lunes, 22 de octubre de 2012

Sentirse invisible




Una senadora balear del PP relata su experiencia como apoderada del partido en Basurto.
Larga experiencia como apoderada del PP, siempre en Palma de Mallorca y casi siempre en un colegio electoral en el que los votantes son, en su gran mayoría, conservadores. Lo de hoy va a ser distinto: me estreno como apoderada del PP en las elecciones vascas, concretamente en Bilbao, en el colegio de Basurto.
Me he prestado voluntaria, no por afición ni porque carezca de mejor plan para pasar el domingo. Admiro profundamente a la gente del PP vasco, su resistencia y la firmeza de sus convicciones, y sé de su dificultad para conseguir afiliados dispuestos a acudir a los colegios electorales con una acreditación colgada al cuello que no les convierte, ni de lejos, en los más populares de la reunión.
Quizás por eso no me sorprende demasiado ver a tres escoltas que van a acompañarnos a lo largo de todo el día. La presencia como apoderados de Juana Iturmendi, senadora autonómica e histórica dirigente del PP bilbaíno, así como la de Germán López Bravo, el irreductible concejal de Alkorta, justifica lo que en cualquier rincón de España resultaría incomprensible.
El recorrido por las distintas mesas del colegio nos deja con la sensación de ser invisibles. Nadie cruza la mirada con nosotros, como si realmente no nos viesen o simplemente no existiésemos para ellos. El día va a ser largo, así que decido integrarme. Cojo una silla de cualquier parte y me siento junto a los miembros de una de las mesas que debo supervisar. Como únicos interventores, uno de Bildu y otro del PNV. Este último me recibe con un «tú que pareces normal, ¿cómo es posible que seas del PP?». Lo mismo podría preguntarle a él y así lo hago. Roto el hielo, la invisibilidad se diluye, colaboro con los miembros de la mesa y, pasadas unas horas, me doy cuenta de que quien ha pasado a ser invisible es el interventor de Bildu, que permanece callado y aislado del resto.
La llegada de su coordinadora cambia las cosas. De pronto el clima de pseudonormalidad se rompe cuando ésta amenaza con impugnar la mesa a cuenta de un voto por correo que considera dudoso. Quizás sea la falta de costumbre de participar en procesos democráticos, o puede que a Bildu le preocupe el voto por correo. Una vez que se va, se nota una clara sensación de alivio en la mesa.

A la hora de comer, la participación llega al 45%. La gente ha llegado casi en grupos y en familia: la misa de 12.00, la de las 13.00, me dicen. Algún guiño, alguna sonrisa, alguna muestra de apoyo en voz baja; sin embargo, el montón de papeletas del PP permanece inalterado. Quiero creer que se trata de voto oculto. Por si acaso, reviso las cabinas: ahí, aunque tapadas por las de otros partidos, las papeletas han disminuido ligeramente.
Llegada la tarde, la participación sigue aumentando y los interventores de Bildu también. Las primeras noticias que se van recibiendo parecen alegrar tanto a aquéllos como al del PNV. De hecho, la presidenta de la mesa no duda ya en definirse como miembro activo de este partido.
Las 20.00 horas, se cierra el colegio y empieza el escrutinio en la mesa: sorprendentemente, aunque a mucha distancia del PNV, el PP aparece como la segunda fuerza más votada, seguida del PSOE y, a mucha distancia, Bildu. Lo mismo ocurre en la mesa de al lado. Sin embargo, ya sé que esos resultados nada tienen que ver con los cosechados en el resto de Vizcaya y, mucho menos, con los del conjunto del País Vasco. Me dirijo al hotel de concentración del PP vasco: «Hemos llegado hasta aquí, y ahora toca seguir trabajando», nos dice Antonio Basagoiti. Es cierto, nadie dijo que fuera a ser fácil. Mis primeras elecciones vascas. No serán las últimas.
Gari Durán es senadora del PP por Mallorca.

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