lunes, 19 de octubre de 2009

Mentira, falacia, aberración.


Isabel San Sebastian, en El Mundo, escribe:
La mentira, repetida hasta la saciedad por todos los portavoces socialistas, es que la contestación a su propuesta liberalizadora del aborto procede de los sectores más reaccionaros de la derecha política y el cristianismo militante. ¡Falso! Somos muchos los agnósticos e incluso los ateos en materia religiosa y también ideológica, o cuando menos partidista, los que rechazamos de plano este engendro por razones que apelan a la moral natural, exenta de apellidos o siglas. Nos acompañan budistas, musulmanes, judíos, socialistas, comunistas, apolíticos y demás gentes de bien, convencidas de que cada vida importa. Ahí es donde nos encontramos, salvando todas nuestras diferencias.
La falacia se refiere a esa coletilla, gastada de tanto usarla, que dice así: «En ocho años de gobierno del Partido Popular, nadie hizo nada por derogar la ley actualmente vigente».
¿Es que nos toman por idiotas? La ley actual, guste más o menos a unos u otros, fue el resultado de un consenso, finalmente amparado por el Tribunal Constitucional, fruto del cual determinados supuestos fueron despenalizados desde una doble premisa: el valor indiscutible de la vida del no nacido y el valor superior de la de su madre. En caso de conflicto, prevalece ésta última. Y es verdad que la ley ha sido transgredida, violentada y retorcida hasta convertirse en un coladero que ha dado pie a todo tipo de abusos, lo cual, sin embargo, no puede ser invocado como argumento para dar carta de naturaleza a esas transgresiones, violaciones y conductas retorcidas, que es precisamente lo que persigue esta nueva ley, a la que se aferra el Ejecutivo pese a que nadie la haya pedido ni el Partido Socialista la llevara en su programa con el que se presentó a las elecciones.
Porque esa carta de naturaleza es, precisamente, el meollo de la cuestión y la aberración que nos ha sacado a muchos a la calle. La pretensión de convertir el aborto en un derecho. Esto es, de otorgar una connotación positiva, de conquista, de avance, de progreso a lo que constituye un fracaso clamoroso. Un acto intrínsecamente cruel y doloroso, cual es la aniquilación voluntaria de un hijo en las entrañas de su madre.
¿En qué cabeza cabe? ¿Qué consideración merece la mujer a esos apóstoles de la muerte? ¿Qué significado otorgan al término derecho? ¿En qué clase de progreso creen?
Los que acudimos a manifestarnos el sábado lo hicimos convencidos de que el aborto es un mal que es necesario combatir con ayudas y políticas de apoyo a la maternidad. No engañando a la sociedad con el lenguaje orwelliano de 1984 en el que la muerte era la vida y la mentira, la verdad.

No hay comentarios: