El
día después de la imputación de Oriol Pujol, la vida sigue su curso en
Convergència. De cara a la galería, el partido defiende que Pujol mantenga su
escaño para volver a primera línea política en cuanto se demuestre su
inocencia. La idea es trasladar una imagen de normalidad, pese a que CDC
funciona con una nueva estructura temporal después de que el secretario general
se apartara de sus cargos para «no estorbar en el proceso soberanista». Mostrar
que la voluntad de Convergència es seguir con sus planes de celebrar la
consulta soberanista y agotar la legislatura –unas elecciones anticipadas
serían un suicidio para CDC, que en la última cita perdió doce escaños y sigue
en caída libre–. Pero tras las cámaras, nadie esconde que la imputación de
Pujol supone un mazazo al proceso soberanista.
Los
tres hombres que acompañaron a Pujol tras recibir la interlocutoria del TSJC
que le cita para declarar como imputado en la trama corrupta que pretendía
amañar concursos de estaciones de ITV, hablaron ayer. Son los tres hombres que
le sustituirán temporalmente en las funciones que ha delegado mientras esté
imputado. El presidente del grupo de CiU en el Parlament, Jordi Turull, y Lluís
Corominas y Josep Rull, que asumen la secretaria general compartida, se
esforzaron por transmitir que esta imputación no altera los proyectos del
partido.
Los
tres defendieron que mantenga el acta de diputado como garantía para regresar
al primer plano de la política y descartaron la celebración de un congreso
extraordinario para elegir a un nuevo secretario general. Pero, pese a sus
esfuerzos por trasladar una imagen de continuidad, fuera de micros, la
imputación se lee como un «golpe muy fuerte» al proceso soberanista. La
fundación Catdem, afín a CDC, denunció en un editorial en su web que la
imputación es «grave», el «golpe de gracia» de una campaña de acoso y derribo
contra CiU que empezó desde que Mas dio un paso hacia la independencia. La
fundación ahonda en las divergencias entre Unió y Convergència. Y culpa a los
de Josep Antoni Duran Lleida de «no estar a la altura de las circunstancias».
La vicepresidenta, Joana Ortega, obvió el dardo envenenado y cerró filas en
torno a Pujol. Igual que el presidente de ERC, Oriol Junqueras, que defendió
que siga como diputado, aunque compañeros como Joan Tardà discrepan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario