Rastreo por la red y me encuentro reacciones como éstas a la propuesta de Reforma de la Ley de Libertad Religiosa:
Luis Fernando Pérez Bustamante.- La verdadera libertad religiosa, en peligro.- Poner en manos de este gobierno la libertad religiosa es como poner en manos de un cleptómano las llaves de un banco junto con la combinación de su caja fuerte.
Excepto para aquellos que quieren permanecer ciegos ante la evidencia, es claro que José Luis Rodríguez Zapatero quiere cambiar, y de hecho está cambiando, el régimen que nos dimos los españoles durante la Transición. El consenso alcanzado entonces está hoy hecho trizas. El esfuerzo que hicimos por enterrar las heridas del pasado y buscar un futuro en común es ya una historia pasada, digna de figurar en los libros de historia de siglos venideros pero ausente a la hora de configurar el futuro inmediato.
No hace falta ser un especialista en derecho constitucional para darse cuenta que el proyecto socialista de Zapatero no encaja bien en la Constitución del 78. Pero como quiera que la separación de poderes se fue al carajo cuando Alfonso Guerra aseguró que Montesquieu había muerto, pues no hay manera alguna de que la justicia española, absolutamente politizada, sea un impedimento para que el inquilino de la Moncloa lleve adelante sus planes. Es más, el principal partido de la oposición no es sino una tuerca más en ese engranaje. Al fin y al cabo Aznar decidió que no merecía la pena resucitar a quien González y Guerra enterraron.
Dentro de los planes de Zapatero está el convertir a España, o lo que quede de ella, en la punta de lanza del laicismo mundial. No hablamos del sano laicismo de EEUU que Benedicto XVI alabó en su reciente visita a ese país. No, estamos ante un laicismo decimonónico, anticlerical y masónico. Y para ese laicismo, la Iglesia Católica es el principal enemigo a batir. Por eso, el anuncio de la Vicepresidenta Fernández de la Vega de que el gobierno va a reformar la Ley Orgánica de Libertad Religiosa para avanzar en la laicidad del Estado, lo cual contradice al artículo 16 de la Carta Magna, no puede ser visto sino como una amenaza clara y directa contra esa libertad, que es parte fundamental de los derechos humanos.
Poner en manos de este gobierno la libertad religiosa es como poner en manos de un cleptómano las llaves de un banco junto con la combinación de su caja fuerte. Para Zapatero la libertad religiosa no va más allá de la libertad de culto. Y eso, con suerte, pues el proyecto de ley de centros de culto del gobierno nacional-socialista de Cataluña no garantiza precisamente dicha libertad, y no parece que Montilla sea más laicista que el propio Zapatero. Así que vayámonos preparando para lo peor.
¿Qué podemos hacer los católicos ante lo que se nos viene encima?. Zapatero ha obtenido recientemente la única legitimidad que él considera válida: la de las urnas. En su concepto de lo que es la democracia, el resultado electoral le autoriza a seguir ahondando en la ingeniería social que ya practicó en la pasada legislatura. Le da igual tener a casi medio país enfrente. Sabe que cuenta con la mayoría de los medios de comunicación, con la tibieza del PP en estos temas y con las poderosas armas de su mayoría parlamentaria, la fiscalía del Estado y, prontamente, el Consejo General del Poder Judicial. Contra semejantes “señores”, poco podemos hacer desde la Iglesia. Las manifestaciones, aun necesarias, no sirven para torcer la voluntad de Zapatero. Más bien al contrario, le confirma en su idea de que lo poco o mucho que queda de catolicismo en España es el factor más desestabilizador contra su proyecto totalitario.
¿Significa eso que debemos quedarnos cruzados de brazos? Por supuesto que no. El simple hecho de dar la batalla ya es una victoria. Todos, obispos, sacerdotes, religiosos (¡qué utopía la mía!) y seglares, hemos de tomar conciencia de que hoy más que nunca es necesario levantar nuestra voz. No para intentar imponer nada, sino para que quede claro que denunciaremos todo intento de que se nos imponga un laicismo que vaya en contra de ese derecho fundamental, el de la verdadera libertad religiosa, sin el cual la democracia es sólo una ramera disfrazada de señora decente.
El Observatorio para la Libertad Religiosa ya lo advirtió durante la pasada legislatura: El Gobierno está liderando una serie de "ataques" contra la libertad religiosa. Una crónica, agregan, que suma un nuevo capítulo con la reforma de la Ley de Libertad Religiosa anunciada por la vicepresidenta De la Vega.
En opinión de Marcial Cuquerella, Rodríguez Zapatero pretende implantar un proyecto basado en una única "religión de Estado, el laicismo radical, por encima de las creencias (católica o no) del resto de los ciudadanos". Así las cosas, los creyentes pasarían a convertirse en "ciudadanos de segunda" a favor del "laicismo militante".
El presidente de este observatorio recuerda que los teóricos objetivos del Gobierno con la reforma de la norma ya están contemplados en la actual Ley Orgánica, concretamente en su artículo 7, en lo referido a los acuerdos Estado con otras religiones y en toda la ley en lo que se refiere a la pluralidad religiosa.
"O bien De la Vega no se ha leído la LOLR, o bien la pretensión de una reforma para seguir avanzando en la laicidad esconde otros objetivos que deben ser declarados a todos los españoles", ha destacado, idea en la que incide en la nota enviada a la prensa.
Según Cuquerella, "los españoles no se despiertan todas las mañanas preocupados por seguir avanzando en la laicidad, los españoles quieren creer, dejar de creer o cambiar de creencia, y que ese derecho sea protegido en igualdad de condiciones, objetivo que cumple ampliamente la actual ley".
Excepto para aquellos que quieren permanecer ciegos ante la evidencia, es claro que José Luis Rodríguez Zapatero quiere cambiar, y de hecho está cambiando, el régimen que nos dimos los españoles durante la Transición. El consenso alcanzado entonces está hoy hecho trizas. El esfuerzo que hicimos por enterrar las heridas del pasado y buscar un futuro en común es ya una historia pasada, digna de figurar en los libros de historia de siglos venideros pero ausente a la hora de configurar el futuro inmediato.
No hace falta ser un especialista en derecho constitucional para darse cuenta que el proyecto socialista de Zapatero no encaja bien en la Constitución del 78. Pero como quiera que la separación de poderes se fue al carajo cuando Alfonso Guerra aseguró que Montesquieu había muerto, pues no hay manera alguna de que la justicia española, absolutamente politizada, sea un impedimento para que el inquilino de la Moncloa lleve adelante sus planes. Es más, el principal partido de la oposición no es sino una tuerca más en ese engranaje. Al fin y al cabo Aznar decidió que no merecía la pena resucitar a quien González y Guerra enterraron.
Dentro de los planes de Zapatero está el convertir a España, o lo que quede de ella, en la punta de lanza del laicismo mundial. No hablamos del sano laicismo de EEUU que Benedicto XVI alabó en su reciente visita a ese país. No, estamos ante un laicismo decimonónico, anticlerical y masónico. Y para ese laicismo, la Iglesia Católica es el principal enemigo a batir. Por eso, el anuncio de la Vicepresidenta Fernández de la Vega de que el gobierno va a reformar la Ley Orgánica de Libertad Religiosa para avanzar en la laicidad del Estado, lo cual contradice al artículo 16 de la Carta Magna, no puede ser visto sino como una amenaza clara y directa contra esa libertad, que es parte fundamental de los derechos humanos.
Poner en manos de este gobierno la libertad religiosa es como poner en manos de un cleptómano las llaves de un banco junto con la combinación de su caja fuerte. Para Zapatero la libertad religiosa no va más allá de la libertad de culto. Y eso, con suerte, pues el proyecto de ley de centros de culto del gobierno nacional-socialista de Cataluña no garantiza precisamente dicha libertad, y no parece que Montilla sea más laicista que el propio Zapatero. Así que vayámonos preparando para lo peor.
¿Qué podemos hacer los católicos ante lo que se nos viene encima?. Zapatero ha obtenido recientemente la única legitimidad que él considera válida: la de las urnas. En su concepto de lo que es la democracia, el resultado electoral le autoriza a seguir ahondando en la ingeniería social que ya practicó en la pasada legislatura. Le da igual tener a casi medio país enfrente. Sabe que cuenta con la mayoría de los medios de comunicación, con la tibieza del PP en estos temas y con las poderosas armas de su mayoría parlamentaria, la fiscalía del Estado y, prontamente, el Consejo General del Poder Judicial. Contra semejantes “señores”, poco podemos hacer desde la Iglesia. Las manifestaciones, aun necesarias, no sirven para torcer la voluntad de Zapatero. Más bien al contrario, le confirma en su idea de que lo poco o mucho que queda de catolicismo en España es el factor más desestabilizador contra su proyecto totalitario.
¿Significa eso que debemos quedarnos cruzados de brazos? Por supuesto que no. El simple hecho de dar la batalla ya es una victoria. Todos, obispos, sacerdotes, religiosos (¡qué utopía la mía!) y seglares, hemos de tomar conciencia de que hoy más que nunca es necesario levantar nuestra voz. No para intentar imponer nada, sino para que quede claro que denunciaremos todo intento de que se nos imponga un laicismo que vaya en contra de ese derecho fundamental, el de la verdadera libertad religiosa, sin el cual la democracia es sólo una ramera disfrazada de señora decente.
El Observatorio para la Libertad Religiosa ya lo advirtió durante la pasada legislatura: El Gobierno está liderando una serie de "ataques" contra la libertad religiosa. Una crónica, agregan, que suma un nuevo capítulo con la reforma de la Ley de Libertad Religiosa anunciada por la vicepresidenta De la Vega.
En opinión de Marcial Cuquerella, Rodríguez Zapatero pretende implantar un proyecto basado en una única "religión de Estado, el laicismo radical, por encima de las creencias (católica o no) del resto de los ciudadanos". Así las cosas, los creyentes pasarían a convertirse en "ciudadanos de segunda" a favor del "laicismo militante".
El presidente de este observatorio recuerda que los teóricos objetivos del Gobierno con la reforma de la norma ya están contemplados en la actual Ley Orgánica, concretamente en su artículo 7, en lo referido a los acuerdos Estado con otras religiones y en toda la ley en lo que se refiere a la pluralidad religiosa.
"O bien De la Vega no se ha leído la LOLR, o bien la pretensión de una reforma para seguir avanzando en la laicidad esconde otros objetivos que deben ser declarados a todos los españoles", ha destacado, idea en la que incide en la nota enviada a la prensa.
Según Cuquerella, "los españoles no se despiertan todas las mañanas preocupados por seguir avanzando en la laicidad, los españoles quieren creer, dejar de creer o cambiar de creencia, y que ese derecho sea protegido en igualdad de condiciones, objetivo que cumple ampliamente la actual ley".
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