligencia de la mayoría de los diputados no se despojaba de ésta al Rey); la objetividad histórica obliga a recordar su protesta, junto a la de otros representantes: éstos no pudiendo contar con la libertad necesaria para su diputación, se despedían de la asistencia al Congreso hasta que se hallasen en estado de desempeñarla libremente.
Otras aclaraciones.
No me puedo alargar demasiado, pero conviene recordar que los procesos seguidos a los diputados que se habían destacado en atentar contra la soberanía de Fernando VII, solo aparecen encausados dos diputados aragoneses: Polo y Antillón.
Un Informe de Luis de Palafox solo acusó a Polo de haber sido uno de aquellos que, consultando menos la opinión de la nación que la suya propia, sostuvo residir la soberanía en la nación española.
Hablar del foralismo de Antillón significa desconocer por completo su pensamiento.
La presencia de los representantes del pueblo natal de Castrillón en los Actos conmemorativos de la Constitución de 1812 significa ignorar que éste fue diputado para las Cortes ordinarias y que fue uno de los siete diputados aragoneses (de un total de nueve) elegidos por el “pueblo” según las normas electorales de la Constitución y que formaron un Manifiesto pidiendo al Rey la “anulación” de la Pepa (por su ilegalidad) y le denunciaban la violencia y la opresión con la que los legítimos representantes de la nación se habían visto impedidos de manifestar su voto, defendiendo los derechos del Monarca y el bien de la Patria.
José de Palafox tenía entre los franceses fama de que no consentiría que las facciones plebeyas encadenasen la autoridad del Rey por las Cortes;
Él fue el que trajo a Fernando VII, a su regreso de Franca, por Zaragoza y advirtió a Ric que pusiera cuidado de que en la ciudad no aparecieran colgaduras con el rótulo Constitución.
No me alargo más, próximamente se publicará mi estudio detallado sobre este tema y allí argumento con detalle todo cuando digo.
Yo no estoy a favor ni en contra de la Constitución de 1812 (como historiador no puedo tomar partido y solo procuro comprender el todo de la realidad histórica), simplemente estoy reivindicando rigor científico para “nuestro” pasado.
No somos más grandes por exagerar lo que hacemos o por atribuirnos lo que no es nuestro.
Recojo dos ideas de Antonio Ubieto en una entrevista recientemente publicada: “mi único enfoque es encontrar apoyo documental para lo que afirmo”, “ahora se tiene mucha tendencia a hacer interpretaciones históricas, caldo de cabeza, sin base documental”.
El rigor que pretendo me obliga a hacer lo que estoy haciendo, aún a sabiendas de que alguien pueda molestarse, no es mi intención.
Con sorpresa he recibido la noticia de que en una Universidad como la de Zaragoza se realiza una Tésis de Licenciatura sobre un tema ya tratado en una Tésis Doctoral (la mía) en esa Universidad y más, si esa investigación está subvencionada, como parece, por las Cortes de Aragón.
Espero con atención el libro presentado en los actos conmemorativos sobre “los diputados aragoneses en las Cortes de Cádiz” porque todavía no lo he podido conseguir, pero estoy seguro que del contraste de investigaciones surgirá un mejor conocimiento de nuestra historia aragonesa".

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