Por sus frutos los conocereis.
Tras la sonrisa del presidente nada hay: no hay bandera, no hay puño, no hay rosa, no hay libros. Sólo una sonrisa. Se trata de la reducción del socialismo del PSOE a una mueca, del vaciamiento ideológico de la primera organización política nacional, de la banalización radical de la acción política y, en definitiva, de una forma sutil y patológica de nuevo culto a la personalidad del líder.
La letra Z desnuda la indigencia intelectual del presidente y, al mismo tiempo, denota la crisis de contenidos ideológicos de su partido. El jefe del Ejecutivo es el resultado -como dirigente político- de una constelación de casualidades históricas irrepetibles que su levedad formativa no ha sabido aprovechar.
Z resuelve los problemas -cree que lo hace- negando su existencia o su entidad.
Nada de lo que ocurre en España es particularmente grave o preocupante para el presidente del Gobierno.
El peligro para España y para el PSOE reside, precisamente, en la estrategia de la sonrisa porque no deja de ser una simple máscara para relativizar -y al mismo tiempo camuflar- la sin par incapacidad del Gobierno y de su presidente en la gestión de los asuntos públicos y de la renovación de su partido.
Se ha adueñado del socialismo español el síndrome paralizante de la sonrisa del presidente y nadie dice ni hace nada que pueda contradecir los nuevos códigos de comportamiento zapaterista.
Zygmunt Bauman, en su denostado «Vida líquida», describe a los nuevos especímenes públicos que se guían en sus apegos y compromisos por la «liviandad y la revocabilidad» de sus posiciones y, siguiendo a Jacques.
Attali, les imputa vivir «en una sociedad de valores volátiles, despreocupados ante el futuro, egoístas y hedonistas».
Para estos personajes, dice Bauman, «la novedad es una buena noticia, la precariedad es un valor, la inestabilidad es un imperativo, la hibridez es la riqueza».
«Dominan y practican el arte de la vida líquida: la aceptación de la desorientación, la inmunidad al vértigo y la adaptación al mareo y la tolerancia a la ausencia de itinerario y de dirección y de lo indeterminado de la duración del viaje».
Perfila el estereotipo del novísimo irresponsable que se ha encaramado con éxito a las posiciones de poder en una sociedad -que es líquida porque ha desterrado los valores permanentes- sometida a simulaciones y engaños.
El inquilino de la Moncloa es, exactamente, lo que parece: una sonrisa con un fondo de nada.
El decurso de los acontecimientos va modelando un liderazgo virtual de carácter personalista, desideologizado, oportunista y charlatán en el que el socialismo se transforma en un activismo progresista contradictorio muchas veces con los valores de la izquierda y donde la gestión política muta en un ejercicio de ocultamiento, relativización o elusión de los problemas.
martes, 6 de diciembre de 2011
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