sábado, 5 de abril de 2008

La soledad patética de Zapatero en Bucarest









El Gobierno intentó ayer, sin mucho éxito, restar importancia a las imágenes de Zapatero aislado del resto de los gobernantes en la cumbre de la OTAN en Bucarest. Tanto la fotografía publicada por todos los medios como las imágenes que se han podido ver en TV y que circulan ya por internet son más elocuentes que las explicaciones de los ministros.
La teoría del diputado de ICV, Joan Herrera, que eso se debe, en parte, a que Zapatero no habla inglés (aunque no carece de intérpretes ni de asesores que le ayuden a comunicarse en lengua distinta de la suya).
En Bucarest, el titular de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, intentó explicar a los periodistas que la foto correspondía a que «a veces le pillan a uno» en un momento (pero cuando se le recordó que las imágenes duran más de diez minutos, dijo que el asunto «no tiene mayor importancia» y que lo relevante es «la contribución española a la Alianza»).
Además, según Moratinos, Zapatero mantuvo «encuentros suficientes» con los principales líderes europeos y conversaciones con otros líderes, entre los que citó al presidente afgano, Hamid Karzai, con quien, realmente, sólo se saludó en tres o cuatro segundos.
También José Antonio Alonso dijo en Cuatro que sacar lecturas políticas de las imágenes «está fuera de lugar».

La vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, en Madrid, tras asegurar que «más allá de la foto España tiene el peso exterior que le corresponde en el mundo» y que Zapatero «ha liderado políticas vanguardistas» en la UE y en política internacional», intentó explicar lo sucedido con George Bush.
Trató de convencer a los periodistas de que «no estaba prevista» una reunión Bush-Zapatero, palabras que no concuerdan con el anuncio, hecho hace quince días en Bruselas por Moncloa de que ambos quedaron en verse para charlar en Bucarest, corroborado por el propio jefe del Ejecutivo. Días antes de la Cumbre, Moncloa comenzó a hablar ya sólo de «un saludo algo más largo que en otras ocasiones».
La predicción no se cumplió, entre otras cosas porque el dirigente español se aisló del resto de sus colegas cuando éstos, incluido Bush, charlaban animadamente.
Así que, el resultado final, fue el simple «hola, hola, felicidades» de Bush a Zapatero al comenzar la cumbre, palabras que, con gran imaginación, De la Vega convirtió en un «encuentro informal». Eso sí, de dos segundos.

La secretaria de Relaciones Internacionales del PSOE, Elena Valenciano, declaró ayer a TVE que el presidente «tiene más prestigio internacional» que el mandatario estadounidense, y auguró que sí se reunirá «con Obama, Clinton o McCain». Para tratar de que así sea, el secretario de Estado de Exteriores, Bernardino León, se ha reunido en Washington con los asesores de política exterior de los tres precandidatos a la Casa Blanca. «La conclusión que hemos sacado -dijo León- es que con una nueva Administración habrá, sin duda alguna, un refuerzo de la relación bilateral con España».
Convendría advertir a los candidatos lo que suponen las prediciones sobre los candidatos (léase Sarkozy, Merkel o Bush).

El portavoz de Exteriores del PP, Gustavo de Arístegui, afirmó que lo visto en la cumbre demuestra que Zapatero es «manifiestamente prescindible» en la esfera internacional.

Dos cuestiones ajenas a Zapatero:
Hay dos responsabilidades de gobernar que a Zapatero le causan un hastío irreversible: la economía y la política exterior. Lo que le gusta, lo que le provoca, lo que le pone, es la ingeniería social y el aventurerismo político, las maniobras institucionales y la táctica de andar por casa, el trapicheo en los asuntos internos.
Los complejos procesos económicos y los escenarios internaciones le aburren porque no le resultan manejables, no se dejan moldear, y eso le provoca un desinterés reactivo. No le gustan, no le interesan y no los entiende.
Por ello se desentiende de ellos y los delega de manera ostensible e irresponsable.
En política exterior le espera dentro de dos años el turno de la presidencia europea. Vale más que aprenda antes algo de idiomas, porque cuando le llegue el momento no se va a poder refugiar en unos papeles para evitar los corrillos de dirigentes (en los que le suelen robar la cartera al que se descuide). Entre palmadas y sonrisas, los del corro se reparten las subvenciones, los fondos y el liderazgo, y son capaces de birlarle la billetera a un retrato. Sobre todo si el retrato no se da por enterado.

Ha sido patética la imagen de Zapatero solitario y silencioso, apartado con la cabeza hundida en un memorándum mientras los líderes del mundo reían; es todo un símbolo de una España aislada cuyo Gobierno ha renunciado a integrarse en el concierto de los que mandan en la escena global.
La imagen de un gobernante apocado, tímido, incómodo y cohibido ante su responsabilidad representativa, que se pasa las cumbres encerrado en un despacho o departiendo con los periodistas nacionales, que se deja ningunear por los grandes y renuncia a su obligación indelegable de representación exterior.
La imagen de un presidente aburrido y ausente, al que se le hacen largas las horas de las cumbres y espera angustiado el momento de tomar el avión de regreso "a su nido doméstico de fintas parlamentarias y tratillos con los nacionalistas de campanario".

Ahí es donde se "encuentra cómodo y está a gusto", en el tacticismo casero, en la dialéctica familiar, lejos de la soberbia prepotente de esos mandatarios extranjeros que tienen la costumbre de hablar en otro idioma y no comprenden, además, la grandeza de su autárquico empeño refundacionista.

Es cierto que la política internacional otorga en España muy pocos votos, pero es donde se cuece la posición del país en el reparto de las grandes líneas de influencia que determinan la competitividad en el mundo.

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