Cómo se inventa y se cuenta la Historia
La ignorancia y el descaro de unos y la ignorancia y el acomplejamiento de otros han convertido los hechos del pasado en trapicheo constante y ajeno a la razón y a la verdad.
En pleno siglo XXI, muchos niños españoles piensan que España es un Estado no identificable, un invento de Franco, al igual que la bandera de España. Alguno sin malicia, en su ignorancia, ha llegado a decir que Franco fue el fundador del PSOE.
Algún libro del colegio, hablando del río Ebro, dice que es un río catalán que nace en “tierras extrañas” y desemboca en el Mediterráneo formando un delta.
Después de una dictadura y una transición democrática, los españoles hemos destruido nuestra memoria. Las Autonomías y la aprobación de la LOGSE, cada territorio se ha dedicado a inventar un pasado separado y enfrentado al de su vecino.
Sabios y políticos regionales exaltan la diversidad territorial y cultural de España hasta llegar incluso a negar su realidad histórica, la de España.
Se contraponen las partes al todo, se busca la desaparición de lo común para aparecer distinto, se rescribe la historia, se inventan hazañas locales, se mitifica el campanario de la aldea.
Se niega lo que integra, iguala y se oculta la visión de conjunto.
El resultado: los niños vascos, catalanes, gallegos... han perdido hasta el derecho a llamarse españoles, las escuelas se han convertido en fábricas del olvido, en ellas se enseña una Geografía e Historia que tiene como fin desterrar de sus mentes el ser y la memoria de España.
El simple vocablo de España es omitido y censurado. Usarlo es "políticamente incorrecto".
Lo real es lo que nos diferencia, lo que nos une no existe. Hoy por hoy España se llama Estado Español, manipular el pasado es evidencia de progresismo y pluralidad; a la ficción o la fábula se le llama Historia.
Los jóvenes, a pesar de sus enormes mochilas, se sientan y escuchan: ¿qué les ofrece?, un lenguaje surrealista.
Se les presenta el pasado fragmentado y discontínuo para evitar la evidencia de que la Historia de España es un proceso largo y cambiante.
Se separa el presente del pasado como si el presente no tuviera que ver con el pasado.
Se truca la Geografía borrando de los mapas escolares aquello que no sea región o pueblo, porque la Geografía da idea de globalidad y España resultaría entonces una obviedad geográfica.
Se ocultan las voces universales que nos unen y se propone una perpetua visita a los cementerios que nos enfrentan y separan.
Se silencian quinientos años de historia en común y se hace un catálogo de héroes regionales que al morir pronuncian solemnes frases en vascuence, catalán, gallego...
Perder el pasado
La LOGSE ha especializado a la juventud española en el precoz arte de perder el pasado, desde los remotos tiempos de la conquista romana a los confusos años en que la transición trajo la paz y la palabra. Los alumnos pueden terminar la ESO sin haber estudiado nunca la historia de España.
La batalla por las Humanidades comenzó a perderse cuando el Estado dejó de ejercer el derecho de controlar lo que se enseña en las escuelas por razones políticas, cuando se olvidó de la Alta Inspección, del derecho fundamental de los alumnos a conocer toda la realidad histórica de España. El olvido ha sido durante mucho tiempo el precio de la gobernabilidad.
Los partidos nacionalistas, conscientes de su condición de llave de mayorías, instauraron la prohibición de recordar y la LOGSE y el espacio competencial cedido a las Comunidades Autónomas en materia educativa no han contribuido a la integración de la memoria.
La cultura del desvínculo lleva tiempo arraigada en los colegios. En vano la Real Academia de la Historia criticó con dureza la tranquilidad con que los señores comarcales estaban destruyendo nuestra memoria.
El Decreto de Humanidades de Esperanza Aguirre naufragó en el Congreso de los Diputados por la irresponsabilidad de la izquierda y las obsesiones doctrinales de los partidos nacionalistas, y el informe de la Real Academia de la Historia se estrelló contra la opinión pública.
Renglones torcidos
La memoria se oxida en las escuelas, colegios e institutos. El historiador serio, crítico, que escribe el pasado de España con honradez ha ganado el mercado, pero ha perdido la batalla de la enseñanza.
Y la guerra institucional de las Humanidades seguirá perdiéndose mientras no se destierren los intereses políticos del campo de la educación y los nacionalismos continúen jugando a inventar una memoria separada y enfrentada a España, una memoria que rescribe su idea de nación con los renglones torcidos del mito, del odio, de la animosidad, de la diferencia.
Historia significa también ficción, fábula, mentira.
Los jóvenes estudian en la ESO y el Bachillerato, muchas veces, una novela que cada Comunidad Autónoma escribe según se le antoja y según le conviene. Lo peor es que ni siquiera se trata de una novela.
Lo peor es que la historia que se enseña en muchas escuelas españolas es confusión y desmemoria. Lo grave, que es intencionada y con fines espúreos.
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