miércoles, 16 de noviembre de 2011

Dos formas de ver el vaso vacío.

Rajoy ve imprescindible un cambio de Gobierno y de políticas que se ganen la confianza de Europa y Pérez Rubalcaba culpa a la UE y el Banco Central

Lo que va a dejar el Gobierno socialista al concluir esta IX legislatura no parece que vayan a quedar muchos bienes que transmitir, el comandante no comanda desde hace tiempo y su equipo de lucha no ha estado a la altura de la gesta.
A cinco días de las elecciones, la situación financiera de España y los españoles, y su crédito, se agravan con cifras cercanas a la zona del rescate europeo: ayer al Tesoro le salió carísimo colocar la deuda, tanto como no hacía 14 años que le costaba, y la prima de riesgo alcanzó su máximo histórico: 457 puntos respecto al bono alemán. Como las calamidades nunca vienen solas, también supimos que los precios subieron en octubre un 0,8 %.

Cien millones al día
Por tanto, dinero más caro fuera y dentro, menos dinero en los bolsillos.
El legado que va a dejar el Ejecutivo de Rodríguez Zapatero se envenena y lo peor es que todos los días son iguales: a uno con malas noticias le sigue otro con noticias malas. Ese es el único cambio. Basta con asomarse desde la cima de la deuda para sufrir el síndrome de Ménière o cualquier otro vértigo periférico: España gasta 100 millones de euros al día en financiar la montaña de dinero que debe.
El maremoto europeo y sus gigantescas olas anegaron la campaña. No podía ser de otra manera ante las malas noticias que llegaban desde Bruselas.
Mariano Rajoy resumió, en un acto celebrado en Santander, la endiablada espiral: «A los españoles les cuesta mucho más financiarse que a un alemán, un francés o un holandés, algo que también le sucede a las empresas, que están en una situación de inferioridad descomunal frente a las del resto de Europa. Esto hace que les cueste producir más, produzcan menos y haya menos empleo».
Su conclusión es que «España necesita un cambio de políticas económicas y un Gobierno que no cree divisiones ni peleas sino que convoque a todos para sacar esto adelante». Ese es el mensaje del PP, romper con la desconfianza que —a su entender— ha generado la gobernación de los socialistas.

El candidato del PSOE no cree que la tunda diaria europea a los intereses españoles se solvente con un cambio de Gobierno, ni que se trate de una cuestión de liderazgo.
La culpa la tienen —proclama— «la UE y su Banco Central que están enviando a los inversores toda suerte de mensajes de falta de confianza en Europa». Es —dice— una cuestión de tener más firmeza. Y de gastar (el «3 en 1» preferido por los socialista), sobre todo de gastar «lo que haga falta y no sólo un poquito para no permitir más ataques al euro».
Lo dijo ayer en el Círculo de Bellas Artes, donde le acompañaron Carlos Solchaga y Javier Solana (la renovación no se detiene) para suscribir los presuntos parabienes que le esperan a España si Rubalcaba tiene oportunidad de llevar a La Moncloa su «Nueva política económica para España y Europa», después de sus casi seis años en el Gobierno.
«El futuro nos tortura y el pasado nos encadena, he aquí por qué se nos escapa el presente». Rubalcaba anda estos días enredado en la famosa cita de Gustave Flaubert, que le encaja como un guante a su circunstancia. Ayer fue incapaz de dar una pista de lo que hará el día 21 y de garantizar que pase lo que pase en las urnas él intentará dirigir la oposición y la nave socialista. Tres veces fue preguntado por ello, en Onda Cero, y tres veces se marchó de excusión por Úbeda.
No es fácil su posición, porque de perder lo único que podrá exhibir ante el partido es una credencial como diputado en el Congreso por Madrid, escaso bagaje para lo que podría requerir un proceso cercano a la refundación del partido, que en siete meses habría perdido prácticamente todo el poder. Voces dentro del PSOE alertan de que hay más de uno (y de una, en especial) que le está esperando para ajustar cuentas recientes.
La pelea interna se promete apasionante y digna de un legado. Es decir, de todo un equipo de lucha libre.

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