jueves, 7 de julio de 2011

Las elecciones del 14 de marzo de 2004



I. EL MARCO DE LA CAMPAÑA.

1. Las elecciones del 14 de marzo de 2004.
El 14 de marzo de 2004, los españoles decidieron poner fin al período de Gobierno del Partido Popular y abrir las puertas del cambio con un nuevo Gobierno del Partido Socialista presidido por José Luis Rodríguez Zapatero.
A lo largo de la Legislatura se habían acumulado un conjunto de circunstancias que justificaban plenamente esa decisión de cambio:
- El Gobierno del PP, interpretando erróneamente la mayoría absoluta que había obtenido en las elecciones anteriores, entró en una deriva derechista con políticas cada vez más reaccionarias y cada vez más alejadas de la sensibilidad mayoritaria de la sociedad española. [Esta orientación ultraderechista del PP se ha mantenido hasta ahora, puesto que quienes la protagonizaron entonces son los mismos que siguen dirigiendo ese partido].

- España entró en una fase de retroceso de los derechos sociales, con decisiones claramente hostiles para los trabajadores (como el decretazo que pretendía consagrar el empleo precario como modelo de nuestro sistema laboral y que provocó una huelga general).
Una política antisocial que potenciaba la desigualdad y la exclusión de los más débiles y que despreciaba los mecanismos de cohesión e integración social.

- La soberbia del gobierno del PP le condujo a despreciar sistemáticamente a la opinión pública, tomando decisiones trascendentales para España a sabiendas de que la inmensa mayoría de los ciudadanos no estaban de acuerdo con ellas.
La implicación de España en la guerra de Irak fue la más grave, pero no la única de estas decisiones.

- Ello iba acompañado de un estilo de gobierno arrogante, autoritario y provocador de toda clase de conflictos y enfrentamientos con todos los sectores sociales y con todos los partidos políticos.
El PP entró en una situación de aislamiento político que también se prolonga hasta hoy: ninguna fuerza política está dispuesta a caminar del brazo del PP, que además tiene por costumbre maltratar y despreciar a sus aliados.


- El gobierno del PP hizo de la manipulación y la mentira su primer instrumento político.
Mintieron en los momentos más graves, cuando los ciudadanos más necesitan poder confiar en sus gobernantes.
Las mentiras del Prestige y de la guerra de Irak desembocaron en el engaño masivo del 11-M.
Y convirtieron a la radio y la televisión pública en una máquina de intoxicación y desinformación incompatible con la democracia.


Por último, la sucesión de Aznar se resolvió de forma oscura y palaciega mediante la designación a dedo del más oscuro y palaciego de los candidatos: Mariano Rajoy. Un error que se ha convertido en una de las principales hipotecas del PP.

Mientras tanto, el Partido Socialista, renovado y dirigido por José Luis Rodríguez Zapatero, mantuvo una línea de oposición firme y a la vez constructiva, defendiendo con energía los intereses y los valores mayoritarios de los ciudadanos y a la vez defendiendo el interés de España con acuerdos de apoyo al Gobierno en las cuestiones de Estado.
Por todo ello, la voluntad de cambio fue creciendo hasta hacerse mayoritaria.

Pero además, el 11 de marzo se produjo un atentado terrorista que mató a 191 personas; y los dirigentes del PP decidieron esa misma mañana utilizar el atentado para apuntalar su victoria electoral, engañando al país sobre la naturaleza y la autoría del crimen.
Los ciudadanos detectaron el engaño y obraron en consecuencia.

Los dirigentes del PP fueron incapaces de digerir la derrota electoral.
*.- Primero, porque la derecha española siempre ha tenido dificultades para aceptar la pérdida del poder;
*.- Segundo, porque en esta ocasión el voto de los ciudadanos incorporaba también un reproche moral a quienes se habían comportado de forma desleal con la verdad y con los propios ciudadanos, y también una exigencia de rectificación que ni se produjo entonces ni se ha producido después;
*.- y tercero, porque sólo estaban preparados para ganar.
A Rajoy le habían prometido un camino fácil hasta la Moncloa y se encontró ante el difícil camino de la oposición.
No fue capaz de ganar y no supo perder.
La frustración política y personal de los dirigentes del PP tras una derrota que no esperaban ha marcado por completo su actuación durante la Legislatura.
Lejos de reflexionar sobre las causas de la derrota, admitir sus errores y plantear una estrategia positiva para recuperar la confianza de los ciudadanos desde una oposición sensata, han convertido la revancha en una obsesión que les ha condicionado.
Los dirigentes del PP han pasado estos cuatro años mirando hacia atrás con ira, y con esa misma actitud afrontan esta campaña electoral.

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