miércoles, 30 de mayo de 2012

¿De quien son los Bancos?

Caín, La Razón

JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC
NO, no y no.
No puede ser que un directivo que llevó su banco a la quiebra cobre 14 millones de euros de indemnización.
Y con él, cuantos han contribuido a desfondar las Cajas de Ahorro: directivos, consejeros de administración y políticos en torno. Si consentimos esto, daremos la razón a quienes dicen que el sistema financiero español no es de fiar. Eso es peor que un robo a mano armada, al serlo con abuso de poder y alevosía.
Vayamos a la pregunta del millón o de los millones: ¿de quién son los bancos? ¿De sus directivos, de sus consejeros, de sus accionistas?.
Teóricamente, de los accionistas, pero vienen siendo los ejecutivos quienes vienen haciendo y deshaciendo a su antojo, mientras los consejeros de administración les dejan hacer con tal de seguir cobrando sus suculentos sueldos y dietas, en vez de administrar y controlar. Aunque también hay que decir que, si quisieran, tampoco podrían hacerlo, pues la mayoría de ellos no tienen idea de economía ni de finanzas.
Pero volviendo a la pregunta principal, ¿de quién son los bancos? Pues son de quienes han depositado en ellos sus ahorros.
De los ciudadanos anónimos que, tras trabajar y pagar sus impuestos, depositan lo que les queda, si les queda algo, en esas instituciones, recibiendo a cambio un pequeño beneficio. Lo que se supone es que el banco preste ese dinero, a intereses más altos, a empresarios que a su vez lo invertirán en «economía productiva», en su provecho y en el del país.
Lo que ha ocurrido, sin embargo, es que los bancos se han liado a prestar a lo loco, concediendo créditos a 30, 40 años y, no contentos con ello, a personas sin garantía de que pudieran devolverlos. Pero calculando esos beneficios futuros, los banqueros se repartían unas bonificaciones en dinero contante y sonante, de cientos de miles o millones de euros o dólares. Es decir, cobraran en efectivo lo que sólo era hipotético.
Montoro, La Razón
Esa ha sido la «burbuja financiera» que, al estallar con la llegada de la crisis, ha hecho un agujero inmenso en buena parte de tales instituciones.
Agujero que, en nuestro caso, se agrandó con la aparición en escena de los políticos, que empezaron a manejar las Cajas de Ahorro como bancos regionales o incluso comarcales, listos a financiar cualquier iniciativa populista o, sencillamente, a meter dinero en el bolsillo de un familiar, amigo o correligionario. Era, en el fondo, un «sistema Ponzi» a nivel nacional o internacional y lo que es peor: con el visto bueno de las autoridades correspondientes. Así es cómo han terminado en bancarrota los bancos y las cajas de ahorro, que más bien habría que llamar de derroche.
Hay que salvar bancos y cajas porque no puede permitirse que los depositarios se queden sin sus ahorros. Pero no hay que permitir que los causantes del desastre se lleven indemnizaciones millonarias. Más bien, pedírselas.

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