domingo, 6 de julio de 2008

A Zapatero se le traba la lengua.


Tal vez le traiciona el subconsciente cuando dice que no hay que cambiar las leyes del actual «régimen lingüístico», porque, en efecto, las políticas lingüísticas de los nacionalistas exhalan resonancias dictatoriales. El presidente tendrá que encontrar explicaciones más convincentes porque se le viene encima una marea democrática en defensa de los derechos civiles.

El Manifiesto por la Lengua Común presentado la semana pasada por una veintena de intelectuales en defensa de los derechos de los españoles que desean utilizar el castellano ha dado paso a un verdadero clamor social, como reflejan las miles de adhesiones y la entusiasta campaña de recogida de firmas en marcha. Sirva de ejemplo que sólo a través de nuestra web, elmundo.es, se han sumado ya 72.000 ciudadanos. Ese calor con el que la sociedad ha acogido la iniciativa contrasta con el rechazo que le dispensa el PSOE.
El presidente Zapatero confesaba ayer en una entrevista a El País que está en contra del manifiesto y exponía hasta siete motivos. Sin embargo, sus argumentos son demasiado pobres como para que logre despachar con ellos el asunto. Veamos.

1. «El mejor manifiesto en defensa de la lengua es la Constitución, que establece la oficialidad del castellano en todo el territorio nacional». Cualquiera sabe que una cosa es la teoría y otra la práctica. Para convencerse de que el artículo 3 de la Carta Magna no se cumple bastaría con que el curso que viene intentara matricular a una de sus hijas en un colegio de Cataluña que imparta la enseñanza en castellano: no lo hay.
2. «Los escolares catalanes tienen los mismos conocimientos del castellano que los del resto de España». Eso es muy discutible, pero la cuestión no es si el castellano está en peligro, sino si se conculcan derechos de los ciudadanos.
3. «Me parece un debate politizado, absolutamente partidista». La altura intelectual y la heterogeneidad de las personalidades que suscriben el manifiesto lo desmiente de raíz.
4. «El PP mantuvo esta política. Nada ha cambiado». Al margen de que los gobiernos nacionalistas han ido dando vueltas de tuerca a la situación (véase lo que está ocurriendo en Galicia, País Vasco y Baleares), que el PP lo hiciera mal no justifica la insistencia en el error.
5. «Las otras lenguas son lenguas de España». Nadie lo pone en duda y para ellas se pide el máximo respeto, lo que ocurre es que la única común es el castellano.
6. «Nadie ha extendido tanto el Instituto Cervantes ni el estudio del castellano en el mundo». El problema no es su reconocimiento internacional, sino el que no tiene en su propia casa.
7. «Es un modelo que ha dado entendimiento y convivencia. Los que más se quejan son los que no viven en Cataluña».
Zapatero asume como verdadera la tesis de los nacionalistas (la misma que han utilizado para incumplir la ley de banderas) y que consiste en afirmar que actuar de otra forma quebraría la paz social y alimentaría el enfrentamiento.
En todo caso, los derechos humanos no se miden por el número de afectados.Zapatero se enroca y cierra los ojos a la realidad por interés partidista, para no abrir el melón del nacionalismo, con el que gobierna en varias comunidades.
Tal vez le traiciona el subconsciente cuando dice que no hay que cambiar las leyes del actual «régimen lingüístico», porque, en efecto, las políticas lingüísticas de los nacionalistas exhalan resonancias dictatoriales; son parte de un «régimen». El presidente tendrá que encontrar explicaciones más convincentes porque lo que se le viene encima es una marea democrática en defensa de los derechos civiles de todos los españoles.
Editorial en EL MUNDO, 30/6/2008

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