Los riesgos soberanos por los altos niveles de deuda adquieridos podrían traducirse a la larga en «riesgos inflacionistas»
El riesgo de impago de los Estados puede traducirse en riesgos inflacionistas cuando comience la recuperación.
Entre el crecimiento desbocado de la deuda de las economías desarrolladas, los amagos de quiebra de Grecia y el pánico posterior al contagio de parte de la eurozona, una nueva amenaza comienza poco a poco a germinar: la «debtflation». El término -que fusiona los conceptos de deuda e inflación («debt» e «inflation» en inglés)- ha sido acuñado por el banco de inversión norteamericano Morgan Stanley y pretende reflejar lo que, según explica en su último análisis monetario global, será uno de los principales retos que la economía mundial deberá afrontar cuando comience despuntar la recuperación económica: el riesgo de impago de los Estados, tan presentes las últimas semanas en los mercados europeos, pueden llegar a traducirse en «riesgos inflacionistas».
Vieja receta
La advertencia de los economistas de Morgan Stanley -aunque puede sorprender a más de uno por la preocupación, aún latente, por el caso contrario, la deflación- recupera una vieja receta de la política monetaria para poder afrontar con una mayor ligereza los pagos de la deuda: provocar inflación. Cuanto más altos sean los precios, menor será el coste real de los préstamos. Para explicar su teoría, el banco de inversión estadounidense propone un ejercicio de memoria histórica.
Según explica en su informe Morgan Stanley, en el año 1946, la deuda pública de Estados Unidos representaba el 108,6% del Producto Interior Bruto (PIB). Sin embargo, el banco recuerda que 60 años después, en el año 2003, el endeudamiento público respecto al PIB era tan sólo del 36%. Es decir, que en dos generaciones, se había logrado reducir este desequilibrio económico en más de 70 puntos básicos.
Ahora bien, en ese mismo periodo, las cuentas públicas norteamericanas acumularon un déficit medio del 1,6% con respecto al Producto Interior Bruto. ¿Cómo pudo reducirse tanto la deuda cuando el presupuesto federal estaba en números rojos?, se pregunta la entidad norteamericana. La respuesta está en la inflación, que tuvo «un efecto considerable» en la erosión de la deuda, asegura Morgan Stanley.
El riesgo de una política de alta inflación está en que puede ahuyentar la inversión extranjera y perjudicar al dólarLas advertencias de la entidad coinciden, precisamente, con las directrices marcadas por algunos economistas que miran a la inflación como vía para salir de la crisis económica. Unos de ellos es el economista jefe del Fondo Monetario Internacional, Olivier Blanchard. Hace unos días aseguraba en el informe «Repensando la política ecónomica» -que firma junto a sus colegas del organismo Dell´Ariccia y Paolo Mauro-, que los bancos centrales deberían estudiar la posibilidad de establecer un objetivo de inflación más elevado del que existe actualmente -fijado en el entorno del 2%- para de esta forma facilitar los pagos de las deudas de los países, permitir que la política monetaria sea más eficaz y evitar consecuencias como las de la actual crisis económica.
Olivier Blanchard recuerda que los últimos años ha reinado la idea de que la inflación no sólo debe ser estable, sino también baja porque se creía que, «en un mundo de pequeños «shocks», una inflación del 2% era un colchón suficiente».
Sin embargo, continúa el economista, «cuando la crisis económica empezó en el año 2008 y la demanda se colapsó, muchos de los bancos centrales rápidamente redujeron su política de tipos interés a cerca de cero, y de haber podido, hubieran reducido la tasa todavía más». «Como consecuencia», asegura el Fondo Monetario, «ahora hay una mayor dependencia de la política fiscal y un mayor déficit público».
«La bomba de la deuda»
Una tesis parecida esgrimieron a finales del año pasado economistas como Gregory Mankiw, asesor del ex presidente George Bush, Kenneth Rogoff, ex economista jefe del Fondo Monetario Internacional y Paul Krugman, Premio Nobel de Economía. En opinión de este economista, un control menos estricto de la inflación facilitaría a los consumidores y a los Gobiernos el cumplir con sus obligaciones. Además, explica que podría ayudar a la economía si anima a los estadounidenses a gastar ahora en lugar de hacerlo más adelante, cuando suban los precios.
Desapalancamiento
«Propongo una inflación del 6% durante al menos un par de años», declaraba Rogoff, hoy profesor de Harvard, «pues mejoraría la bomba de la deuda y nos ayudaría en el proceso de desapalancamiento». Mankiw tampoco lo duda: «Hay cosas peores que la inflación y Bernanke, actual presidente de la Reserva Federal estadounidense, es la persona perfecta para elevarla». Y es que, recuerda, «Bernanke ha sido durante mucho tiempo un defensor de la inflación.
Algunos economistas miran ya a los precios como una vía para salir de la crisis económicaTambién Paul Krugman reflexionaba sobre los precios en su blog: «¿Es la inflación la respuesta? Todo indica que sí». pues el mayor riesgo a esquivar es caer en una espiral deflacionista como ocurrió en Japón, advierte el economista.
