Siendo arzobispo de Buenos Aires, el
hoy Papa Francisco mantuvo largas conversaciones con su gran amigo el rabino
Abraham Skorka, director del Seminario Rabínico Latinoamericano. Aquel diálogo
-que abordaba asuntos teológicos, económicos, sociales y políticos- ve ahora la
luz en un libro, «Sobre el Cielo y la Tierra» (Debate), que ofrece un compendio
del pensamiento del nuevo Pastor de la Iglesia. ABC lleva hoy a su Tercera la
prepublicación de uno de sus capítulos
Bergoglio: El cristianismo condena
con la misma fuerza tanto al comunismo como al capitalismo salvaje. Existe una
propiedad privada, pero con la obligación de socializarla en parámetros justos.
Un ejemplo claro de lo que sucede es lo que pasa con el dinero que fuga al
exterior. El dinero también tiene patria, y aquel que explota una industria en
el país y se lleva el dinero para guardarlo afuera está pecando. Porque no
honra con ese dinero al país que le da la riqueza, al pueblo que trabaja para
generar esa riqueza.
Skorka: La Biblia presenta un plan
económico desarrollado en el libro de Levítico. Según dice, cada uno tenía su
parcela. Si uno no la podía trabajar, la podía arrendar. Pero la ley trataba de
asegurar que cada uno tuviese su propiedad inalienable que le permitiera tener
los medios para vivir con dignidad. Indudablemente, la experiencia de la
historia nos muestra que el hombre necesita un incentivo para su trabajo. Hay
que ver por qué fracasó la Unión Soviética, amén de que había una clase que
seguía manteniéndose en el poder y vivía con todos los lujos, mientras gran
parte de la población vivía en condiciones paupérrimas. La abolición de la
propiedad privada seguramente fue otro de los factores gravitantes en su
fracaso. Hubo un experimento en el siglo XX, muy exitoso, que fueron los
kibutzim, las colonias agrícolas organizadas con el sistema socialista que
fueron una de las columnas vertebrales que permitieron la creación y el
crecimiento del Estado de Israel. Pero hoy en día ya no representan el eje de
la economía israelí y buscan las formas de desarrollo socioeconómico para su
subsistencia. La idea de propiedad privada dentro de una justa distribución y
redistribución de la riqueza parece ser la senda. Retornamos a la ley,
sugerencia de orden social, que propone el Levítico. Por otra parte, cuando a
aquellos que desarrollan los esquemas económicos de una sociedad lo único que
les importa es el «Dios Dinero», el «Dios Consumo», y dejan de ver al hombre
como cuestión última, esencial, se llega al capitalismo salvaje. En la medida
en que el capital sirva para ayudar al hombre, bienvenido sea, pero, si no, se
deben implementar las correcciones necesarias a fin de diseñar un orden social
más justo.
Bergoglio: De ahí la importancia que
tiene entre nosotros el concepto de deuda social. En todo usufructo, hay que
considerar la dimensión de deuda social.
Skorka: A mis alumnos les enseño a
no rendirle pleitesía a aquel que tiene muchas posesiones y muestra una actitud
de soberbia, al que tiene el dinero y piensa que por ende tiene el poder. Por
supuesto, cuando se organiza una comunidad, para construirla, se necesita de
gente pudiente, pero el dinero debe ser bien habido. No es verdad que el dinero
no tiene nombre. Con el dinero manchado de sangre no se puede construir
espiritualidad.
Bergoglio: Hay un dicho de un
predicador de los primeros siglos del cristianismo que dice que detrás de una
gran fortuna siempre hay un crimen. No creo que siempre sea verdad. Comparto lo
que dice, Rabino: algunos creen que por dar una donación lavan su conciencia.
Pero, en el diálogo pastoral, la conciencia se lava de otra manera. A veces
pregunto al que se confiesa si da limosna a los mendigos. Cuando me dicen que
sí, sigo preguntando: «¿Y mira a los ojos al que le da limosna, le toca la
mano?». Y ahí empiezan a enredarse, porque muchos le tiran la moneda y voltean
la cabeza. Son actitudes, gestos. O sos solidario con tu pueblo o vivís de tu
dinero mal habido. Nosotros tenemos el séptimo mandamiento, no robarás. Está
aquel que tiene dinero mal habido y quiere restituirlo con una obra de
beneficencia. Jamás acepto una restitución si no hay un cambio de conducta, un
arrepentimiento que me conste. Si no, lava la conciencia, pero después sigue la
farra. Una vez a un dirigente religioso lo acusaban de recibir dinero del
narcotráfico, y él decía que usaba el dinero para el bien y no preguntaba de
dónde venía. Eso está mal. El dinero manchado con sangre no se puede aceptar.
La relación entre la religión y el dinero nunca ha sido fácil. Siempre se habla
del oro del Vaticano, pero eso es un museo. También hay que distinguir el museo
de la religión. Una religión necesita dinero para manejar sus obras, y eso se
hace a través de instituciones bancarias, no es ilícito. El tema es el uso que
uno hace del dinero que recibe en calidad de limosna o contribuciones. El
balance vaticano es público, siempre da déficit: lo que entra en donaciones o
por visitas a museos va a leprosarios, a escuelas, a comunidades africanas,
asiáticas, americanas.
Skorka: Crear una institución
perfecta, aun religiosa, es imposible. Porque los hombres son imperfectos.
Siempre detrás de un hombre hay conflictos, y hay sacerdotes, curas, pastores,
rabinos que ingresan en las instituciones religiosas por distintas razones;
puede ser para desarrollarse o porque les sirve de contención, pero en
determinados momentos se descarrían. No todos los eclesiásticos tienen una
conducta intachable. Pero eso no debe invalidar la esencia. Que haya uno
descarriado no permite inferir que todo es hipocresía. Hay que separar la paja
del trigo. Lo que pasa es que a la religión se le exige más porque en su
esencia está la moral. Cada hombre que se dice de fe y realiza actos reñidos
con la moral es doblemente culpable, lo mismo que el juez que no dicta
justicia. Porque destruye el concepto de justicia entre sus compatriotas.
Cuando en los años oscuros los que estuvieron a cargo de luchar contra la
guerrilla lo hicieron dejando de lado la justicia y se descarriaron totalmente,
fueron doblemente culpables. Porque el daño que le hicieron a la Argentina es
terrible, amén del que provocaron en el seno de tantas familias. Lo mismo con
un político que hace algo incorrecto, es doblemente culpable. Porque tiene la
obligación de constituirse en un paradigma.
Bergoglio:
Lo peor que le puede pasar a un religioso es una doble vida, sea rabino, cura o
pastor. En una persona común, puede suceder que tenga su hogar acá y su nidito
allá y que no parezca tan condenable, pero en un hombre religioso es
absolutamente condenable. Juan Pablo II fue terminante en eso, con el lío del
Banco Ambrosiano ordenó que se pague todo.
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