sábado, 19 de noviembre de 2011

De cuando el franquismo imponía una sola lengua.


Edurne Uriarte. 6 septiembre de 2011
Aún recuerdo mi indignación adolescente de cuando mis padres me explicaban que, aunque mi nombre era Edurne, habían sido obligados a poner Nieves en el registro porque estaba prohibido poner nombres en euskera (nací en 1960).
Por supuesto, el euskera, mi lengua materna, estaba proscrito de la escuela.
Y, por supuesto también, quienes lo hablábamos o trasladábamos su acento al castellano éramos tildados de paletos, entre ellos, por bastantes de los que luego se hicieron muy nacionalistas. 
Y hemos pasado de eso, de la prohibición dictatorial del uso de una segunda lengua en la escuela a la prohibición democrática de otra lengua en la escuela, en este caso, el castellano en Cataluña. ¿Qué diferencia hay entre una y otra prohibición?
Algunos dirán que la diferencia está precisamente en la propia democracia, puesto que el sistema de inmersión en catalán ha sido aprobado por el Parlamento catalán. Pero resulta que ese argumento se cae cuando el Gobierno catalán, antes, y ahora de nuevo, tras el auto del TSJC obligando al uso del castellano como lengua vehicular en la escuela, afirma que no va a cumplir la ley. No sólo que va a recurrir, lo cual entra dentro del método democrático, sino que va a mantener la inmersión "caiga quien caiga". 
O que impedirá el uso del castellano en la escuela al margen de la legalidad, como sea, cueste lo que cueste, digan lo que digan las normas democráticas aplicadas a todos.
Efectos de la inmersión

No hay comentarios: