martes, 16 de octubre de 2012

Zapatero lideró la reforma del Estatuto catalán como alternativa, argumentaba, al españolismo de la derecha.




El progresismo acomplejado
EDURNE URIARTE
Zapatero lideró la reforma del Estatuto catalán como alternativa, argumentaba, al españolismo de la derecha
LA apuesta de todo el nacionalismo catalán por el independentismo y la ilegalidad tiene al menos una virtud. Evidencia por fin el grave error que algunos denunciamos desde hace muchos años, el fiasco de la política de cesión permanente a los nacionalismos para evitar, nos decían, su radicalización. Pero debería servir también para un segundo fin, para clarificar de una vez por todas que esa política de cesión permanente es una posición básicamente socialista, adoptada, aceptada o tolerada por los demás. Y poco tiene que ver con la supuesta inteligencia de su planteamiento, aquello de impedir el «choque de trenes», sino con una cuestión puramente ideológica, la de la común asunción de determinado concepto de España por parte de progresistas y nacionalistas.
Zapatero lideró la reforma del Estatuto catalán, no lo olvidemos, como alternativa, argumentaba, al españolismo de la derecha y a su intención de cerrar la apertura indefinida del Estado de las Autonomías. No a la «recentralización», que no había nada de eso en la derecha de esos años, sino a la mera intención de no continuar con la pérdida de competencias del Estado. Y Zapatero lideró tal reforma en la línea exigida por los nacionalistas, no porque pensara que eso traería su satisfacción definitiva, sino porque el nacionalismo era su aliado ideológico en la concepción de España, el españolismo o la identidad nacional española como conceptos supuestamente inventados por el franquismo y propios de la derecha. Lo de «Una, grande y libre» que progresistas y nacionalistas sueltan cada vez que se menciona la españolidad.
Y este progresismo nacionalista sigue dominando el PSOE, no por decisión de Rubalcaba, Rubalcaba ya lidera muy poco, sino porque continúa siendo la línea más fuerte del socialismo. De ahí que se imponga el PSC, un partido cada día más indiferenciable del nacionalismo catalán y el PSOE se haya convertido en un patético altavoz de los nacionalistas. Como bien ilustraba Puebla en su genial viñeta de ayer, los socialistas van camino de «reprobar el programa Españoles en el mundo» o de exigir que «la españolidad se lleve en la intimidad».
Lo lamentable de nuestro país es que el liderazgo intelectual y estratégico de la alternativa a los nacionalismos ha estado, sigue estando, en manos de este progresismo avergonzado con lo español, con España, con la españolidad. Este progresismo rehén de sus obsesiones antifranquistas y de sus complejos respecto a los nacionalistas. Y, mientras eso ocurre, hay un referéndum independentista a la vuelta de la esquina y, lo que es peor, la españolidad sigue falta de liderazgo político e intelectual.

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