El cadáver de José Antonio Primo de Rivera fue trasladado en 1939 hasta El Escorial
En 1959, por sendas cadenas de porteadores llegó al Valle de Cuelgamuros
Una lápida de piedra caliza decora el chaflán de un edificio de la madrileña calle de Génova. Bajo un ángel de alas abiertas sobre una estrella de cuatro puntas una leyenda reza: "Aquí en esta casa nació José Antonio".
Y en números romanos se lee la fecha del 24 de abril de 1903.
La frase da noticia de un abogado, parlamentario e ideólogo madrileño cuyo recuerdo, de manera voluntaria o impuesta, transformado en símbolo, ocupó las mentes de millones de españoles durante décadas.
Este 20 de noviembre se han cumplido 75 años de su fusilamiento en la cárcel de Alicante, a los 33 años. Concluida la Guerra Civil su cuerpo, llevado a hombros desde la ciudad levantina hasta El Escorial en 1939, permaneció en el monasterio hasta 1959 y fue enterrado veinte años después a los pies del altar mayor de la entonces recién construida basílica del Valle de los Caídos, bajo la sierra del Guadarrama.
Frente al lugar que ocupan sus despojos serían sepultados en 1975 los del general Francisco Franco. Para unos, la figura de José Antonio Primo de Rivera cobraría rango heroico. Otros la percibirían como flagelo insufrible, tras apropiarse de su legado ideológico el dictador.
Ninguno de los dos célebres sepultados allí se profesó en vida simpatía, aseguran sus biógrafos.
José Antonio quedó vinculado a la historia y al callejero de Madrid y de centenares de ciudades y pueblos de España durante décadas.
Nació en un suntuoso edificio muy cerca de la madrileña plaza de Colón. Lo hizo en el seno de una familia con cinco hijos. La madre moriría cuando él contaba apenas cinco años. El padre, general jerezano Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, marqués de Estella, sería dictador entre 1923 y 1930
A la defensa de la memoria del militar autócrata, muerto en el exilio en París en 1930, dedicaría su primogénito José Antonio parte de su exigua vida política -menos de tres años- que cobró dimensión y alcance el 29 de octubre de 1933 en el teatro madrileño de la Comedia, al fundar Falange Española. Se trataba de un partido juvenil, de corte fascista y violento, inmerso en la época más agitada de la vida española y también europea: el preludio de la Guerra Civil, con Hitler y Mussolini en el poder en Alemania e Italia, respectivamente, además de José Stalin en la URSS.
José Antonio estudió el Bachillerato y el primer curso de Derecho en su propia casa, amén de aprender inglés aplicadamente. Su primer trabajo fue como traductor de la empresa de automoción McFarlane.
Camino de la Universidad, conoció a Ramón Serrano Súñer.
Con el tiempo, su amigo y correligionario se casaría con Zita Polo, cuñada de Franco.
Serrano llegaría a ser arquitecto del régimen franquista, ministro de Gobernación, de Asuntos Exteriores y varias veces delegado suyo ante Hitler en su Nido de Águilas. Una vez desaparecido José Antonio, Franco convertiría la Falange, convenientemente modificada y con la aquiescencia de su cuñado falangista, en base social y juvenil de su régimen.
En 1925, recién terminada la carrera de Derecho, José Antonio Primo de Rivera participó en el Convento de las Comendadoras de Madrid en una ceremonia sólo reservada a unos pocos y elegidos aristócratas como él mismo: la investidura como Caballero de la Orden de Santiago en presencia del capítulo de la legendaria Orden Militar y del rey Alfonso XIII, mentor de la dictadura de su padre.
Apuesto y elocuente, José Antonio destacó muy joven como abogado experto en derecho hipotecario y por sus dotes de orador y tribuno. Había sido alumno de catedráticos como Clemente de Diego y Gascón y Marín. Fue diputado a Cortes. Buen gourmet, cazador y deportista, siendo miembro del Ateneo madrileño se dotó de amplia cultura y prosa desenvuelta y poética.
Su pensamiento se definía como nacionalista, anticomunista y profundamente antiliberal.
Consistía en una mezcla de conceptos oligárquicos, social-cristianos y populistas, trabada con componentes del ideario fascista mussoliniano y una estética escenográfica pretendidamente semejante a la del nacional-socialismo alemán.
Esta multiplicidad de fuentes y elementos ideológicos determinaron el carácter interclasista de Falange, en cuyo seno coexistieron mal dos corrientes ideológicas, una de corte populista, recelosa de la oligarquía, y otra de corte elitista-aristocrático, que Franco se encargaría de primar frente a aquélla.
Luego, en 1937, tras la muerte de José Antonio, decretaría la fusión de Falange con los tradicionalistas para crear el Movimiento Nacional, que mantuvo un discurso con componentes falangistas.