También riesgos
La estrategia, en cualquier caso, no es, sin embargo, ajena a los riesgos. Una perspectiva de altos precios sin un control podría pasar también factura a las economías, ya que podría ahuyentar a los inversores extranjeros y perjudicar también al dólar.
El principal reto estaría entonces en evitar que la inflación regresara a los niveles superiores al 10%, los que se registraron en los años setenta y necesitaron de una recesión económica y de casi una década para poder ser subsanados.
Vieja receta
La advertencia de los economistas de Morgan Stanley -aunque puede sorprender a más de uno por la preocupación, aún latente, por el caso contrario, la deflación- recupera una vieja receta de la política monetaria para poder afrontar con una mayor ligereza los pagos de la deuda: provocar inflación. Cuanto más altos sean los precios, menor será el coste real de los préstamos. Para explicar su teoría, el banco de inversión estadounidense propone un ejercicio de memoria histórica.
Según explica en su informe Morgan Stanley, en el año 1946, la deuda pública de Estados Unidos representaba el 108,6% del Producto Interior Bruto (PIB). Sin embargo, el banco recuerda que 60 años después, en el año 2003, el endeudamiento público respecto al PIB era tan sólo del 36%. Es decir, que en dos generaciones, se había logrado reducir este desequilibrio económico en más de 70 puntos básicos.
Ahora bien, en ese mismo periodo, las cuentas públicas norteamericanas acumularon un déficit medio del 1,6% con respecto al Producto Interior Bruto. ¿Cómo pudo reducirse tanto la deuda cuando el presupuesto federal estaba en números rojos?, se pregunta la entidad norteamericana. La respuesta está en la inflación, que tuvo «un efecto considerable» en la erosión de la deuda, asegura Morgan Stanley.
El riesgo de una política de alta inflación está en que puede ahuyentar la inversión extranjera y perjudicar al dólarLas advertencias de la entidad coinciden, precisamente, con las directrices marcadas por algunos economistas que miran a la inflación como vía para salir de la crisis económica. Unos de ellos es el economista jefe del Fondo Monetario Internacional, Olivier Blanchard. Hace unos días aseguraba en el informe «Repensando la política ecónomica» -que firma junto a sus colegas del organismo Dell´Ariccia y Paolo Mauro-, que los bancos centrales deberían estudiar la posibilidad de establecer un objetivo de inflación más elevado del que existe actualmente -fijado en el entorno del 2%- para de esta forma facilitar los pagos de las deudas de los países, permitir que la política monetaria sea más eficaz y evitar consecuencias como las de la actual crisis económica.
Olivier Blanchard recuerda que los últimos años ha reinado la idea de que la inflación no sólo debe ser estable, sino también baja porque se creía que, «en un mundo de pequeños «shocks», una inflación del 2% era un colchón suficiente».
Sin embargo, continúa el economista, «cuando la crisis económica empezó en el año 2008 y la demanda se colapsó, muchos de los bancos centrales rápidamente redujeron su política de tipos interés a cerca de cero, y de haber podido, hubieran reducido la tasa todavía más». «Como consecuencia», asegura el Fondo Monetario, «ahora hay una mayor dependencia de la política fiscal y un mayor déficit público».
«La bomba de la deuda»
Una tesis parecida esgrimieron a finales del año pasado economistas como Gregory Mankiw, asesor del ex presidente George Bush, Kenneth Rogoff, ex economista jefe del Fondo Monetario Internacional y Paul Krugman, Premio Nobel de Economía. En opinión de este economista, un control menos estricto de la inflación facilitaría a los consumidores y a los Gobiernos el cumplir con sus obligaciones. Además, explica que podría ayudar a la economía si anima a los estadounidenses a gastar ahora en lugar de hacerlo más adelante, cuando suban los precios.
Desapalancamiento
«Propongo una inflación del 6% durante al menos un par de años», declaraba Rogoff, hoy profesor de Harvard, «pues mejoraría la bomba de la deuda y nos ayudaría en el proceso de desapalancamiento». Mankiw tampoco lo duda: «Hay cosas peores que la inflación y Bernanke, actual presidente de la Reserva Federal estadounidense, es la persona perfecta para elevarla». Y es que, recuerda, «Bernanke ha sido durante mucho tiempo un defensor de la inflación.
Algunos economistas miran ya a los precios como una vía para salir de la crisis económicaTambién Paul Krugman reflexionaba sobre los precios en su blog: «¿Es la inflación la respuesta? Todo indica que sí». pues el mayor riesgo a esquivar es caer en una espiral deflacionista como ocurrió en Japón, advierte el economista.
También riesgos
La estrategia, en cualquier caso, no es, sin embargo, ajena a los riesgos. Una perspectiva de altos precios sin un control podría pasar también factura a las economías, ya que podría ahuyentar a los inversores extranjeros y perjudicar también al dólar.
El principal reto estaría entonces en evitar que la inflación regresara a los niveles superiores al 10%, los que se registraron en los años setenta y necesitaron de una recesión económica y de casi una década para poder ser subsanados.
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