martes, 8 de abril de 2008

Para pensarlo

Encuentro en la red algo antológico:

Mírala, mírala, la fosa de Alcalá
Pedro de Hoyos
Si hay cosas que me molestan es que me impongan la verdad. Pasé muchos años estudiando una Historia de España que luego descubrí que estaba amañada, sólo con los años desmontamos las falsedades que en ella nos vendían sobre la guerra civil. Pero además me imponían el pensamiento único desde F.E.N, la asignatura que en el Bachillerato quería hacer de nosotros unos perfectos franquistas.

Desmontamos esas falsedades como tantos años después desmontamos la patraña de Aznar sobre la justicia de una guerra contra Irak, un país que tenía armas de destrucción masiva. También nos quería imponer su verdad única sobre algo tan grave.

Y entonces ese error de Aznar sirvió para que llegaran Zapatero y su zapaterismo. El zapaterismo no es el socialismo, sino sectarismo y visión parcial y desviada. El zapaterismo es Zerolo y cheques para los votantes en vez de mejores hospitales, mejores carreteras y mejor enseñanza. Dinero para el voto en vez de terminar con las esperas hospitalarias. El socialismo es otra cosa, es ocuparse de los débiles, de los más pobres, defenderlos y mejorar su calidad de vida y sus posibilidades. Seguramente dentro de algún tiempo, cuando Zapatero sea un lejano recuerdo, el PSOE volverá allá donde siempre había estado.

Y con esa visión zapateril llegó de nuevo la revisión de la Historia y la imposición de nuevas verdades, entre ellas la arcádica vida en la España republicana. Entra de pleno en su derecho, en su doloroso derecho, recuperar a aquellos españoles que fueron fusilados al pie de cualquier carretera, “paseados” por una de las dos españas en una infortunada noche de odio y sangre. Pero, eso, había dos españas, igual de culpables, igual de asesinas, igual de paseadoras, igual de chequistas.

Y ahora hemos descubierto la fosa de la otra España, una fosa multitudinaria e igual de amontonada e indiscriminada que las de Franco. La guerra civil dentro de la guerra civil tenía estas cosas, que se aprovechaba para asesinarse dentro de los asesinos. De uno y otro bando.

Y eso es lo que me molesta, que las dos españas fueron tan cabronas la una como la otra, pero no lo quieren reconocer. Estos historiadores zapateristas de hoy me recuerdan a aquellos, tan parciales, que estudiaba en al antiguo bachillerato. Para ellos ser español de uno de los dos bandos era señal de ser bueno, honesto y más español o más demócratas que los demás.

Y me quieren vender la burra coja, la moto sin ruedas, la bici sin pedales de la bondad de los asesinados de un solo bando, recuperar la memoria histórica de una sola de las dos españas, reivindicar nuevamente la división, el sectarismo.
Olvidándose del matonismo que inundó toda España, olvidándose de las tapias de los cementerios, de las checas, de los “paseos” que propinaba su propia media España, olvidándose de que siempre los buenos y los malos están repartidos a partes iguales, con independencia de en qué lado te tocara pasar la guerra, quizá por casualidad, quizá porque no había más remedio.

La fosa de Alcalá nos recuerda que las dos españas fueron iguales, ambas fueron asesinas, cabronas y manipuladoras. Si no queremos relegar al perpetuo olvido la guerra incivil y sus consecuencias, si queremos tener memoria histórica, sólo queda un remedio: admitir que la maldad anidó en ambas.

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