CiU ha puesto ya las cartas sobre la mesa. Los demás deben
hacer lo mismo, sobre todo el PSOE, factor inestable en los últimos años para la
cohesión territorial
EL presidente de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas,
anunció ayer el inevitable adelanto electoral para el 25 de noviembre.
Si Mas
cumple su palabra, Convergència i Unió presentará por primera vez un programa
electoral con una propuesta de autodeterminación, aunque sea mediante la
celebración previa de un referéndum.
Antes que ser desbordado por la marea
soberanista, Artur Mas ha preferido ponerse al frente de ella, arrancar de su
coalición la etiqueta de «nacionalismo moderado» y embarcarse definitivamente
en un movimiento político de extremismo separatista.
Ni siquiera Mas sabe en
qué acabará -para él, para CiU y para Cataluña- esta temeridad histórica de
lanzar a los catalanes por el camino a ninguna parte de la autodeterminación.
Puede servirle para enmascarar la quiebra de los servicios sociales de Cataluña
o la torpe gestión del llamado «pacto fiscal». Esto es política a corto plazo y
oportunista. Pero no habrá posibilidad alguna de que un resultado electoral
favorable a la consulta separatista cambie el marco constitucional de la
soberanía nacional y de la unidad de España. Tampoco hay posibilidad de pasar
por encima de España y aspirar a que sea Europa la que avale la
autodeterminación de Cataluña. Si de algo está escarmentado el Viejo Continente
es del nacionalismo conflictivo y rupturista. El mensaje europeo está escrito:
Cataluña está en Europa porque es parte de España. (Editorial de ABC)
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