El rejonazo fiscal que el flamante gobierno nos ha recetado nada más tomar posesión pone en cuestión la lealtad de los colaboradores de Rajoy a la hora de llevar a la práctica los deseos de su jefe. Mira que insistió Mariano durante la campaña electoral en su decisión inapelable de bajar los impuestos. Pues nada, llega el primer consejo de ministros y su equipo decreta lo contrario a sus espaldas. Porque como todo el mundo sabe Rajoy es bueno; los malos son sus ministros, que no le cuentan nada.
La presión fiscal a los asalariados ha subido notablemente, y en los tramos altos del IRPF ya supera el cincuenta por ciento, con lo que cada vez estamos más cerca del objetivo de llevarlo al cien por cien, para que todos trabajemos por cuenta del estado, única manera de que los dieciocho gobiernos que padecemos tengan cash suficiente para repartir subvenciones, pagar las nóminas de los empleados de lujo de sus televisiones autonómicas y abrir más embajadas, porque las ciento ochenta actuales son claramente insuficientes.
Desde la perspectiva de las cuentas del estado, la única que manejan los gestores designados por Rajoy y los economistas que aplauden sus decisiones tras darle a la calculadora, nada mejor que incautar toda la riqueza producida por la sociedad. En Somalia hay equilibrio fiscal, cierto, pero en Cuba tienen un superávit comercial que no deja de crecer año tras año, así que, puestos a comparar ambas políticas económicas, la tiranía cubana es el mejor ejemplo si de lo que se trata es de sanear las cuentas públicas.
Los ciudadanos, sin embargo, estamos más preocupados por las cuentas privadas; las que hacemos cada mes en nuestro hogar para evitar los agujeros contables que el gobierno del PP se ha propuesto agrandar a base de subirnos los impuestos. Con Zapatero trabajábamos varios meses al año para que Aído y Pajín tuvieran dinero suficiente en sus partidas destinadas a subvenciones. Votamos al PP, y ahora resulta que vamos a tener que currar un par de semanas más para el gobierno.
Cuando Rajoy decía en la campaña electoral que España necesitaba un cambio no pensábamos que se refería a esto. Al menos yo; les juro que no.
Pablo Molina es miembro del Instituto Juan de Mariana.
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