Valentín González fue un célebre militar republicano español.
Firmemente convencido de los bienes del comunismo, luchó contra los franquistas.
Ya durante la guerra resultaba bastante molesto para sus propios correligionarios que intentaron eliminarlo. Pero logró salvarse y fue uno de esos privilegiados que viajaron al paraíso del proletariado: la URSS.
Mientras algunos de sus camaradas, como la Pasionaria o Carrillo, comieron agradecidos del pesebre que les montó Stalin, nuestro amigo, algo impetuoso, y quizás más desobediente que idealista, no logró soportar la farsa.
A pesar de haber ingresado en la academia militar con grado de General acabó en Siberia acusado de conspirar (cabe decir que potencialmente todo ciudadano soviético lo era, lo que pasa es que el sistema judicial y la policía no daban abasto).
En un país en que la población se dividía, con una línea confusa, entre delatores y delatados, eso no es extraño.
Lo curioso es que fueron sus amigos españoles quienes lo entregaron a los campos de concentración de Siberia. La traición era un grado para el buen comunista. Así lo pensaba Stalin, auténtico emperador del terror.
De sus decepciones y de lo sufrido en los campos soviéticos tratan estas memorias escritas por “El Campesino”, que consiguió huir del paraíso socialista en 1949 a través de Irán.
Alentado por su amigo Gorkin escribió este testimonio, para que el mundo pudiera conocer la verdad de la praxis comunista.
Aún hoy no podemos dejar de sorprendernos por el régimen de terror que duró durante tantos años y afectó a millones de personas mientras nuestros izquierdistas de occidente cantaban loas.
Aunque solo fuera para conocer algo de aquel infierno vale la pena leer: 'Yo escogí la esclavitud', de Valentín González, 'El Campesino'.
'El Campesino' explica las torturas a las que fue sometido, ciertamente terribles y también aplicadas por los comunistas en las checas de Madrid y Barcelona durante la Guerra Civil; también denuncia con dolor que Stalin convirtiera el ideal comunista en una tiranía pero… se arrepiente de haber luchado por esa causa, pero no de los crímenes en los que él mismo participó.
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