Con el riesgo-país en estado crítico la catástrofe puede ocurrir en horas; una situación así requiere gestos de liderazgo .
Ignacio Camacho, ABC.
Una situación tan grave requeriría gestos de liderazgo. Hablar claro al país, convocar a la oposición, negociar a cara de perro con los sindicatos. Brío, determinación, coraje. Zapatero permanece encerrado sin dar la cara y cuando lo haga será para tronar contra la voracidad de los especuladores y contra la falta de colaboración del PP. De nuevo está por detrás de los acontecimientos, que es lo peor que le puede ocurrir a un gobernante. La vicepresidenta apenas asoma la melena y ha delegado las explicaciones en su tríada de secretarios de Estado, que se multiplican pidiendo calma, acaso lo único que ahora mismo no tienen los mercados. El escueto mensaje oficial repite los argumentos de nuestra supuesta solvencia como una jaculatoria. Sólo el gobernador del Banco de España dice en voz alta lo que convendría hacer, pero a él no le corresponde tomar las decisiones. Mientras la cúpula del poder sigue bloqueada, Europa ha hecho los cálculos del rescate: 350.000 millones de euros, cuatro veces más que Irlanda, que nos van a cobrar en sangre. Sangre social, sangre de bienestar, sangre de estancamiento.
En realidad, el hieratismo del Gobierno ante esta crisis descomunal responde a un análisis de costes políticos, que son la prioridad del zapaterismo. Prefiere asumir el riesgo de otro ajuste impuesto desde fuera que tomar la iniciativa de nuevas reformas, porque si al final las dictan los socios de la unión monetaria el presidente siempre podrá victimarse y culpar al perverso mecanismo financiero internacional. Quizá podría bastar con un acelerón en las fusiones de las cajas y el replanteamiento real, sin maniobras dilatorias, del sistema de pensiones, pero eso destrozaría el calendario electoral. Puro voluntarismo; a día de hoy lo que debería calibrar el presidente es si bajo este turbión va a llegar incólume a las elecciones.
jueves, 25 de noviembre de 2010
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