El genial e inagotable talento de Antonio Mingote ilustra en la portada de ABC el «talante» nacionalista de acoso al castellano: tres tipos -agitando una ikurriña, una señera y una bandeira galega- «planean una protesta (los tres en español) por llamar los españoles al español idioma común, solo por crispar, porque los españoles crispan...». La sensibilidad de don Antonio expresa en esos magistrales trazos lo que es imposible resumir en palabras. Hoy le damos la voz a ellos, los dibujantes, para que hablen sobre el Manifiesto por la Lengua Común: «Por supuesto que lo he firmado -principia Mingote-. Vale la pena adherirse porque es un tema gravísimo que se está tomando con mucha ligereza. Todo lo que se haga en ese sentido es poco. Hay que atajar ese desastre estúpido e imbécil de la barbarie nacionalista. La cosa es tan idiota por parte de los que atacan al castellano que, por su peso, por el natural orden de la cosas, acabará diluyéndose. Llegará un momento en el que no tendrá ningún sentido. Es un ataque feroz de unos imbéciles que trabajan en contra de sus pueblos».
José María Gallego también se une, como el maestro. ¿Su motivo?: «Copie cualquier frase de Cervantes para ser humilde...», concede.
Máximo se enteró del Manifiesto porque «venía en todos los periódicos que leo». Y lo firma: «El artículo tercero de la Constitución -explica el sabio- describe, prescribe y garantiza que el castellano es el idioma común de los españoles. Y al Constituyente no se le ocurrió que pudiera ser atacado. El artículo tercero aplica el mismo respeto y protección a las demás lenguas españolas. Así pues, no parece que sea necesario bordear la redundancia. Ahora bien, si personas sabias y principales dicen que hay que legislar sobre el asunto con más justicia y precisión, ¿quién soy yo para dar la nota? Adhiérome, pues, con la salvedad de que las lenguas suelen campar por libre y los hablantes no digamos».
Pachi & Idígoras matizan que «todavía no nos hemos adherido. En principio parece razonable. Lo estudiaremos. Leeremos las respuestas de los otros humoristas de esta encuesta, que son más sabios que nosotros». Y colorean: «Parece razonable, y evidente, que la lengua en la que todos se entienden sea utilizada por las instituciones para que todos se entiendan. Parece que el manifiesto aboga por la protección institucional de todas las lenguas del Estado, y también esto nos parece acertado. Cuantas más lenguas conozcan las personas, más rico será su pensamiento. Creemos que una de las funciones de los políticos es garantizar la libertad, entre ellas, claro, la lingüística. Algunos de los promotores del manifiesto son sabios». A Julio Cebrián le parece muy bien el manifiesto: «Soy un gallego que adora y habla gallego, idioma musical, pero me eduqué en el castellano. Todas las mañanas leo el Quijote. Mis ídolos son Velázquez y Cervantes. Adoro a Quevedo, a Calderón de la Barca, y el Barroco, que son mitos para mí. El castellano es algo extraordinario, respetando las demás lenguas. Soy un patriota constitucional, y no tengo inconveniente en adherirme».
Importunado en su merecido descanso veraniego, José Manuel Puebla es tajante: «Sí, estoy con el manifiesto. Hay que ser muy catetos para marginar en una región española al segundo idioma más hablado del mundo (sin contar con el chino, que sólo lo hablan ellos)». Y Francisco Martín Morales le secunda: «Me uno al Manifiesto. Es muy bueno que exista una opinión pública, una fuerza ciudadana que cuando los políticos no toman cartas en el asunto reivindiquen lo que es lógico: que la lengua española no se tiene que marginar. Es bueno que ese movimiento no quede subestimado por ningún caciquito autonómico».
