"Exigimos
una campaña legal contra quienes propagan mentiras políticas deliberadas y las
diseminan a través de la prensa". (Adolf
Hitler, en 1920).
Significa,
al menos, que hay que desconfiar de los cruzados contra el embuste, porque el
énfasis en la verdad delata casi siempre al mentiroso.
Los once principios de la propaganda moderna, obra del Doctor Goebbels.
1.
un único Símbolo; Individualizar
al adversario en un único enemigo.
2.
Principio del método de contagio. Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo;
Los adversarios han de constituirse en suma individualizada.
3.
Principio de la transposición. Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo
el ataque con el ataque. “Si no puedes negar las malas noticias, inventa
otras que las distraigan”.
4.
Principio de la exageración y desfiguración. Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave.
5.
Principio de la vulgarización. “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente
de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer,
más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva
de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad
para olvidar”.
6.
Principio de orquestación. “La propaganda
debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente,
presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas pero siempre
convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas”. De aquí viene
también la famosa frase: “Si una mentira se repite suficientemente, acaba
por convertirse en verdad”.
7.
Principio de renovación. Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos
a un ritmo tal que cuando el adversario responda el público esté ya interesado
en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar
el nivel creciente de acusaciones.
8.
Principio de la verosimilitud. Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de
los llamados globos sondas o de informaciones fragmentarias.
9.
Principio de la silenciación. Acallar sobre las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos
y disimular las noticias que favorecen el adversario, también contraprogramando
con la ayuda de medios de comunicación afines.
10.
Principio de la transfusión. Por regla general la propaganda opera siempre a partir de un sustrato
preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios
tradicionales; se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en
actitudes primitivas.
11.
Principio de la unanimidad. Llegar a convencer a mucha gente que se piensa “como todo el mundo”,
creando impresión de unanimidad.
En el caso del nazismo, su propaganda se
basaba en tres pilares: anticomunismo, anticapitalismo y antisemitismo.
Anticomunistas porque el comunismo destruye al individuo, el deseo de
prosperar y la voluntad de mejorar como individuos. El comunismo, además, tiene voluntad internacional y
destruye la identidad de los pueblos.
Anticapitalistas, porque acusaban al libre mercado de ser el
desencadenante del paro y de la crisis económica que hundía a Alemania. Su principal
punto de ataque eran las multinacionales, por su excesivo poder y su capacidad
de sustraerse a las leyes.
Antisemitismo, porque afirmaban que un judío sería siempre antes judío que
alemán, y que en caso de conflicto de intereses sería un enemigo dentro la
propia nación, defendiendo los
intereses comerciales o políticos de un colectivo que no era ni sería el pueblo alemán
La propaganda hitleriana esta caracterizada principalmente por tres
elementos:
· Renuncia a las consideraciones morales.
· Apelación a la emotividad de las masas.
· Empleo de reglas racionales para la formación de reflejos condicionados
conformistas en las masas.
La manipulación de las masas llevada a cabo por el fascismo parece
inconscientemente inspirada en la doctrina de Pavlov y sus reflejos condicionados, leyes que rigen las actividades nerviosas
superiores del hombre.
La propaganda, considerada por Goebbels como un
arma de guerra, constituía el elemento
fundamental con el que se atraía nuevos adeptos a la causa del
nacionalsocialismo.
La actividad propagandística tiene dos funciones primordiales:
*.- inculcar un número elevado de ideas a un grupo reducido de personas
y
*.- agitar a un gran número de personas mediante un número reducido de
ideas.
Los que sucumben ante esta estrategia son pequeño-burgueses, presas
fáciles del miedo que resulta de una sugestión imperativa como la del régimen
hitleriano.
El autor soviético Serge Tchakhotine afirmaba que esta porción de la
sociedad poseía un sistema nervioso inestable, y que a menudo se sentían
contentas al verse dominadas y guiadas.
Entre los factores visuales utilizados para atraer a las masas, se
observa el predominio del color rojo (al que se le atribuye una acción
fisiológica excitante y es utilizado generalmente por partidos de izquierda o
pretendidamente "revolucionarios") y los uniformes militares de
colores vistosos. Parafraseando a Domenach: "la propaganda toma de
la poesía la seducción del ritmo, el prestigio del verbo e incluso la violencia
de las imágenes". Para actuar sobre los sentimientos de amor y alegría, es
decir sobre los sentimientos eróticos sublimados, se debían utilizar los bailes
públicos, las tonadas populares, desfiles con la presencia de gimnastas o
flores.
En los mítines, había que tener en cuenta la habilidad de los oradores
para alternar lapsos de tensión discursiva con comentarios relajados,
manteniendo así a la multitud expectante. Las directivas para la "creación
de entusiasmo" en la multitud (arengar a la masa, entonar himnos
combativos, acompañar las consignas con movimientos del cuerpo, por ejemplo el
puño en alto, lo que constituía la llamada "gimnasia revolucionaria")
son en buena parte acústicas; los "tóxicos
sonoros", como los llama De Felice. El ritmo y la cadencia de los sonidos
va acompañado de un bloqueo de la conciencia, propiciando un estado de
naturaleza hipnótica. La música instrumental es el más eficaz de estos tóxicos.
En ella, los instrumentos de percusión ocupan el lugar preponderante, ya que
son los encargados de llevar el ritmo. El timbre de algunos instrumentos como
la trompeta tiene la propiedad de causar una exaltación general.
La propaganda debe estar
cuidadosamente sincronizada.
Goebbels siempre se enfrentaba al problema táctico de sincronizar su
propaganda con la mayor eficacia. Pensaba que la agilidad y la flexibilidad
eran necesarias, y que los propagandistas debían poseer en todo momento la
facultad de "calcular de antemano los efectos psicológicos". Según
parece actuaban tres principios:
A.- La comunicación debe llegar a la audiencia antes que la propaganda
competidora.
B.- Una campaña propagandística debe comenzar en el momento óptimo.
C.- Un tema propagandístico debe ser repetido, pero no más allá del punto en
que disminuya su efectividad.
La propaganda debe
etiquetar los acontecimientos y las personas con frases o consignas distintas
Goebbels subrayaba intensamente frases y consignas para caracterizar
hechos, las cuales debían poseer las características siguientes:
A.- Deben suscitar las respuestas deseadas
que la audiencia posee previamente.
B.- Deben poder ser aprendidas con facilidad. "Ha de utilizar el blanco
y el negro, de lo contrario no resulta convincente para la gente".
C.- Deben ser utilizadas una y otra vez, pero sólo en las situaciones
apropiadas. Goebbels deseaba explotar lo aprendido en cosas ya ocurridas; las
reacciones aprendidas por la gente frente a los símbolos verbales quería
transferirlas, fácil y eficientemente, a nuevos acontecimientos.
Las distintas gesticulaciones de los afectos al gobierno, al tratar de
"escuálidos, oligarcas, terratenientes, etc" a todo aquel que esté de
una forma u otra en desacuerdo con las opiniones del gobierno, evidencia el punto
anteriormente mencionado.
La propaganda dirigida a la
retaguardia debe evitar el suscitar falsas esperanzas que puedan quedar
frustradas por los acontecimientos futuros.
Para Goebbels, estaba bien claro que el anuncio de un éxito alemán a lo
largo de líneas militares o políticas podía tener ciertos efectos beneficiosos
inmediatos desde su punto de vista. La confianza de los alemanes y la ansiedad
del enemigo podían ser incrementadas. Tales tácticas, sin embargo, eran
demasiado arriesgadas, ya que si el éxito se convertía en fracaso, los alemanes
se sentirían abrumados y el enemigo se fortalecería.
La propaganda en la
retaguardia debe crea un nivel óptimo de ansiedad.
Para Goebbels, la ansiedad era una espada de doble filo, ya que un
exceso de ansiedad podía producir pánico y desmoralización, y una escasez en
este aspecto podía conducir a la complacencia y a la inactividad.
- La propaganda debe reforzar la ansiedad con respecto a las
consecuencias de la derrota. Los objetivos bélicos del enemigo eran el principal
material empleado para mantener la ansiedad alemana en el punto álgido.
"El pueblo alemán debe estar convencido -tal como por otra parte bien
pregonan los hechos- de que esta guerra amenazaba sus vidas y sus posibilidades
nacionales de desarrollo, y debe combatir con todas sus fuerzas"
(Manuscritos Inéditos de Goebbels, disponibles en varios sites en Internet).
- La propaganda debe disminuir la ansiedad (excepto la referente a las
consecuencias de la derrota) que sea excesiva y que no pueda ser reducida por
la propia gente. Como es lógico, los bombardeos aéreos elevaban en exceso la
ansiedad de los alemanes, pero constituían una situación sobre la cual Goebbels
no podía ejercer un control propagandístico. En otras situaciones que
implicaban también una dosis de ansiedad desmoralizante, en cambio, podía
mostrarse más activo.
La propaganda dirigida a la retaguardia debe disminuir el impacto de la
frustración
Era importante evitar que los alemanes se sintieran frustrados y para
ello, por ejemplo, cabía inmunizarlos contra falsas esperanzas. Si alguna
decepción no podía ser evitada, Goebbels procuraba disminuir su impacto
siguiendo dos principios:
A.- Las frustraciones inevitables deben ser previstas. Consiste en que
una frustración podía resultar menos decepcionante si se eliminaba el elemento
de sorpresa o choque.
B.- Las frustraciones inevitables deben ser planteadas en perspectiva.
Es dar a los alemanes lo que él llama Kriegsüberblick, es decir, una panorámica
general de la guerra. Éstos perderían la confianza en su régimen.
La propaganda debe facilitar el desplazamiento de la agresión,
especificando los objetivos para el odio.
En general, parece ser que la técnica principal consistió en desplazar
la agresividad alemana hacia algún grupo marginal.
Los objetivos favoritos del odio eran los "bolcheviques" y los
judíos. La propaganda antisemita solía ir combinada con medidas activas contra
los judíos en Alemania o en los países ocupados.
En nuestro caso particular, se ve como en Venezuela se ha dirigido este
odio a aquellas elites que de una forma circunstancial son quienes poseen la
información y el dinero, no tiene ninguna culpa cualquiera de estas personas de
haber recibido mejor instrucción que otra, haberse esmerado mas que otros
conformistas, haberse superado; en resuman se ha buscado dirigir el odio hacia
todos aquellos que poseen por la razón que sea, lo que las masas siempre han
anhelado, pero que nunca se han molestado en buscar, como son: poder,
instrucción y dinero.
La propaganda no debe perseguir respuestas inmediatas; más bien debe
ofrecer alguna forma de acción o de diversión, o ambas cosas.
Los alemanes eran obligados a conservar las apariencias exteriores y a
cooperar en el esfuerzo bélico, cualesquiera que fuesen sus sentimientos
internos.
Finalmente, la desfavorable situación militar de Alemania se estaba
convirtiendo en un hecho innegable. Cuando la propaganda y la censura no podían
ser efectivas, Goebbels abogaba por la acción o bien, en uno de sus cargos
oficiales, él mismo producía esta acción. La propaganda diversiva la
consideraba de segundo rango.
El Fascismo y su dominio
psicológico de las Masas
Más allá de las razones políticas, económicas y culturales que
propiciaron el surgimiento del fascismo -y del nazismo especialmente-, se deben
observar otras razones que no necesariamente entran en la lógica de un análisis
racional de este fenómeno. O en palabras del autor nacionalsocialista Wilhelm
Stapel: "Dado el carácter elemental del nacionalsocialismo, resulta
imposible atacarlo con argumentos. Los argumentos sólo tendrían efecto si el
movimiento se hubiera impuesto con ayuda de argumentos".
Si tomamos el caso de Alemania, la gigantesca acumulación de poder que
ostentaba Adolf Hitler no estaba basada sólo en coordenadas políticas dentro
del III Reich: la razón principal de este éxito fue el empleo de la violencia
psíquica. La propaganda del régimen nacionalsocialista se basaba sobre esta Führerideologie (ideología del jefe). Renunciando a
toda argumentación objetiva, los llamamientos de Hitler al pueblo alemán
consistían en presentar a las masas solamente "la gran meta final".
El tipo de mando autoritario y carismático (retomando el concepto de Max
Weber), otra de la características distintivas del fascismo, tiene una estrecha
relación con esta situación de presión propagandística basada en el miedo.
El propio símbolo gráfico del fascismo era el de la violencia: el fascio,
del latín fasces, haz de varas que según la leyenda histórica tiene origen
en el primer cónsul de Roma, Brutus (VI a.c.), quien hizo apalear públicamente
a sus hijos y acabarlos a hachazos por haber conspirado contra el Estado. Este
instrumento de castigo, inspirador de temor, se convirtió en símbolo del poder
en Roma: el haz de varas ligadas con una cuerda alrededor de un hacha. Los
lictores, junto al cónsul, portaban este emblema para ejecutar en el acto las
sentencias de éste: flagelar, ahorcar o decapitar.
Este símbolo, devenido en símbolo del fascismo, tenía, en comparación
con la cruz gamada de Hitler, la desventaja de ser muy complicado y por ello no
poder ser dibujado en cualquier parte y por cualquiera, como sucedía con la svástica,
las tres flechas socialistas o la cruz.
La psicología de masas del
fascismo
El estudio de la eficacia psicológica de Hitler sobre las masas
debía partir de la idea de que un führer representante de una idea, no podía
tener éxito (no un éxito histórico sino esencialmente pasajero) más que si sus
conceptos personales, su ideología o su programa se encontraban en armonía con
la estructura media de una amplia capa de individuos integrados en la masa. Un führer no puede hacer la historia más que si
las estructuras de su personalidad coinciden con las estructuras de amplias
capas de la población, vistas desde la perspectiva de la psicología de masas.
Dice Domenach: "es innegable que un cierto número de mitos hitlerianos
correspondían o bien a una constante del alma germánica, o bien a una situación
creada por la derrota, el desempleo y una crisis financiera sin
precedentes".
Como todo movimiento reaccionario, el de Hitler se apoyaba en varias
capas de la pequeña burguesía. Se caracterizaba a este segmento social mediante
la metáfora de un ciclista: "por arriba curva su espalda, por abajo
patalea"("Nach oben buckelt
er, nach unten tritt er", dicho popular aleman citado en el libro
Mi Lucha). Con esto se quiere explicar un componente psicoétnico del pueblo
alemán: la sumisión hacia quienes están encima y la brutalidad para con los de
abajo. Había también un componente místico en las clases medias alemanas, que
Hitler aprovechó para proclamar que Alemania era la encargada de cambiar el
mundo. Esto, sumado a la profileración de corrientes intelectuales
reaccionarias (Gobineau, Wagner, Chamberlain, quienes ponían el acento sobre
todo en la cuestión racial, y otros que apelaban al espíritu guerrero del
pueblo alemán, magnificando las gestas teutonas) a fines del siglo diecinueve,
creó el caldo de cultivo para la proliferación de este tipo de fenómenos.
Hay algo evidente: cuanto más numerosa e influyente en una nación
es la clase media, más probable es que haga su entrada en la escena política
como fuerza social. Por otra parte, las contradicciones intrínsecas del
fascismo no hacen más que reafirmar su base de masas de clase media. Que los
intereses subjetivos de estas masas hayan sido aprovechados por Hitler al
incluir en su plataforma la lucha contra el gran capital, y que el fascismo, en
su función objetiva, se haya convertido en defensor fanático del imperialismo y
pilar del orden económico del gran capital, son hechos que llevan a la
convergencia en el nacionalsocialismo.
Para comprender la ideología, la situación del pequeño campesino,
del funcionario y del comerciante medio hay que tener en cuenta sus matices
económicos, pero fundamentalmente su identidad familiar común .Si nos
focalizamos en las clases medias urbanas, vemos que la rápida evolución de la
economía capitalista en el siglo XIX lleva a la pauperización de los pequeños
comerciantes y artesanos. Ante las grandes industrias, que producen más barato
y más racionalmente, las pequeñas empresas están destinadas a desaparecer. Esta
situación los llevaría tarde o temprano a confundirse con la gris masa del
proletariado.
La pequeña burguesía se rebeló, al fin, contra el sistema, encarnado en
el "régimen marxista" de la socialdemocracia. Pero dado el carácter
competitivo de los estratos medios, fundamentalmente de los funcionarios del
estado, no se observa una identificación de la pequeña burguesía con sus pares
o con los obreros industriales, un sentimiento de solidaridad, lo que Marx
acuñó como "conciencia de clase".
La conciencia social del funcionario no está determinada por el
sentimiento de una comunidad de destino con sus colegas, sino por la actitud
cara a la autoridad establecida y a la "nación". Para el funcionario
esta actitud consiste en una identificación absoluta con el poder estatal;
súbditos con respecto a la autoridad, se convierten en los representantes de
esa misma autoridad en sus relaciones con sus subordinados y, por este motivo,
gozan de una especial protección moral. Esta identificación con la
administración del Estado y la nación, que puede resumirse en la fórmula:
"Yo soy el Estado", es una realidad psíquica que nos proporciona uno
de los mejores ejemplos de una ideología convertida en poder material. Como
resultante de su dependencia material, su personalidad se transforma a imagen
de la clase dominante. En palabras de W, Leich: "Por tener los ojos
perpetuamente clavados en lo alto, el pequeño burgués acaba por cavar una fosa
entre su situación económica y su ideología". Esta "mirada clavada en
lo alto" es lo que distingue esencialmente a la estructura pequeño
burguesa de la del obrero de la industria en Alemania. En otros países, como
EEUU, el "aburguesamiento" de los trabajadores de la industria anula
esta distinción.
Para penetrar en el mundo obrero, el fascismo propone la supresión de
las clases, o sea la supresión del proletariado, recurriendo al sentimiento de
vergüenza que sufre el trabajador manual (el desprecio por este tipo de tareas
es uno de los elementos reaccionarios más importantes, al llevar a querer
imitar al empleado de oficina). Sumémosle a esto que los trabajadores emigrados
del campo traen consigo una ideología de familia rural que es el mejor caldo de
cultivo para causas imperialistas y nacionalistas. Otro elemento a tener muy en
cuenta es la importancia que revisten los pequeños hábitos diarios, hecho
sistemáticamente ignorado por el movimiento revolucionario. Lejos de ser
costumbres propias de este estrato social, constituían la expresión visible de
que se acusaba recibo de la propaganda nacionalsocialista. La represión de la
mujer, el vaso de cerveza bebido en familia, el traje "elegante" de
los domingos -todos ellos símbolos del adecenamiento que se estaba
produciendo-, penetraban en cada rincón de la existencia cotidiana, mientras
que el trabajo de la fábrica y los panfletos revolucionarios no actuaban más
que durante unas horas.
De este modo, cuando la crisis económica impactó a esta capa social, su sensibilidad
revolucionaria estaba embotada producto de decenios de estructuración
conservadora. La afirmación comunista de que la política de la socialdemocracia
le había abierto las puertas al fascismo era exacta desde el punto de vista de
la psicología de masas. Afirma W. Leich que "a falta de organizaciones
revolucionarias, decepcionado por la socialdemocracia y angustiado por la
contradicción entre su empobrecimiento y el pensamiento conservador, el
trabajador se arroja en los brazos del fascismo".
La captación de las masas
La manipulación de las masas llevada a cabo por el fascismo parece
inconscientemente inspirada en la doctrina de Pavlov y sus reflejos
condicionados, leyes que rigen las actividades nerviosas superiores del hombre.
La propaganda, considerada por Goebbels como un arma de guerra, constituía el
elemento fundamental con el que se atraía nuevos adeptos a la causa del
nacionalsocialismo. La actividad propagandística tiene dos funciones
primordiales: inculcar un número elevado de ideas a un grupo reducido de
personas y agitar a un gran número de personas mediante un número reducido de
ideas. Los que sucumben ante esta estrategia son pequeño-burgueses, presas
fáciles del miedo que resulta de una sugestión imperativa como la del régimen
hitleriano. Un autor soviético afirmaba que esta porción de la sociedad poseía
un sistema nervioso inestable, y que a menudo se sentían contentas al verse
dominadas y guiadas.
Entre los factores visuales utilizados para atraer a las masas, se
observa el predominio del color rojo (al que se le atribuye una acción
fisiológica excitante y es utilizado generalmente por partidos de izquierda o
pretendidamente "revolucionarios") y los uniformes militares de
colores vistosos. Según palabras de Domenach: "la propaganda toma de la
poesía la seducción del ritmo, el prestigio del verbo e incluso la violencia de
las imágenes". Para actuar sobre los sentimientos de amor y alegría, es
decir sobre los sentimientos eróticos sublimados, se debían utilizar los bailes
públicos, las tonadas populares, desfiles con la presencia de gimnastas o
flores.
En el aspecto social, Goebbels copió las prácticas de la Iglesia
Católica, en las que el incienso, la semioscuridad y las velas encendidas crean
un estado especial de receptividad emotiva.
En los mítines, había que tener en cuenta la habilidad de los oradores
para alternar lapsos de tensión discursiva con comentarios relajados,
manteniendo así a la multitud expectante. Las directivas para la "creación
de entusiasmo" en la multitud (arengar a la masa, entonar himnos
combativos, acompañar las consignas con movimientos del cuerpo, por ejemplo el
puño en alto, lo que constituía la llamada "gimnasia revolucionaria")
son en buena parte acústicas; los tóxicos sonoros. El ritmo y la cadencia de
los sonidos va acompañado de un bloqueo de la conciencia, propiciando un estado
de naturaleza hipnótica. La música instrumental es el más eficaz de estos
tóxicos. En ella, los instrumentos de percusión ocupan el lugar preponderante,
ya que son los encargados de llevar el ritmo. El timbre de algunos instrumentos
como la trompeta tiene la propiedad de causar una exaltación general.
La violencia psíquica
Un rasgo característico de la propaganda hitleriana era crear
alrededor del nombre del líder una especie de leyenda de héroe nacional, para
mantener a las masas en un estado de esclavitud psíquica.
Hitler afirmó en su libro "Mein
Kampf" ("Mi lucha") que "la propaganda política es
el arte esencial de guiar políticamente a las grandes masas". Y en el
congreso de Nuremberg de 1936 exclamó: "la propaganda nos ha llevado hasta
el poder, la propaganda nos ha permitido conservar desde entonces el poder;
también la propaganda nos concederá la posibilidad de conquistar el
mundo".
Si se trata de teorizar acerca del rol de la propaganda en el III
Reich, nadie mejor que los propios involucrados. Goebbels decía al respecto que
"la propaganda debe tender a simplificar las ideas complicadas".
Hitler precisa en su libro (transcripto en su mayor parte por su adláter Rudolf
Hess en prisión luego del fallido Putsch de Munich en 1923): "hay que reducir tanto
más el nivel intelectual de la propaganda cuanto mayor es la masa de hombres a
los que se quiere llegar".
La propaganda hitleriana se valía del sentimiento nacional del
pueblo alemán, de su tendencia chauvinista. Otros aspectos de este fenómeno
eran la persecución antisemita (encarada con una brutalidad tal desde la
propaganda hasta convertirse en su talón de Aquiles en el exterior) y la
demagogia social desenfrenada en el orden interno. Uno de los atributos
característicos del fascismo, la valoración positiva del uso de la violencia,
se refleja en las siguientes palabras de Hitler: "la primera de las
condiciones para el éxito consiste únicamente en la aplicación perpetuamente uniforme
de la violencia". La "persuasión por la fuerza", campañas
propagandísticas cuya base era el miedo, era el denominador común. Rara vez en
los discursos del führerdejaba de haber un llamamiento
a la violencia, una amenaza velada o una apología de la fuerza militar.
Domenach decía que el hitlerismo corrompió la concepción
leninista de la propaganda e hizo de ella un arma en sí, de la que servirse
indiferentemente para todos los objetivos. Las consignas leninistas tenían una
base nacional, aunque se adhieran en definitiva a unos instintos y a unos mitos
fundamentales. Pero cuando Hitler lanzaba sus invocaciones sobre la raza y la
sangre a una muchedumbre fanatizada, que le respondía con sus Sieg
Heil’, sólo le preocupaba sobrexcitar en lo más hondo de ella el deseo
de poderío y el odio. Esta propaganda no designa unos objetivos concretos: se
vierte en forma de gritos de guerra, de imprecaciones, de amenazas y de vagas
profecías, y si hay que hacer promesas, éstas son tan insensatas que sólo
pueden llevar al ser humano a un nivel de exaltación en el que éste contesta
sin reflexionar.
Otra regla es la de no hablar nunca en condicional. "Sólo la
afirmación indicativa o imperativa nutre la psicosis de poderío y la psicosis
de terror entre los enemigos". (Mein Kampf"
1944). Por otro lado, Goebbels le asignaba a la unidad de mando el éxito de
cualquier propaganda política, ya que, según él, "el fuerte es más fuerte
cuando se queda solo". Constantemente en sus discursos se repetía que los
nazis eran los vencedores -o que vencerían-, para "provocar la fuerza de
sugestión que procede de la confianza en uno mismo". Este precepto está
estrechamente ligado a otra característica de la propaganda hitleriana: el
empleo de la mentira.
Lo que Goebbels comprendió a la perfección –cuestión fácil para
alguien de su instrucción que conocía sobradamente la teoría de los reflejos
condicionados- en lo que refiere a las condiciones del éxito de su propaganda,
fue la regla de su repetición. Dice al respecto: "todo el genio desplegado
en la organización de una propaganda no lograría éxito alguno si no se tuviera
en cuenta, siempre con el mismo rigor, un principio fundamental: debe limitarse
a un número reducido de objetos y repetirlos constantemente. La perseverancia
es la primera y más importante condición del éxito". Por esta razón
aconsejaba al führer que machacase sin cesar en las masas
sus slogans o
"divisas-microbio", sus símbolos sonoros y escritos.
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