sábado, 11 de diciembre de 2010

Testitocracia

Por Pablo Molina

España es un lugar en el vértice suroriental del continente europeo en el que para prosperar en la administración pública es requisito imprescindible estar bien relacionado con las gónadas del señor ministro. O la señora ministra, que tanto da, aunque en este caso con grave desdoro para los fingidos esfuerzos igualitarios del Feminista.
Y es que para vergüenza de una degradada (profesionalmente) Aído, cuando se trata de tomar decisiones las ministras no apelan a los ovarios –ni siquiera a las trompas de Falopio, tan progresistas–, sino a los apéndices masculinos por antonomasia, como si en lugar de enun consejo de ministros las protagonistas estuvieran en una discoteca del polígono o en un episodio de cualquier teleserie española.

El comentario de Leyre Pajín sobre sus testículos inexistentes y los procesos de selección de personal que lleva a cabo para designar a sus colaboradores podría ser considerado un exabrupto (esabruto, que diría un colega suyo) si no estuviéramos hablando, precisamente, de la niña Pajín, elevada a la dignidad ministerial por una decisión de Zapatero que, con seguridad, procede de la misma región anatómica que la indicada por la flamante ministra para justificar el nombramiento de una amigacha suya como responsable del Plan Nacional contra las Drogas.
Para acabar de arreglarlo, la gran Leyre aclaró, antes de explicar que la nombraba por que le salía de ahí mismo, que su amiga Nuria Espí es una gran conocedora de las drogas, aunque seguimos sin saber exactamente desde qué perspectiva se ha aproximado a ese oscuro mundo para trabar un conocimiento tan preciso sobre los estupefacientes. Lo sabremos muy pronto, claro, porque, puesto a decir disparates y avergonzar a los contribuyentes, el gineceo de la Pajín al frente de Sanidad va a ser una auténtica competición, a ver quién dice la barbaridad más grande en las ruedas de prensa semanales que todas las altas cargas nombradas por los huevos de doña Leyre van a protagonizar con gran entusiasmo.
Dijo la ilustre egabrense que dirigió la kultureta en los primeros gabinetes de ZP que el dinero público no es de nadie, y realizó tan sorprendente afirmación con una sinceridad enternecedora, prueba de que, en efecto, la ausencia de dueño en los dineros que se entrega a los sociatas para su gestión es un dogma que todos aprenden de forma instintiva. Si el dinero no es de alguien, entonces los ministros pueden contratar, en efecto, a quien les salga de las narices o de más abajo sin tener que dar explicaciones más que a Zapatero, en el caso de que alguna vez las pida, cosa que no ha sucedido en el pasado ni es previsible que acontezca antes de 2012.
Por otra parte, dado que el plantel ministerial es una colección de mindundis a la altura de los merecimientos del jefe que los nombró, no resulta extraño que los ministros hayan seguido esa misma política de nombramientos con sus colaboradores más cercanos. Si en España puede llegar a ser presidente un tipo como Zapatero, a ver por qué no va a poder ser nombrada alta carga una amiga de farra de la titular del ministerio que, además, conoce mucho el asunto de su jurisdicción.
Aquí no se asciende por talento, mérito profesional, inteligencia o esfuerzo, sino por los santos bemoles del titular político del órgano administrativo de que se trate, especialmente si es una institución gobernada por el PSOE. Los socialistas han dejado en mantillas las escuelas de administración pública, de tan arraigada tradición continental, y se han convertido en auténticos virtuosos de la selección del personal en la cosa pública, a cuyo fin han sistematizado y simplificado los procedimientos al uso, llegando al minimalismo conceptual de entrar en nómina por las santas pelotas de la señora ministra, ejemplo donde los haya de aplicación de la sencillez zen a la gestión política. Y además lo dicen en público, con total displicencia y orgullosos de lo que hacen con el dinero de los ciudadanos. Al lado de estas tiorras, el caballo de Espartero es un castrati.

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