miércoles, 13 de julio de 2011

Carta a Miguel Ángel Blanco (13-07-2011)

ETA ha vuelto a las instituciones: tus verdugos viven tiempos de euforia.
Querido Miguel Ángel: Han pasado ya 14 años y sigue pareciendo que fue ayer. Catorce años de aquel chantaje intolerable, de aquella cruel infamia, de aquel asesinato a cámara lenta que congeló para siempre en nuestra memoria y en nuestro corazón el rostro de tu eterna juventud, que nos convirtió en tus amigos para siempre, que se llevó contigo un poco de todos nosotros.
Podría contarte muchas cosas sobre estos 14 años. Podría hablarte de un sinfín de acontecimientos, de sucesos, de historias que tus asesinos sí han podido vivir y que tú, en cambio, no has podido conocer porque ellos decidieron elegirte a ti para llevar a cabo otro más de sus crímenes, quizás el más aberrante de todos, en todo caso tan injusto, inhumano y doloroso como todos los que han cometido.
Pero tú inspiraste algo que, sin duda, te habría emocionado conocer. Tú creaste algo que se dio por llamar “el espíritu de Ermua”. Fue tu gran éxito, Miguel Ángel, tu gran triunfo. Tú lograste que la sociedad vasca y del resto de España se uniera al fin sin miedo contra la barbarie terrorista. Gracias a ti, dejamos de escondernos. Nos armamos de valentía. Salimos a esas calles a las que antes sólo salían los asesinos para reclamar todo aquello de lo que te privaron a ti para siempre. Recobramos la esperanza. Nos unimos para pedir libertad, para exigir que se acabara la barbarie, para callar la voz de los terroristas y sus cómplices. Miles de personas de ideologías, origen y entorno muy diferentes nos dimos la mano para decir en voz alta que estábamos hartos, para defender y exigir que nunca más volviese a ocurrir algo tan brutal, tan salvaje y tan irracional como lo que te había ocurrido a ti.
Y, claro, enfadamos a los de siempre. A los que justifican y amparan la violencia. A los que se benefician de ella. A los que la utilizan como excusa, como coartada o como chantaje. A unos nacionalistas que vieron cómo, por primera vez, no eran ellos los que tenían el control de lo que estaba pasando en las calles de nuestra querida tierra vasca. El espíritu de Ermua no les pertenecía, no era cosa de ellos, y por tanto les incomodaba, les estorbaba. Por eso, en lugar de sumarse a ese grito colectivo de libertad, decidieron darle la espalda.
Decidieron unirse en Estella. Eligieron, una vez más, el camino equivocado. Eligieron sumar estrategias y objetivos con quienes te habían matado, Miguel Ángel. Y extendieron esa unión a Cataluña, viajando de Estella a Perpignan. Y regresaron después al País Vasco, para promover lo que ahora tenemos allí, con la ayuda de un Gobierno que se quiso sumar a ese camino oscuro y tortuoso sentándose a negociar con tus asesinos.
Siento no poder darte mejores noticias, Miguel Ángel. Pero en eso estamos ahora. ETA ha vuelto a las instituciones de las que les echamos con tu ayuda, bajo el nombre de Bildu. Incluso están gobernando en Guipúzcoa, por increíble que te pueda parecer. Tus verdugos viven tiempos de euforia. Mientras el Gobierno se empeña en decirnos que están más cerca de su final que nunca, lo cierto es que gozan de mejor salud. Se sienten más fuertes, más cerca de su objetivo, más envalentonados. Lejos quedan ahora los días en que, gracias entre muchos otros a ti, a tu sacrificio, a tu pérdida, estaban al fin silenciados, acorralados, asomados ya a su derrota final.
Sin ir más lejos, hace sólo unos días que en tu pueblo, en el Ayuntamiento de Ermua, el mismo sitio donde tú, lleno de juventud y de ganas de hacer cosas por tus paisanos, te sentaste un día como concejal, los representantes de Bildu se negaban a apoyar una moción que condenaba la violencia etarra y exigía el fin de la misma. Ellos estaban allí sentados, exhibiendo su miseria moral, justo donde tú ya no puedes estar. Tremenda injusticia…
Así estamos, Miguel Ángel. Catorce años después de perderte. Después de tanta muerte y tanto dolor. Luchando aún por librar de una vez por todas al País Vasco y a España de esa lacra. Parece mentira que aún sigamos así, ¿verdad?, que incluso vivamos ahora tiempos en que hemos perdido terreno, en que ellos parecen volver a estar ganando esta macabra partida, en que haya quien aún está dispuesto a darles oxígeno mediante negociaciones, concesiones y apoyos que sólo sirven para alimentar el delirante sueño independentista de los asesinos.
Pero en estas fechas, Miguel Ángel, no quiero abrumarte con malas noticias. Prefiero recordar tu triunfo, el triunfo que fue el espíritu de Ermua, y pensar que regresará un tiempo en que ese espíritu renacerá para excluir de una vez por todas de nuestra sociedad a tus asesinos.
Al igual que les ocurre a todos los españoles, yo también recuerdo hoy dónde estaba entonces, qué estaba haciendo exactamente cuando supe lo que habían hecho contigo. A partir de aquel momento de imborrable rabia y dolor, pasaste a formar parte de la vida y de la historia de todos nosotros. Y es tu recuerdo, junto al de tantos otros que se fueron como tú, lo que nos hace seguir creyendo con firmeza, más allá de los reveses y los retrocesos, que luchar por la libertad siempre conduce al triunfo. Un saludo, Miguel Ángel.
*Carlos Iturgaiz, eurodiputado del PP, era líder de los populares vascos el 12 de julio de 1997.

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