viernes, 20 de noviembre de 2009

La "españa" de las Autonomías o las "autonomías" de España?.


«Aunque la verdad de los hechos resplandezca, siempre se batirán los hombres en la trinchera sutil de las interpretaciones» (Gregorio Marañón).
La llamada «financiación autonómica», está poniendo de relieve lo defectuoso del tema autonómico.
No se puede hablar de «Estado de las autonomías» porque «las autonomías» también son Estado. Si se es autónomo de algo es, precisamente, porque ese algo quiere diferenciarse de otro algo.
Mis brazos nunca pueden ser autónomos de mi cuerpo: actúan de una forma u otra precisamente porque otra parte, instalada en mi cabeza, así lo determina.
Cuando los autores de nuestra actual Constitución hablan de «nacionalidades» creo que dan al término un significado distinto al que antes tenía. Y lo peor es que, queda claro que nadie sabía en qué consistía ese otro significado. De aquí su posterior desuso y la nefasta conversión en «naciones».
El problema se termina de hacer grave cuando el Título VIII aparece como «de la Organización territorial del Estado». ¿Es que hay otra?.
La Constitución de la Segunda República habla de «Organización Nacional» y de autonomía de Municipios y Regiones.
Estas imprecisiones terminológicas, nacidas del mundo de cesiones y contracesiones que caracterizó y alargó en demasía nuestro último proceso constituyente, han tenido luego más importancia de lo previsto. Ahí pueden situarse las actuales afirmaciones que se oyen: Cataluña «como Nación» o «el Gobierno vasco y el Gobierno español».La palabra «región» ha quedado eliminada.
*.- En los años de la Transición aparecen unidas, como caras de una misma moneda, democracia y autonomía (un problema heredado, ocurrió también a la Segunda República) cuando no tienen nada en común.
El mundo está mas lleno de regímenes políticos democráticos que no tienen concesiones autonómicas que los que las tienen (Portugal o Francia, por ejemplo).
¿Es que no hay democracia en Francia, el país posiblemente más centralista y jacobino de la vigente Europa?.
Nuestros constituyentes se dejaron llevar por esa falsa unión, cayendo en el defecto de una regulación para un momento. Y, además, rígida y extensa.
*.- Se podrían haber utilizado otras alternativas organizativas descentralizadoras.
No un sistema federal ya que históricamente en España ha terminado en cantonalismo.
Quizás un Estado unitario descentralizado.
*.- Se erró también en el establecimiento de dos tipos de Comunidades Autónomas. Las que en el pasado, es decir durante la República, hubiesen «plebiscitado afirmativamente» proyectos de Estatutos de autonomía y las que no lo hubieran hecho.
Se habla de haber realizado el plebiscito y no de haber tenido Estatuto con vigencia:
*.- Galicia nunca llegó a tenerlo.
*.- En el País Vasco su Estatuto, tras muchas peripecias, se aprobó ya iniciada la guerra civil y con no pocas resistencia de buena parte del PSOE).
*.- El único Estatuto en vigor lo tuvo Cataluña desde 1932 y gracias, sobre todo, a la labor de Azaña.
Esta diferenciación provocó serios enfrentamientos y prisas. En todas partes apareció el sentimiento de discriminación. Se inventaron «hechos diferenciales» en cadena y se resucitaron lenguas y «peculiaridades» sacadas de la manga en muchos casos. Nuestros constituyentes olvidaron algo elemental: ningún español admite que el vecino tenga más. En lo que sea y por lo que sea. He aquí el fomento de algunas llamadas «fobias» que unos y otros se echan a la cara en cuanto pueden.
*.- Por otro lado se dejó permanentemente abierto el proceso de transferencias de materias propias del Estado pero que podían pasar a serlo de las Comunidades. El art. 150,2 pasará a la historia como ejemplo de la imprecisión.
Así el Estado ha ido cediendo continuamente en ese mercadeo por razones puramente electorales o, lo que es más grave, por abiertas amenazas de «ir más allá» que algunos partidos lanzan sin recato.
Rafael Fernández Ordóñez afirma, al respecto, «nuestra clase política ha aparcado el patriotismo y sólo piensa en conservar su poder y alimentar a sus sectarios», frase que trae de inmediato al recuerdo el «particularismo» de la España Invertebrada de Ortega. Ángel Expósito sentencia que las autonomías «se nos han ido de la mano, pero lo más preocupante es: ¿quién y cómo puede dar marcha atrás? Misión imposible».
Si esto es cierto, si no hay «marcha atrás» será la unidad de España la que entrará en peligro. ¿Es necesaria una reforma de la Constitución, del alcance que fuere y con el consenso que existiera, para poner remedio a este asunto?.
¿O todo esto es un problema imaginario, sin base real y propio de un “franquista”, por aquello de “una, grande y libre”?.

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