El cadáver de José Antonio permaneció en un monasterio de agustinos de El Escorial hasta la primavera de 1959.
José Antonio era primo carnal del que con el tiempo sería luego cineasta franquista, José Luis Sáenz de Heredia. Uno de los escasos romances conocidos de José Antonio lo fue el que mantuvo con la falangista malagueña Carmen Werner, cuyas cartas de amor una amiga quemaría tiempo después. Otro de los amores de José Antonio fue Pilar Azlor de Aragón, duquesa de Luna.
En 1935 Falange Española fue ilegalizado por la conducta violenta de algunos de sus miembros, a quienes se atribuyó, entre varios otros, el asesinato del teniente José Castillo en la calle de Augusto Figueroa. El falangista Matías Montero había sido asesinado por militantes de izquierda en el barrio de Argüelles durante aquellas turbulentas fechas.
Resultado de tales sucesos fue la proscripción de Falange y el ingreso de José Antonio en la madrileña Cárcel Modelo, previo a su traslado a la prisión alicantina donde moriría el 20 de noviembre de 1936 tras ser juzgado y declarado convicto de complicidad con el levantamiento golpista de Franco y Mola. Franco se negó a autorizar un intento de rescate de José Antonio en la cárcel de Alicante por parte de un comando de diez personas, del que formaría parte el boxeador vasco Paulino Uzcudun, y que contaría con el apoyo de un submarino italiano para la evacuación del rescatado y otros aportes de asistencia en infraestructura provistos por el cónsul alemán en Alicante.
En esa prisión, donde inicialmente gozó de cierta libertad de visitas –incluso dispuso de un arma de fuego que le hicieron llegar sus allegados- al morir dejó una maleta con efectos personales e importantes documentos políticos en los que puntualizaba y al parecer, mitigaba, su adhesión inicial al golpe de Estado, además de mostrar, según sus biógrafos afectos, cierta disposición a detener la contienda. Se sabe que un emisario de José Antonio había entablado contactos en Barcelona con el líder del Partido Sindicalista, el anarquista Ángel Pestaña, a quien expresó ciertas reticencias hacia la actitud de Franco en fechas previas al golpe militar.
De tal maleta, que además de los documentos contenía un mono de operario y unas gafas, se hizo cargo Indalecio Prieto, ministro socialista, que la llevó consigo al exilio de México, donde murió en 1962. A través de un militante socialista afecto a Prieto, Víctor Salazar, la maleta y los documentos, por los que durante años Franco pugnó conseguir ya que podían resultar comprometedores, le fueron devueltos al sobrino de José Antonio, Miguel Primo de Rivera y Urquijo en 1977, dos años después de la muerte del dictador.
El féretro con el cadáver de José Antonio, procedente de Alicante y a hombros de relevos de jóvenes falangistas, cruzaría por Argüelles, el mismo barrio madrileño donde se hallaba la Cárcel Modelo en la que estuvo preso en la primavera de 1936. El cortejo fúnebre siguió en dirección a San Lorenzo de El Escorial, donde llegó el 31 de noviembre de 1939. En el monasterio agustino permaneció hasta la primavera de 1959 en que fue trasladado a la recién estrenada Basílica del Valle de los Caídos "levantada para acoger a los héroes y mártires de nuestra Cruzada", según carta del dictador Francisco Franco a sus hermanos Miguel y Pilar Primo de Rivera de fecha 7 de marzo de 1959 ante la inauguración del enorme mausoleo. Esta frase textual pone en entredicho la supuesta intención primigenia de Franco de sepultar combatientes republicanos en el Valle de los Caídos, hipótesis que atribuyó al dictador tal gesto como eventual signo de benevolencia; más bien parece haber sido una idea muy posterior a la pretensión inicial y a la construcción de la enorme cruz y templo basilical, excavado éste 250 metros en roca viva por miles de prisioneros políticos republicanos.
La cruz monumental fue ornamentada con gigantescas figuras de evangelistas y de vírgenes por el escultor extremeño Juan de Ávalos. Según señalaron entonces medios cercanos a las obras, la inhumación forzosa de muertos en combate de ambos bandos de la Guerra Civil bien pudo obedecer a una imposición del general Dwight D. Eisenhower, presidente de Estados Unidos, como requisito político previo a su visita a España en 1959, en tanto que supuesto gesto de reconciliación de Franco hacia el bando republicano forzado por cierto pragmatismo estadounidense.
Venerado por unos y denostado por otros, incrustado en una época donde proliferaron potentes mitos sentimentales, incluso enemigos acérrimos de José Antonio, como el líder comunista Santiago Carrillo, reconocieron el valor de su entereza ante la muerte. Su nombre, José Antonio, rotuló 39 años la Gran Vía de Madrid y designa, aún, nombres, calles, plazas y estatuas de toda España
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