¿Este Manifiesto puede generar algún tipo de rechazo por parte de aquéllos que defienden las lenguas autonómicas? Pachi & Idígoras son escépticos: «Seguro. Cualquier asunto encontrará a alguien que lo rechace. Nos extrañaría lo contrario. Hay profesionales en rechazar». Les solicitamos un diagnóstico del castellano, y alzan sus lápices: «Se está fortaleciendo en algunos países y en determinadas zonas de España se va debilitando. Resulta paradójico. Somos partidarios de que las personas se entiendan entre sí. Cualquier iniciativa al respecto nos parece adecuada y cualquier medida para potenciar cualquier lengua, bienvenida -o «benvingut», que es palabra bien bonita-. Si es la lengua en la que nos podemos entender todos, mejor que mejor. A nosotros, que por desgracia no entendemos el catalán, nos hicieron en una tele de Barcelona una entrevista en esa lengua y respondimos un tanto al azar, sin saber muy bien qué preguntaban. Esas situaciones son absurdas y no veo cómo se puede defender así ningún idioma». Sobre la tropelía de que en Cataluña se multe a quienes no rotulen en catalán los carteles de sus locales, Pachi & Idígoras ironizan con salero andaluz: «Aquí, en Torremolinos, Benalmádena, ha habido establecimientos con rótulos en inglés, y a nadie se le ocurrió, afortunadamente, multar a los propietarios. Seguro que los gobernantes de Cataluña pueden esgrimir un buen puñado de razones para multar a los que no rotulan en catalán, pero no se nos ocurre ninguna superior a la de tener libertad para escribir en la casa de uno como estime oportuno».
Y Puebla cree que iba siendo hora de «que reivindicáramos nuestra lengua común. A la chita y no tan callando se recortan libertades y se utiliza la lengua local como medio de exclusión. Podemos seguir impasibles ante la impotencia de unos padres que no pueden matricular a sus hijos en castellano, pero tampoco deberá de sorprendernos cuando miremos en algún mapa de España: Comuna Autónoma de... Las lenguas oficiales deben convivir con la común, los ciudadanos de a pie saben bien cómo hacerlo, pero su clase política no demuestra estar a la altura. No tardará en salir algún lumbreras nacionalista que proponga la promoción a destajo de la natalidad a ver si así se consigue seguir el modelo chino y llegan a ser el cuarto idioma».
Quienes no se adhieren al manifiesto por la lengua común son Julio Rey y Ricardo. Julio Rey explica: «Creo que sinceramente no está amenazado el castellano. No veo esa agresión, entonces ese manifiesto para mí es innecesario en estos momentos». Y Ricardo añade: «Lo he leído, y lo que más me llamó la atención es que tiene una falta de ortografía: lingüístico sin acento. No me puedo adherir a algo que tiene una falta de ortografía... si defiende la lengua. Para mí, se está utilizando políticamente, y no veo esa amenaza como para que sea algo prioritario ahora». Abc. Antonio Astorga
José María Gallego también se une, como el maestro. ¿Su motivo?: «Copie cualquier frase de Cervantes para ser humilde...», concede.
Máximo se enteró del Manifiesto porque «venía en todos los periódicos que leo». Y lo firma: «El artículo tercero de la Constitución -explica el sabio- describe, prescribe y garantiza que el castellano es el idioma común de los españoles. Y al Constituyente no se le ocurrió que pudiera ser atacado. El artículo tercero aplica el mismo respeto y protección a las demás lenguas españolas. Así pues, no parece que sea necesario bordear la redundancia. Ahora bien, si personas sabias y principales dicen que hay que legislar sobre el asunto con más justicia y precisión, ¿quién soy yo para dar la nota? Adhiérome, pues, con la salvedad de que las lenguas suelen campar por libre y los hablantes no digamos».
Pachi & Idígoras matizan que «todavía no nos hemos adherido. En principio parece razonable. Lo estudiaremos. Leeremos las respuestas de los otros humoristas de esta encuesta, que son más sabios que nosotros». Y colorean: «Parece razonable, y evidente, que la lengua en la que todos se entienden sea utilizada por las instituciones para que todos se entiendan. Parece que el manifiesto aboga por la protección institucional de todas las lenguas del Estado, y también esto nos parece acertado. Cuantas más lenguas conozcan las personas, más rico será su pensamiento. Creemos que una de las funciones de los políticos es garantizar la libertad, entre ellas, claro, la lingüística. Algunos de los promotores del manifiesto son sabios». A Julio Cebrián le parece muy bien el manifiesto: «Soy un gallego que adora y habla gallego, idioma musical, pero me eduqué en el castellano. Todas las mañanas leo el Quijote. Mis ídolos son Velázquez y Cervantes. Adoro a Quevedo, a Calderón de la Barca, y el Barroco, que son mitos para mí. El castellano es algo extraordinario, respetando las demás lenguas. Soy un patriota constitucional, y no tengo inconveniente en adherirme».
Importunado en su merecido descanso veraniego, José Manuel Puebla es tajante: «Sí, estoy con el manifiesto. Hay que ser muy catetos para marginar en una región española al segundo idioma más hablado del mundo (sin contar con el chino, que sólo lo hablan ellos)». Y Francisco Martín Morales le secunda: «Me uno al Manifiesto. Es muy bueno que exista una opinión pública, una fuerza ciudadana que cuando los políticos no toman cartas en el asunto reivindiquen lo que es lógico: que la lengua española no se tiene que marginar. Es bueno que ese movimiento no quede subestimado por ningún caciquito autonómico».
¿Este Manifiesto puede generar algún tipo de rechazo por parte de aquéllos que defienden las lenguas autonómicas? Pachi & Idígoras son escépticos: «Seguro. Cualquier asunto encontrará a alguien que lo rechace. Nos extrañaría lo contrario. Hay profesionales en rechazar». Les solicitamos un diagnóstico del castellano, y alzan sus lápices: «Se está fortaleciendo en algunos países y en determinadas zonas de España se va debilitando. Resulta paradójico. Somos partidarios de que las personas se entiendan entre sí. Cualquier iniciativa al respecto nos parece adecuada y cualquier medida para potenciar cualquier lengua, bienvenida -o «benvingut», que es palabra bien bonita-. Si es la lengua en la que nos podemos entender todos, mejor que mejor. A nosotros, que por desgracia no entendemos el catalán, nos hicieron en una tele de Barcelona una entrevista en esa lengua y respondimos un tanto al azar, sin saber muy bien qué preguntaban. Esas situaciones son absurdas y no veo cómo se puede defender así ningún idioma». Sobre la tropelía de que en Cataluña se multe a quienes no rotulen en catalán los carteles de sus locales, Pachi & Idígoras ironizan con salero andaluz: «Aquí, en Torremolinos, Benalmádena, ha habido establecimientos con rótulos en inglés, y a nadie se le ocurrió, afortunadamente, multar a los propietarios. Seguro que los gobernantes de Cataluña pueden esgrimir un buen puñado de razones para multar a los que no rotulan en catalán, pero no se nos ocurre ninguna superior a la de tener libertad para escribir en la casa de uno como estime oportuno».
Y Puebla cree que iba siendo hora de «que reivindicáramos nuestra lengua común. A la chita y no tan callando se recortan libertades y se utiliza la lengua local como medio de exclusión. Podemos seguir impasibles ante la impotencia de unos padres que no pueden matricular a sus hijos en castellano, pero tampoco deberá de sorprendernos cuando miremos en algún mapa de España: Comuna Autónoma de... Las lenguas oficiales deben convivir con la común, los ciudadanos de a pie saben bien cómo hacerlo, pero su clase política no demuestra estar a la altura. No tardará en salir algún lumbreras nacionalista que proponga la promoción a destajo de la natalidad a ver si así se consigue seguir el modelo chino y llegan a ser el cuarto idioma».
Quienes no se adhieren al manifiesto por la lengua común son Julio Rey y Ricardo. Julio Rey explica: «Creo que sinceramente no está amenazado el castellano. No veo esa agresión, entonces ese manifiesto para mí es innecesario en estos momentos». Y Ricardo añade: «Lo he leído, y lo que más me llamó la atención es que tiene una falta de ortografía: lingüístico sin acento. No me puedo adherir a algo que tiene una falta de ortografía... si defiende la lengua. Para mí, se está utilizando políticamente, y no veo esa amenaza como para que sea algo prioritario ahora». Abc. Antonio Astorga
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