Otros, incluso se plantean mudarse a Francia. Algunos padres se plantean contratar una ruta escolar para que sus hijos vayan al colegio que quieren.
«Estoy dispuesta a vender la casa de San Sebastián y trasladar a mi familia a Hendaya». Es la decisión «dura y tajante» que está a punto de adoptar Eva Díaz, madre de tres hijos que ha visto cómo el modelo trilingüe (con inglés) en el que les iba a matricular el próximo curso ha derivado en otro dominado por el euskera, una lengua «muy politizada que sólo se habla aquí».
El caso de Eva es uno de tantos, ya que el Gobierno vasco aprobó en octubre un decreto que convierte al euskera en la lengua vehicular de la enseñanza y que es el principio de un recorrido que culminará con la desaparición de los tres modelos vigentes (euskera, castellano y bilingüe), como ocurre a día de hoy -sin esperar a aprobar la ley- en muchos colegios vascos.
Ante la imposibilidad de poder elegir el idioma en el que desea educar a sus pequeños de 7, 4 y 2 años, Eva baraja la idea de ir a vivir a Francia, «como hicieron otros padres hace años cuando vieron que con el euskera sacrificaban mucho en la educación de sus hijos».
También se plantea, si reúne el número suficiente de niños, contratar con otras familias una «ruta escolar» hasta Hendaya, a 20 kilómetros.
Las alternativas que ha encontrado en esta localidad gala son dos colegios: uno oferta plazas en inglés y francés, otro en francés y euskera.
Para argumentar su decisión esgrime otras experiencias: «El hijo de una amiga matriculado en el modelo bilingüe tiene que aprender con 13 años conceptos como País Vasco continental y peninsular».
Para argumentar su decisión esgrime otras experiencias: «El hijo de una amiga matriculado en el modelo bilingüe tiene que aprender con 13 años conceptos como País Vasco continental y peninsular».
Lamenta, también, la marcha a una universidad de Madrid de la hija de otra amiga que «no quiere saber nada del euskera».
«Estudiar euskera es como hacer una carrera», dice un médico de Castilla y León que prefiere preservar su identidad y que optó por irse del País Vasco a pesar de ganar menos. Después de trabajar 4 años en un hospital vasco y de aprobar la última OPE de Osakidetza (Sistema Vasco de Salud), no logró plaza por el euskera.
«El único mérito válido», denuncia. Y es que acreditar un conocimiento medio de esa lengua vale 16 puntos frente a los 4 de un doctorado, « niveles que no se dan en ninguna comunidad». Su marcha responde al sentimiento de «injusticia» y al hartazgo que le provocó dedicar los meses previos al examen tres horas diarias a estudiar euskera (dos en el euskaltegi y otra en casa), «tras 8 de trepidante trabajo».
Son varias las críticas que le suscita la euskaldunización de la sanidad vasca.
La primera se refiere a la gran inversión del Gobierno vasco en clases de euskera, ya que este dinero «se podría destinar a mejorar instalaciones o equipos»;
la segunda, al tiempo que requiere su aprendizaje, «horas que restas a actualizar tus conocimientos en una profesión que exige estar al día». Y añade que muchos profesionales que acceden a una liberación total (dejan el trabajo para aprender euskera) «al volver no se acuerdan de nada». «Es cerrarse a otros avances».
Comparte esta opinión María Asunción Guerra, médico guipuzcoana que lleva 25 años trabajando en Osakidetza, sin plaza fija tras dos oposiciones a causa del euskera, y que considera que los pacientes lo que quieren es «un buen médico y no que sea bilingüe». Lo acredita: «En este tiempo, sólo una persona me pidió que le atendiera en euskera». Además de señalar la paradoja de cubrir sin perfil de euskera la sustitución de una plaza que lo exige porque «no hay gente», da cuenta de que «hay tantos pediatras liberados para estudiar euskera que muchos de sus puestos los han cubierto médicos de medicina general».
«Mucha pena»
De «éxodo lingüístico» habla Pablo Gay Pobes, abogado y padre de tres hijos que, ante el panorama educativo al que se enfrentan en Vitoria, busca trabajo fuera del País Vasco. «No es por miedo, pero me gustaría estar preocupado por temas normales y no por la batalla lingüística», dice Gay Pobes, quien es, además, portavoz de Plataforma por la Libertad de Elección Lingüística. Su plan: «Intentaré no irme lejos para que cuando esto cambie poder volver y reconquistar este territorio».
De «éxodo lingüístico» habla Pablo Gay Pobes, abogado y padre de tres hijos que, ante el panorama educativo al que se enfrentan en Vitoria, busca trabajo fuera del País Vasco. «No es por miedo, pero me gustaría estar preocupado por temas normales y no por la batalla lingüística», dice Gay Pobes, quien es, además, portavoz de Plataforma por la Libertad de Elección Lingüística. Su plan: «Intentaré no irme lejos para que cuando esto cambie poder volver y reconquistar este territorio».
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