CANELA FINA
LUIS MARÍA ANSON
Don Juan III vivió siempre de su dinero
EN FEBRERO de 1946, Don Juan abandonó su
residencia en Suiza para trasladarse a Portugal. En el aeropuerto de Estoril le
esperaba el embajador de España, Nicolás Franco.
- Aquí está el coche de Vuestra Majestad
- le dijo el hermano del dictador, señalando un suntuoso Packard.
- Pero ese es tu coche, ¿no es así,
embajador?
- No, es el coche que el Gobierno
español pone a disposición de Vuestra Majestad.
Don Juan se volvió entonces hacia su
secretario Ramón Padilla.
- Ramón -le ordenó-. Pídeme un taxi, por
favor.
Y así entró en Estoril el Jefe de la
Casa Real Española, que vivió siempre de sus rentas y no aceptó un céntimo de
dinero público. Y no por falta de ofertas. En una larga carta manuscrita de una
docena de folios, que reproduje en mi libro DonJuan, el dictador asegura que le
tarda la impaciencia de ofrecer al hijo de Alfonso XIII «la Jefatura total del
Pueblo y sus Ejércitos». Y negocia con Sangróniz, Luca de Tena y Mateu la más
radiante oferta: residencia oficial en Madrid, Casa Civil, Casa Militar,
tratamiento de Príncipe de España, presupuesto, honores y propaganda para
preparar su ascensión al Trono. Don Juan lo rechazó todo y continuó su trabajo
en favor de una Monarquía Parlamentaria, de una Monarquía de todos, que
devolviera al pueblo español la soberanía nacional secuestrada por el Ejército
vencedor de la guerra incivil.
La sagacidad de Pedro J. Ramírez al
publicar un excelente reportaje de Ana María Ortiz ha venido a demostrar a los
españoles que Don Juan disponía del dinero suficiente para vivir sin alardes
pero sin agobios. Alfonso XIII dejó al morir, aparte de los palacios de la
Magdalena y Miramar, cuadros, joyas y acciones en el Metro y otras empresas, la
cantidad de 18.454.021 pesetas de 1941, cerca de 20.000 millones de pesetas en
poder adquisitivo del año 2000, es decir, unos 120 millones de euros. A su hijo
heredero le correspondieron 8.661.876, 9.000 millones de pesetas en poder adquisitivo
del año 2000, 54 millones de euros. Don Juan vivió en Villa Giralda con
dignidad pero sin grandes lujos. Villa Giralda no era un palacio sino un chalé
medio que fue vendido poco antes del año 2000 por 60 millones de pesetas, es
decir, unos 700.000 euros.
Don Juan no recibió un céntimo de dinero
público español y solo aceptó de Franco que dos diplomáticos españoles
trabajaran en Villa Giralda como demostración de su transparencia política y de
que no se dedicaba a la conspiración.
Tampoco es verdad que aristócratas y
banqueros le financiaran. Todo lo que correspondía a su vida familiar lo pagaba
Don Juan. Si se ponía de largo o se casaba su hija, el Jefe de la Casa Real
Española pagaba íntegramente el costo de la recepción y el almuerzo a todos los
invitados de sus hijos y de la Familia Real. Si se desplazaban de España cinco
mil españoles, eso lo sufragaba la causa monárquica.
Hay una cuestión personal que yo le
agradezco especialmente al Rey Juan Carlos: cuando me llamó a la Zarzuela para
que le comunicara a Don Juan la decisión de su hijo de enterrarle en su día en
el Panteón de Reyes del Monasterio del Escorial. Al viejo Rey, por cierto, se
le saltaron las lágrimas al informarle yo en el despacho de su primer chalecito
de Puerta de Hierro. Agradecí después a Don Juan Carlos que, conforme al
dictamen de Seco Serrano y a la realidad histórica, ordenase que en el
sarcófago de Don Juan junto a los Reyes que escribieron la Historia de España
figure esta inscripción: Ioannes III, Comes Barcinonae, Juan III, Conde de
Barcelona.
Todos los años, sin faltar uno, he
visitado, acompañado por Luis Reverter, que hubiera sido un extraordinario
ministro de Justicia en el Gobierno González, el Pudridero para depositar un
ramo de flores rojas y amarillas y rezar ante el nicho que contiene los restos
de aquel hombre grande e inolvidado, que lo tuvo todo y que por amor a España
lo sacrificó todo.
Luis
María Anson es miembro de la Real Academia Española
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