lunes, 17 de septiembre de 2012

La marcha de Esperanza.



CANSANCIO personal, hartazgo político, salud delicada, desgaste anímico, incomodidad en el proyecto actual del Partido Popular. Discrepancias con Rajoy y su Gobierno, soledad moral, presiones familiares, aislamiento institucional. Un arrebato de desaliento o tal vez una medida decisión estratégica. Quizá de todo un poco, una mezcla de la consciente determinación y la audacia impulsiva que construyen a medias su singular personalidad pública. La propia ambigüedad del anuncio de dimisión de Esperanza Aguirre convirtió ayer Madrid, ya de por sí una ciudad de esencia conspiratoria, en un torrente de rumores especulativos y de murmullos de intriga. Experta en irrupciones sorpresivas y golpes de efecto, la presidenta madrileña ejecutó el último movimiento con una frialdad fulminante. Muy a su estilo: contundente, súbito, hermético, inesperado.

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