Llámenlo rufianismo, llámenlo gentucismo.
Hemos conseguido que mande la calle, el callejón del gato.
Por cojones HERMANN TERTSCH
LES aseguro que pasé la tarde pensando en el título que al final no lleva esta columna.
Me lo había regalado —impensable en bandeja, mejor en tartera sobre un hule—, la inefable ministra de Sanidad. Era el título ideal. Pero la venerable cabecera del ABC, el espíritu de los Luca de Tena, los más de cien años del diario, despertaron en mí un miedo reverencial que me han llevado a esconderlo aquí en el texto.
Esta columna debía haberse llamado «Los cojones de Pajín».
Y, no les voy a engañar, me ha dado no sé qué. Es un pudor irracional. Porque, al fin y al cabo, es puro lenguaje ministerial.
Pero vayamos a los antecedentes.
Resulta que doña Leire Pajín, ministra responsable de nuestra salud gracias a su ineptitud para dirigir la organización socialista de Ferraz, nombró a una amiga —una tronca, que se supone diría ella— como delegada del Gobierno en el Plan Nacional contra la Droga.
La amigota de tierras alicantinas no cumple con los requisitos.
Al parecer para este cargo, director general u otros de rango similar, hay que ser funcionario en capacidad A o B. Y ella sólo es auxiliar administrativa.
Eso, como comprenderán, a esta altura de la fiesta, ya no irrita a nadie.
Con unas sólidas ideas socialistas y feministas uno —perdón, una— puede en este país ya dirigir y presidir lo que sea, por supuesto todo en la administración, y pronto también una orquesta filarmónica o un instituto de física cuántica.
Lo importante es el progresismo creativo. Como dice Zapatero, «lo que no se estudia se retiene con más facilidad».
En una comida en la sede del ministerio que tan sabiamente dirige, doña Pajín presentó el 17 de noviembre a su nuevo fichaje, compañera de mil fiestas, a un grupo de diputados y senadores.
Alguien debió ser tan descortés como para recordarle a Pajín la regla administrativa que no cumple su amiga que, si a alguien pudiera interesar, se llama Nuria Espí de Navas.
La respuesta fue contundente. Doña Leire en estado puro: «Sólo faltaría que la ministra no pueda nombrar a quien le salga de los cojones».
Y tiene razón doña Leire, con dos pelotas.
Las reglas, los reglamentos, las leyes, las jerarquías, los escalafones, las normas, son trampas saduceas de la reacción, que es machista por mucho que se esconda tras el femenino. Y que intentan evitar que las chicas sencillas del pueblo asuman poder. Por eso los progresistas están dinamitando todas las estructuras funcionariales.
Resulta absolutamente contraproducente tener funcionarios que deben su cargo a sus cualificaciones y oposiciones. Porque pueden creerse a salvo de la voluntad política que a su vez es la voluntad del pueblo. La voluntad del pueblo español es que Pajín mande.
Que ahora no nos vengan algunos estrechos con monsergas.
La derecha lleva gobernando, según nos cuentan los magos de las ciencias sociales del progreso, unos cinco mil años.
La izquierda auténtica, los herederos de la impoluta democracia de la II República, tan sólo siete.
«Ahora nos toca.» Por eso hay que romper ahora todas las reglas y, cuando molestan, también las leyes. Por cojones
Por eso hay que convertir todas las carreras funcionariales, —judicatura o diplomacia, administración y policía— en un alegre gruyere por cuyos agujeros entren pizpiretas con el puño en alto las chicas del barrio, amigas para siempre, y los jóvenes y jóvenas libres de la intoxicación del estudio clasista.
La resistencia ha sido menor de lo que temían los lozanos soldados del progreso. Han tenido ayuda de todos los que temen a la excelencia y de los que no han sabido defender la meritocracia. La selección negativa es un hecho. Llámenlo rufianismo, llámenlo gentucismo. Hemos conseguido que mande la calle, el callejón del gato. Por cojones.
sábado, 11 de diciembre de 2010
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