El sábado pasado, el diario El País publicó en sus páginas de Opinión la siguiente Carta al Director firmada por Rosa Díez, diputada socialista en el Parlamento Europeo, titulada "Carta abierta al Rey".
Ruego disculpe su majestad mi atrevimiento al dirigirle esta carta pública. He reflexionado sobre la conveniencia de introducirla en un sobre y hacérsela llegar discretamente, e incluso he llegado a considerar que de haberlo hecho así la receptividad de su majestad ante mis palabras hubiera sido mayor. Pero, a pesar del riesgo que corro utilizando este método público, he tomado esta opción.
Verá, señor, quisiera explicarle bien el porqué de mi reacción y el porqué de estas líneas. Para nosotros, la figura del Rey, en su calidad de jefe del Estado español, representa aquello por lo que venimos luchando en el País Vasco. Su majestad es, en última instancia, quien nos asegura que el Estado protegerá nuestros derechos como ciudadanos vascos y españoles. Por eso mismo esa imagen de su majestad con el señor Ibarretxe nos produce tan alto desasosiego.
Sabemos que el lehendakari es, por el hecho de presidir el Gobierno autonómico, el representante ordinario del Estado en el País Vasco.
Entendemos que su majestad está "obligado" a compartir mesa presidencial y a intercambiar con él saludo cortés.
Es el abrazo caluroso y la risa complaciente de su majestad lo que nos desconcierta. Porque, verá, majestad, el señor Ibarretxe, para nosotros, para nuestra retina y para nuestra memoria -y yo creía que también para la suya-, es algo más que el representante institucional del Estado español en nuestra comunidad autónoma.
Es ese hombre que, una vez más y ésta ante usted, olvida mencionar a tantos amigos y compañeros que han sido asesinados por defender la libertad y el Estado de derecho, pero lamenta ostentosamente la ausencia en los ayuntamientos de quienes han sido cómplices de los crímenes. Ese hombre a quien su majestad se abraza es también el que abandonó por la puerta de atrás la iglesia en la que se celebraba el funeral de Fernando Buesa.
Ese hombre es el que "se organizó" una manifestación para que sus fieles le jalearan, en vez de acompañar a la viuda e hijos del portavoz y diputado socialista asesinado.
Ese hombre es el que salió elegido lehendakari en el 1998 con los votos de Josu Ternera y los suyos, firmó con los cómplices de ETA una mayoría en el Parlamento Vasco en cumplimiento del Pacto de Lizarra.
Un pacto, le recuerdo, majestad, que fue suscrito para excluir a quienes no somos nacionalistas.
Ese hombre no rompió ese pacto cuando asesinaron en enero del 2000 al teniente coronel Blanco. Ni el mismo día de febrero en que asesinaron a Fernando Buesa y a su escolta Jorge Díez. Ese hombre apoyó a Josu Ternera como miembro de la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento Vasco.
Ese hombre ha despreciado reiteradamente la memoria de las víctimas, las ha querido acallar, se ha resistido a recibirlas, a reconocerles un espacio público. Paralelamente, subvenciona a los presos terroristas y a sus familias.
Ese hombre impulsa un plan -lo hizo también ante su majestad-, que es inconstitucional y antidemocrático, que tiene como objetivo institucionalizar la diferencia de derechos entre ciudadanos vascos. Ese hombre, majestad, utiliza la institución que preside para combatir y debilitar la democracia.
Majestad, todo eso y mucho más forma parte de nuestra memoria colectiva. La de miles de vascos que llevamos muchos años -más de 25- resistiendo, defendiendo la Constitución que garantiza nuestras libertades frente a quienes nos amenazan de muerte y también frente a quienes desde las instituciones democráticas vascas nos amenazan con la exclusión.
Majestad, sabemos que esta batalla la vamos a ganar. Sabemos que con nosotros están todos los demócratas españoles. Pero entiéndanos: somos humanos, flaqueamos, y a veces hay imágenes que nos desalientan, que nos hacen dudar.
*.- ¿Será posible que ese hombre al que os abrazáis haya conseguido que se imponga la idea de que "en Euskadi se vive muy bien", tal y como se atrevió a decir a un hijo de José Ramón Recalde mientras éste yacía entubado tras sobrevivir a un atentado?.
*.- ¿Será posible que sólo nosotros, quienes lo sufrimos, sigamos pensando que en esta situación de falta de libertad que padecemos hay culpables -los que pegan tiros, ponen bombas y extorsionan-, pero también hay responsables políticos dispuestos -como el hombre a quien su majestad se abraza- a institucionalizar esta situación y seguir sacando ventaja política? .
Yo, señor, ni por asomo creería que su majestad se encuentra entre aquellos en que ese espejismo ha podido prender. A mí, señor, nunca se me ocurriría creer que su majestad piensa que es la hora de rendirse. Aunque bien es cierto que si se pensara así, deberíamos ser los primeros en enterarnos.
Más que nada para saber por qué nos jugamos la vida. Su majestad sabe que no nos rendiríamos aunque no tuviéramos a nadie que nos cubriera las espaldas. Pero sé que no es el caso. No tengo dudas respecto a la firmeza de sus convicciones. No obstante, señor, quiero que sepa que esa imagen de afectividad con el hombre que añora la presencia de los verdugos mientras olvida a las víctimas, ese abrazo, le fortalece a él y a su causa.
Y nos debilita a nosotros. Y eso, majestad, eso sí que no podemos permitírnoslo.
Disculpe mi atrevimiento, pero tenía que decírselo.
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