CANELA FINA
LUIS MARÍA ANSON
El 30% de los jóvenes están indignados;
el 70%, indiferentes; el 100%, asqueados
A WINSTON Churchill, el personaje más
destacado del siglo XX, se le suelen atribuir las más varias ingeniosidades.
Según algunos, el estadista hoy indiscutido afirmó: «Las encuestas son como el
traje de baño femenino. Es muy interesante lo que descubren pero todavía es más
interesante lo que ocultan».
Las encuestas más solventes abofetean a
la clase política española con esta realidad demoledora: en números redondos,
las nuevas generaciones están indignadas al 30%; al 70%, indiferentes; al 100%,
asqueadas. De 45 años hacia abajo, el divorcio entre la Transición y los
españoles alcanza proporciones acongojantes.
La operación política que cerró los 40
años de la dictadura de Franco para abrir la democracia pluralista plena en la
Monarquía de todos que defendió contra la dictadura Juan III desde el exilio en
Estoril, asombró al mundo. Se hizo sin violencia y sin traumas, con generosidad
y con sentido de la realidad. Los autores de aquella admirable operación,
adormecidos por los inciensos del éxito, no han sabido incorporar a los jóvenes
al sistema constitucional. Las nuevas generaciones permanecen, en efecto, en su
inmensa mayoría, indiferentes; en un porcentaje considerable, indignadas; en su
casi totalidad, asqueadas. Eso significa que el régimen se ha agotado y si
queremos salvar lo esencial de la Transición habrá que proceder a una profunda
reforma constitucional, incorporando a ella a los dirigentes de las nuevas
generaciones, los políticos, los religiosos, los culturales, los financieros,
los sociales, los sindicales, los deportivos.
Correspondería al Rey, como árbitro y
moderador de la vida española, convocar a las personas capaces de articular la
reforma constitucional. Pero el Monarca no puede, no debe, dar un paso que no
esté respaldado por el presidente del Gobierno de turno. Así es que Mariano
Rajoy tiene la responsabilidad de encargar al Rey que convoque discretamente a
personalidades destacadas de la vida española para sugerir la conveniencia de
una reforma constitucional a la que se incorporen los dirigentes de las nuevas
generaciones. No se puede pretender dar continuidad a la situación artificial
que vivimos desde hace unos años, cuando se consumó el divorcio entre la Transición
y los jóvenes. No ver esto es permanecer ciego. No intentar poner remedio a la
situación sería dejar a la deriva la nave de España.
Luis María Anson es miembro de la Real
Academia Española.
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