La auténtica lealtad se demuestra al disentir en un Consejo de Ministros y no desmarcándose a la carrera el mismo día en que uno se despide del Gobierno
Rafael Simancas
Tras escuchar muchas declaraciones y leer unos cuantos documentos a propósito del próximo Congreso del PSOE, entiendo que los socialistas corremos el riesgo de quedar atrapados demasiado tiempo en un bucle de frases hechas e intenciones contenidas: debatimos sobre la necesidad de debatir, y practicamos democracia mientras decidimos si somos suficientemente demócratas.
Bien, pero la sociedad española espera de nosotros algo más que un ejercicio de esgrima retórica interminable a base de palabras biensonantes y eslóganes más o menos redondos. Hay que debatir, primero las ideas, hagamos autocrítica, cambiemos de rumbo, acerquémonos a los ciudadanos, profundicemos la democracia, giremos a la izquierda… ¿Qué se quiere decir con tanto lugar común y tanta nueva-vieja idea?
Vayamos por orden. Debatir no es un objetivo, sino un instrumento. Se debate para llegar a conclusiones, y cuando se ha alcanzado una conclusión interesante sobre un asunto, se pasa al siguiente. Algunas de las “aportaciones” que se están haciendo al debate, sin embargo, llevan largo tiempo asumidas en el programa y el discurso del PSOE.
Se insiste recurrentemente en que “primero son las ideas, antes que las personas”, cuando todos sabemos que las buenas ideas necesitan de buenas personas para llevarlas a cabo. De hecho, el orden del día del 38 Congreso prevé la decisión sobre el proyecto y la elección de los equipos en el mismo acto. ¿Por qué ocultar las decisiones adoptadas sobre las personas?
Seamos honestos: el quién es importante, porque determina en buena medida el qué, el para qué y el cómo. Yo, por ejemplo, entiendo que Rubalcaba sería un buen secretario general para encabezar un proyecto de cambio inteligente en el PSOE. Y no sé por qué otros simulan su preferencia tras tanta retórica. Nadie duda de que tienen un nombre en la cabeza, igual que yo. Dígase y avancemos.
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