sábado, 23 de marzo de 2013

España es una meritocracia a la inversa.



El actual régimen político selecciona a los peores y prescinde de los mejores.
En un régimen caciquil oligárquico sólo triunfan los peores.
Para que “triunfen los peores” es imprescindible que predominen socialmente los “trastornos de mediocridad” (el defecto, la ausencia, o inhibición de la presión por la excelencia, en sus varios grados de intensidad).
*.- La “forma más simple de mediocridad inoperante” es prácticamente asintomática, y se caracteriza por una actitud de híper adaptación y de falta de originalidad/creatividad de los individuos.
*.- La forma más aguda, aunque no severa, de mediocridad inoperante o pseudo-creativa, va acompañada de rasgos pasivo-agresivos.
*.- Y la forma más severa, denominada mediocridad inoperante activa (MIA), es la forma más maligna, con exacerbación de las tendencias repetitivas e imitativas, exagerada apropiación de los signos externos de creatividad y excelencia, ansia de notoriedad que puede llegar hasta la impostura, (pretender ser algo que no se es) y, sobre todo, intensa envidia hacia la excelencia ajena, lo cual procura boicotear, o incluso destruir por todos los medios a su alcance.

Es cierto que la mediocridad es una característica común a todos los grupos humanos y que la mediocridad incluso favorece la conformidad, y que la conformidad asegura la felicidad de muchos.
Sin embargo, un grado de mediocridad aguda o severa supone dejar atrás al mediocre simple (que sigue razonablemente las directrices predominantes, sin esforzarse más allá de las mínimas exigencias externas) para estar ante elementos pasivo- agresivos.
En éstos, al traerle al fresco todo o casi todo, al no distinguir lo bueno de lo malo, el mediocre inoperante no siente inclinación por propiciar progresos de ningún tipo, y todo aquello en lo que interviene está condenado al estancamiento.
Así el mediocre inoperante produce y estimula:
*.- Maniobras repetitivas e imitativas
*.- Una enfermiza tendencia al consenso y a preferir lo trillado frente a lo innovador.
En la mayoría de los casos, esta patología no tiene grandes repercusiones sociales, excepto cuando el mediocre inoperante ocupa puestos clave o de cierta responsabilidad (el mediocre inoperante suele estar bastante satisfecho de su inoperancia o pseudo creatividad, siendo las personas de su alrededor quienes sufren las consecuencias de sus actos).
Una organización que tiene la desgracia de tener a un mediocre inoperante en cabeza, empieza pronto a dar muestras de parálisis funcional progresiva, generalmente acompañada de hiperfunción burocrática, con la que se intenta disimular la falta de operatividad.
Cuando la mediocridad inoperante ya es severa, Mediocridad Inoperante Activa, el individuo afectado tiende a desarrollar fácilmente una gran actividad, inoperante, por supuesto, acompañada de un gran deseo de notoriedad y de control e influencia sobre los demás, que puede llegar a revestir tintes casi mesiánicos (cuando un individuo afectado de Mediocridad Inoperante Activa está presente en ambientes académicos, por otra parte muy susceptibles a la infección por MIA, tiende a adoptar poses de maestro, sin ningún mérito para ello).
Fácilmente puede llegar a encapsularse –a la manera de un virus- en pequeños grupos o comités que no producen absolutamente nada, pero que se asignan funciones de “seguimiento y control” que les permite entorpecer o aniquilar el avance de individuos brillantes y realmente creativos.

El MIA que tiene algún poder en puestos burocráticos:
*.- tiende a generar grandes cantidades de trabajo innecesario, que activamente impone a los demás, destruyendo así su tiempo,
*.- o bien intenta introducir todo tipo de regulaciones y obstáculos destinados a dificultar las actividades realmente creativas/productivas.
Por otra parte, el Mediocre Inoperante Activo es particularmente proclive a la envidia, y sufre ante el bien y el progreso ajenos.
Mientras que las formas menores de mediocridad inoperante presentan simplemente incapacidad para valorar la excelencia, el MIA procura además destruirla por todos los medios a su alcance, desarrollando sofisticados sistemas de persecución y entorpecimiento.

Ni que decir tiene que entre estas formas de actuación destructiva se encuentra lo que se denomina “mobbing” o acoso institucional.
Y, ¿Quiénes son los individuos que corren riesgo de padecer mobbing?:

 Pues los expertos consideran que existen tres grandes grupos:
1) Los envidiables, personas brillantes y atractivas, pero consideradas como peligrosas o competitivas por los líderes implícitos del grupo, que se sienten cuestionados por su mera presencia;
2) Los vulnerables, individuos con alguna peculiaridad o defecto, o, simplemente, depresivos necesitados de afecto y aprobación, que dan la impresión de ser inofensivos e indefensos;
3) Los amenazantes, activos, eficaces y trabajadores, que ponen en evidencia lo establecido y pretenden imponer reformas o implantar una nueva culturaLas maniobras principales que el mediocre inoperante activo utiliza para el acoso psicológico de su víctima son las siguientes:
a) Someterlo a acusaciones o insinuaciones malévolas, sin permitirle defenderse o expresarse.
b) Aislarlo de sus compañeros, privarlo de información; interrumpir o bloquear sus líneas de comunicación.
c) Desconsiderar e invalidar su trabajo, distorsionar o tergiversar sus actividades y comentarios, atribuirle motivaciones espurias o vergonzantes.
d) Desacreditar su rendimiento, dificultar el ejercicio de sus funciones, ocultar sus logros y éxitos, exagerar y difundir, fuera de contexto, todos sus fallos, tanto reales como aparentes.
e) Comprometer su salud, física y psíquica, mediante una constante presión estresante que favorece las alteraciones depresivas, psicosomáticas, y actos de huida que pueden llegar hasta la renuncia brusca al puesto laboral o al suicidio.

Lamentablemente todos nosotros tenemos un idiota cerca, estoy hablando de la persona que, sea cual sea la razón, va intentar arruinarme el día solo por deporte.

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