sábado, 19 de abril de 2008

Los consejos de un Rey


“El Emperador Carlos V en Las Instrucciones de Palamós, de 4 de mayo de 1543, daba los siguientes consejos al entonces Príncipe Felipe: «Habréis de ser, hijo, en todo muy templado y moderado. Guardaos de ser furioso, y con la furia nunca ejecutéis nada. Sé afable y humilde. Guardaos de seguir consejos de mozos, ni de creer los malos de los viejos».

En una Tercera de ABC, el Rector de la Universidad Rey Juan Carlos, Pedro González Trevijano, habla de unas cartas remitidas por el Rey al Príncipe Don Felipe -que entonces contaba diecisiete años- durante su último curso en el College School of Lakefield (1984/1985) en Canadá.
Unas exhortaciones que reflejan las claves del reinado de Don Juan Carlos sobre la manera de comprender y ejercer la Monarquía parlamentaria en la España constitucional”.

Según la Constitución de 1978 “«la soberanía nacional reside en el pueblo español del que emanan los poderes del Estado».

Legitimidad histórica y legitimidad legal-racional.
«La Corona es hereditaria en los sucesores de S. M. Don Juan Carlos I de Borbón, legítimo heredero de la dinastía histórica...».
Después de la renuncia de los derechos dinásticos por el Conde de Barcelona (14 de mayo de 1977) la monarquía se vertebra sobre una legitimidad legal-racional nacida de una Constitución democrática. «La Monarquía que no dudó en promover el tránsito a la democracia, recibe de ella la proclamación legitimadora»”.

Legitimidad de ejercicio:
Además de sus legitimidades de origen, el Heredero habrá de saber ganarse una simultánea legitimidad de ejercicio (siguiendo el principio "Serás Rey, si actúas como tal".
«Ya no es posible pensar que nos son dados graciosamente por nuestro nacimiento y nuestra situación todos los derechos y privilegios. Es preciso ganarlos, conservarlos y acrecentarlos día a día, con espíritu de entrega y de servicio. Hoy ya no se da nada que no sepamos merecer».

Un Rey que Reina pero no Gobierna.
«El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones, asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica, y ejerce las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes».

El «Rey reina, pero no gobierna», ya que:
*.- Las Cortes Generales despliegan la función legislativa (artículo 66.2 CE),
*.- El Gobierno dirige la política interior y exterior del Estado (artículo 97)
*.- Lo jueces asumen la función jurisdiccional (artículo 117. 1 CE).

El Rey no disfruta de la “potestad” sino de la “auctoritas” (en tanto que símbolo de la unidad y permanencia del Estado -tan relevante en un país territorialmente muy descentralizado- y como árbitro y moderador de la acción de las instituciones).

«Cuando los tres poderes descompuestos, se entrecruzan, chocan y se traban, se necesita una fuerza que los ponga de nuevo en su sitio. Tal fuerza no puede residir en uno de los resortes en particular, porque se serviría de ella para destrozar a los demás. Es preciso que esté situada fuera y que sea, en alguna medida, neutral, a fin de que su acción se aplique en cuantos puntos se requiera y lo haga con un criterio preservador, no hostil».

El Rey no es copartícipe de la soberanía, que se incardina sólo en el pueblo español, y no encabeza los poderes ejecutivos, sino una forma de gobierno, se ciñe a su «derecho a ser consultado, el derecho de estimular y el derecho de advertir los peligros de la decisión»
Es Rey que no participa en la pugna política, está fuera de la lucha política : de ahí su irresponsabilidad y el imperativo refrendo de sus actos.
Es responsabilidad de los poderes públicos el que las instituciones funcionen; no le puede pedir al Rey que haga lo que le es imposible hacer por la Constitución; no puede actuar y declarar y, por ello, no se pueden ni deben interpretar sus silencios ni juzgar sus inacciones.

«De mí puedo decirte -prosigue Don Juan Carlos- que he tenido en mi vida momentos muy delicados, llenos de incertidumbre, en los que he debido soportar desaires y desprecios, incomprensiones y disgustos... Pero precisamente en estas circunstancias de prueba, que hay que soportar con la sonrisa en los labios, devolviendo amabilidades por groserías y perdonando para ser perdonado, me han permitido madurar, endurecerme y recibir las lecciones necesarias para que ahora pueda mirar hacia atrás con orgullo y satisfacción».

«Hay que saber escuchar mucho, escuchar con atención, para no ofender a quien te hable... pero también hablar con medida, de manera discreta con amabilidad y buen tono, con sencillez y sentido del humor. Saber callar es tan difícil como saber hablar. ¡Y hay tantas maneras de callar mientras otro habla! Al que ha encontrado una buena manera de callar cuando las circunstancias lo aconsejan, casi todo el mundo lo entiende».

«No te canses jamás de ser amable con cuantos te rodean y con todos aquellos con los que hayas de tener relación... Has de mostrarte animoso aunque estés cansado; amable aunque no te apetezca, atento aunque carezcas de interés; servicial, aunque te cueste trabajo».

«Piensa que te juzgarán todos de una manera especial y por eso has de mostrarte neutral, pero no vulgar; culto y enterado de los problemas, pero no pedante ni presumido... Haz lo que yo te digo, pero no hagas lo que yo hago».


A modo de conclusión: La Monarquía es necesaria, pero reinar en España no es tarea fácil.

No hay comentarios: