Martin Ferrand, como suele hacerlo, hoy en ABC pone el dedo en la llaga:
La pertinaz sequía
UNA de las habilidades de José Luis Rodríguez Zapatero, ya investido presidente del Gobierno de España, es la de etiquetar los acontecimientos con palabras favorecedoras y que, unas veces, los modifica en su percepción, y otras, los disimula en su contumacia.
Así, por ejemplo, cuando el líder socialista habla de «memoria histórica», uno de los ingredientes con los que nos dio la matraca en la pasada legislatura, se está ciscando en el rigor de la Historia y convirtiendo el recuerdo en pura invención; pero a Zapatero, siempre distante de la realidad, le funciona el mecanismo y ha sabido hacer un arte de la mistificación. De hecho, es eso lo que le mantiene en el machito.
En eso de los bautismos oportunos y eficaces, buenos para el disimulo y magníficos encubridores de la irresponsabilidad, Zapatero -con perdón por la odiosa comparanza- es un heredero directo y discípulo aventajado de Francisco Franco. Ya en 1939, calientes aún los rescoldos de la Guerra (in)Civil, uno de los ministros del dictador, Alfonso Peña Boeuf, ingeniero de caminos y técnico de prestigio, redactó el Plan Hidrológico que aún duerme el sueño de los justos. Se construyeron pantanos y canales; pero, recuérdese, la gran terapia franquista para remediar la sed crónica nacional consistió en bautizar como «pertinaz» la sequía arrastrada durante siglos.
En días más recientes, en 1993, Josep Borrell, el último ministro de Obras Públicas del gonzalato, volvió a las andadas y, con buen tino, preparó un Plan Hidrológico Nacional que, levemente modificado, hizo suyo el Gobierno Aznar.
Seguimos en veremos. Zapatero ha heredado la «pertinaz sequía» acuñada por Franco; pero después de echar por tierra, en gesto de gran irresponsabilidad, los planes de sus predecesores y tras entregarse al disparate de los intereses territoriales, en desprecio del bien común nacional, en fiebre ecologista, sigue hablando de plantas desalinizadoras y otros inventos propios de profesor Franz de Copenague, el del TBO.
Somos una democracia tan atípica y frágil, tan ineficaz y poco representativa, que lo que debiera ser una cuestión técnica, la solución de un problema hidráulico con el menor coste posible, ha pasado a ser un asunto para el debate político, y existen grupos en el Congreso, maestros del ombliguismo, que han llegado a condicionar su voto favorable a la investidura de Zapatero a la hipótesis de un trasvase de las aguas del Ródano a Barcelona sin que nadie sepa, ni aproximadamente, cuál puede ser el precio de tan faraónica como insensata iniciativa. Nuestra histórica sequía, hija de los siglos, es, sin duda, pertinaz; pero, ¿más o menos que la cerrazón de buscar soluciones políticas a los problemas técnicos? Aquí terminaremos votando la vigencia de la Ley de la gravedad".
sábado, 12 de abril de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario