JOSÉ MARÍA CARRASCAL Viernes, 09-10-09
DE acuerdo, de acuerdo. La trama Gürtel apesta de Valencia a Galicia, con alto en Madrid y, tal vez, alguna otra comunidad. Y no se reduce a unos trajes y bolsos, sino a cientos de miles, puede que millones, de euros, que han circulado de las empresas del «Bigotes» a cargos del PP, y del PP a las empresas del «Bigotes», en un sistema de vasos comunicantes, que no se sabe dónde empieza ni dónde acaba. De ello no cabe ya la menor duda. Como de que Rajoy ha tardado demasiado en darse cuenta de la panda de chorizos, mangantes, arrebatacapas y golfos con tan poca clase como escrúpulos, que se habían colado en su partido y aledaños.
Pero esta indignación ante unos corruptos no debe hacernos olvidar una cosa: que el caso Gürtel no es el mayor problema que tiene hoy España. Es grave, sí, y repulsivo, y mugriento, como sus personajes. Pero la corrupción aparecerá siempre en la política, por pertenecer a la zona oscura de la naturaleza humana. ¿Qué puede hacer Rajoy ante ésta? No mucho, porque la oposición no tiene poder. Pero al menos puede mostrar abierta, rotundamente su rechazo, condena y disgusto. No lo ha hecho, y pagará por ello.
Pero hay una corrupción más grave que la del dinero, y es la del poder. El abuso del poder. El mal uso del mismo. Su falseamiento. Esa clase de corrupción la está padeciendo España desde hace dos años, sin que se le ponga remedio. O lo que es peor: sin darnos cuenta. ¿Hay mayor corrupción que negarse a ver la crisis económica que se nos venía encima, cuando habían sonado los timbres de alarma en todo el mundo ante ella? ¿Existe mayor estafa que enviar al vicepresidente económico a sostener en un debate televisado, sólo por razones electorales, que la crisis no afectaría a España? ¿Se concibe mayor corruptela que prometer 400 euros a cada votante en vísperas de elecciones, sabiendo que no servirían para nada, como se confirmó quitándoselos al año siguiente? ¿O continuar dando falsas esperanzas de recuperación, que apuntan en otros países, pero no en el nuestro? ¿O conducir la economía con criterios sólo políticos, que es algo así como conducir un coche sin carné y bajo la influencia del alcohol? ¿O presentar presupuestos más falsos que un billete fotocopiado? ¿O no hacer caso a las recomendaciones de los organismos económicos nacionales y extranjeros? ¿O apostar a que los demás nos sacarán del agujero, sin garantía alguna de que vaya a ocurrir?
Ese es el verdadero problema hoy de España, no el caso Gürtel, como pretenden hacernos creer el Gobierno y sus comparsas. Si se despeña la oposición, es su problema. Ya saldrá otra, pues opositores en este país no faltan. Pero si se despeña el Gobierno, la nación se va tras él. ¿O es eso lo que se busca, acabar definitivamente con España? Por el camino que vamos, entre todos la matamos, y ella sola se murió.
DE acuerdo, de acuerdo. La trama Gürtel apesta de Valencia a Galicia, con alto en Madrid y, tal vez, alguna otra comunidad. Y no se reduce a unos trajes y bolsos, sino a cientos de miles, puede que millones, de euros, que han circulado de las empresas del «Bigotes» a cargos del PP, y del PP a las empresas del «Bigotes», en un sistema de vasos comunicantes, que no se sabe dónde empieza ni dónde acaba. De ello no cabe ya la menor duda. Como de que Rajoy ha tardado demasiado en darse cuenta de la panda de chorizos, mangantes, arrebatacapas y golfos con tan poca clase como escrúpulos, que se habían colado en su partido y aledaños.
Pero esta indignación ante unos corruptos no debe hacernos olvidar una cosa: que el caso Gürtel no es el mayor problema que tiene hoy España. Es grave, sí, y repulsivo, y mugriento, como sus personajes. Pero la corrupción aparecerá siempre en la política, por pertenecer a la zona oscura de la naturaleza humana. ¿Qué puede hacer Rajoy ante ésta? No mucho, porque la oposición no tiene poder. Pero al menos puede mostrar abierta, rotundamente su rechazo, condena y disgusto. No lo ha hecho, y pagará por ello.
Pero hay una corrupción más grave que la del dinero, y es la del poder. El abuso del poder. El mal uso del mismo. Su falseamiento. Esa clase de corrupción la está padeciendo España desde hace dos años, sin que se le ponga remedio. O lo que es peor: sin darnos cuenta. ¿Hay mayor corrupción que negarse a ver la crisis económica que se nos venía encima, cuando habían sonado los timbres de alarma en todo el mundo ante ella? ¿Existe mayor estafa que enviar al vicepresidente económico a sostener en un debate televisado, sólo por razones electorales, que la crisis no afectaría a España? ¿Se concibe mayor corruptela que prometer 400 euros a cada votante en vísperas de elecciones, sabiendo que no servirían para nada, como se confirmó quitándoselos al año siguiente? ¿O continuar dando falsas esperanzas de recuperación, que apuntan en otros países, pero no en el nuestro? ¿O conducir la economía con criterios sólo políticos, que es algo así como conducir un coche sin carné y bajo la influencia del alcohol? ¿O presentar presupuestos más falsos que un billete fotocopiado? ¿O no hacer caso a las recomendaciones de los organismos económicos nacionales y extranjeros? ¿O apostar a que los demás nos sacarán del agujero, sin garantía alguna de que vaya a ocurrir?
Ese es el verdadero problema hoy de España, no el caso Gürtel, como pretenden hacernos creer el Gobierno y sus comparsas. Si se despeña la oposición, es su problema. Ya saldrá otra, pues opositores en este país no faltan. Pero si se despeña el Gobierno, la nación se va tras él. ¿O es eso lo que se busca, acabar definitivamente con España? Por el camino que vamos, entre todos la matamos, y ella sola se murió.
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